Misrin, Siria. 9 de febrero de 2020. "Gracias a Dios, tenemos este automóvil para dormir", dice Ghosun, una siria de 38 años que huye del avance de las tropas gubernamentales y los bombardeos rusos en la región de Idlib, en el noroeste de Siria, último bastión rebelde del país. "Vamos a pasar una tercera noche. Y aquí nos quedaremos porque no sabemos a dónde ir", asegura en las afueras de Maaret Misrin, un ciudad a 10 km de Idlib, la capital de la provincia del mismo nombre, controlada por los yihadistas. En dos meses, 586 mil personas han huido en esa región, según la ONU. En las últimas semanas, miles de familias han huido hacia el norte de Idlib, en la frontera con Turquía, a bordo de vehículos cargados de mantas, sillas y cacerolas. Pero muchos no pueden encontrar un techo en esta región sumergida por oleadas de desplazados en cerca de nueve años de guerra, quienes tampoco pueden atravesar la frontera, cerrada por Turquía desde hace un año para evitar un nuevo flujo de refugiados en su territorio, donde viven ya 3.6 millones de sirios, según la ONU. (Afp)
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