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Ai Weiwei, de Ayotzinapa a Gaza: lucha contra la injusticia

El artista Ai Weiwei en un encuentro con medios en el Museo Universitario Arte Contemporáneo durante su visita en 2019. Foto
El artista Ai Weiwei en un encuentro con medios en el Museo Universitario Arte Contemporáneo durante su visita en 2019. Foto Luis Castillo / Archivo
20 de octubre de 2025 00:04

Ai Weiwei es pintor, escultor y activista social. Severo crítico del gobierno chino y de Donald Trump, vive en Berlín desde 2015. En México su obra se conoció vía el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MUAC, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), entonces dirigido por la maestra Graciela de la Torre. Allí realizó su primera exposición en Latinoamérica. La llamó Ai Weiwei: Restablecer memorias. Fue curada por Cuauhtémoc Medina y Virginia Roy y reunió dos proyectos: el primero, Salón ancestral de la familia Wang; y el segundo, una investigación en torno a la desaparición de los 43 estudiantes de la escuela normalista de Ayotzinapa. 

Pero Weiwei ya había visitado dos veces nuestra frontera norte cuando elaboró el documental Human flow (Corriente humana), sobre la crisis migratoria/refugiados y estrenado en 2017. Al respecto sostuvo que la política estadunidense es “muy triste, muy indignante, una vuelta atrás en muchos aspectos”. Denunció a Trump por estigmatizar a algunos “grupos de personas calificándolas de terroristas o narcotraficantes”. 

En el documental muestra lo perverso del muro que Trump quería construir para impedir el ingreso de indocumentados. En la frontera habló con los migrantes para saber quiénes son, por qué quieren ir “al otro lado”. Sostiene que ambos países “necesitan entenderse”, y en especial el vecino del norte, pues requiere una fuerza laboral indispensable para su agricultura, la industria de la construcción y los servicios, por ejemplo. 

Para Weiwei, la crisis de refugiados es humanitaria. Y para probarlo, durante un año él y su equipo de filmación recorrieron 23 países afectados por los flujos de millones de personas que abandonan sus hogares por la guerra, el cambio climático o el sueño y derecho de aspirar a una vida mejor. Durante dos horas de largometraje, Ai Weiwei y su equipo acompañan y escuchan a miles de refugiados y migrantes a través de la ruta de los Balcanes, Calais, la frontera México/Estados Unidos, Líbano, Bangladesh, Jordania, Turquía, Italia, Kenia, Birmania, Afganistán, los campos de refugiados de Grecia y la franja de Gaza. 

En su visita a Gaza, donde en 365 kilómetros cuadrados viven hacinados casi 2 millones de habitantes, conversó con varios de ellos. En el documental incluye la visión que sobre el mundo tienen jóvenes mujeres. Ellas desearían viajar para conocer otros lugares. Un sueño imposible, pues son pobres y viven entre el mar y el muro erigido y vigilado por Israel. “No sabemos quiénes viven al otro lado”, dicen. Sólo se puede salir o entrar a este gueto por los cinco puestos de control establecidos y vigilados por el ejército de ese país. 

Luego de la sangrienta y mortal incursión a territorio de Israel que el 7 de octubre realizó el grupo terrorista Hamas, Gaza fue invadida por el ejército de dicho país so pretexto de aniquilar a dicho grupo y rescatar a los cautivos en su poder. Devastador el saldo de esa incursión: cerca de 68 mil muertos, la inmensa mayoría civiles; viudas y niños huérfanos, cientos de ellos con daños corporales de por vida. Hambruna con sus víctimas mortales, en especial de niños. Destrucción de edificios habitacionales, comercios, hospitales, centros educativos. En resumen: tierra arrasada. Y por si fuera poco, cerco a la ayuda en comida, medicinas, agua. Un genocidio transmitido en vivo con el apoyo del gobierno de Estados Unidos y la pasividad de la comunidad de naciones. 

Además, en esa invasión han muerto más periodistas que en las dos guerras mundiales, Vietnam, Corea, Afganistán y los Balcanes. Los reporteros asesinados, mayoritariamente palestinos, por el bloqueo de Israel a periodistas extranjeros. “Terroristas” de Hamas para Israel, periodistas muertos cuya labor era informar del desastre humano. A ellos se agregan las de más de 200 personas que trabajaban para dependencias de Naciones Unidas y otras organizaciones dedicadas a prestar ayuda humanitaria. 

Me pregunto sobre la suerte de las jóvenes mujeres gazatíes que Ai Weiwei entrevistó en 2017. Si continúan con vida al lado de sus familias. La respuesta la puede ofrecer el artista y activista social, que cuenta con los datos de ellas. A Berlín le haré llegar esta petición. Porque la historia del genocidio en Gaza apenas comienza a documentarse.

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