Ciudad de México. Esa mañana, tras la fuerte sacudida del sismo, estaba en casa hasta que llegaron a verme apresurados unos compañeros de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero: “¡Vente, porque la cosa está del diablo!”, narra Armando Palomo quien forma parte desde aquel 19 de septiembre de 1985 del colectivo que dirige la organización. Apresuradamente se dirigió a la Unión para organizar, en lo posible, la atención a la emergencia, que pronto, se dio cuenta que era mayúscula.
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Comenzaba así una mañana frenética en la colonia, para identificar claramente la devastación que dejó el terremoto. Un fenómeno que también vino a agudizar el deterioro de las vecindades ancestrales que ya arrastraban daños largamente acumulados con el paso del tiempo. Forjada en la década de los 70s originalmente para la defensa de los derechos inquilinarios que permitiera detener el caudal de desalojos que se realizaban en la comunidad, para la Unión, el sismo de 1985 no sólo significó una tragedia, también una nueva etapa en la lucha popular.
“Lo que produjo el sismo, como resultado último, fue la oportunidad de la democratización de la propiedad. No solo en la Guerrero, sino en todas las colonias devastadas por ese fenómeno. En muchas de las vecindades que lograron incorporarse a los programas de reconstrucción, representó un cambio radical: donde había 10 inquilinos, ahora habría 10 propietarios. La colonia se caracterizaba en los 80s por contar con vivienda en renta con cuartos, en muchos casos, muy deteriorados.
Por eso, aquella coyuntura permitió a la comunidad reivindicar el derecho a la vivienda y democratizar el acceso a ella en la Guerrero, resume Palomo, quien enfatiza que esto no se produjo por la generosidad de un gobierno rebasado pero que mantenía en la coyuntura, su signo autoritario para desconocer las demandas populares. “Nos colocamos bien en la tragedia, fuimos solidarios con otras organizaciones, y el resultado fue que tuvimos acceso a una buena cantidad de predios para que la Unión tuviera su vivienda”.
En la Guerrero, las características de las vecindades, casi todas ellas de un piso en ese entonces permitieron que el saldo mortal no fuera crítico: sólo tres decesos. Sin embargo, el saldo en daños materiales si fue acentuado en una colonia fundada en el último tercio del siglo XIX que forma parte del perímetro B del Centro Histórico, caracterizada por un fraccionamiento de predios que con el paso del tiempo se convirtieron en vecindades para la gente que llegaba a la ciudad de México.
“Soy de la Guerrero y aquí me quedo”
Palomo evoca la historia de la Unión que se formó en 1976 con un objetivo central: la defensa de los inquilinos de los constantes desalojos por parte de los propietarios por los abusivos incrementos de rentas. El decreto de rentas congeladas que rigió por varias décadas en la ciudad de México, propició un acelerado deterioro de las vecindades, porque sus dueños se desentendieron de su mantenimiento argumentando la escasa rentabilidad de los inmuebles.
“La crisis de las rentas en México ha sido recurrente. Aparece un decreto de congelamiento de rentas, a todos los contratos de 1942 para atrás. Esos contratos los vivimos nosotros, cuando comenzó la lucha de los vecinos. Los dueños de las vecindades no les daban mantenimiento porque no les dejaban las rentas, que eran de 4 pesos, 10 pesos. Todo ese proceso hizo que las vecindades quedarán en ruinas”.
Para la década de los 70s, la situación inquilinaria entró en crisis ante los constantes desalojos y surge la UVCG como organización popular para resistir a la fuerza pública y contenerlos. Desarrolló estrategias para detenerlos en el plano legal y, cuando no había otro, enfrentar la presencia de ganaderos. En ese contexto surge lo que habría de convertirse en una lema de su lucha: “Soy de la Guerrero y aquí me quedo”.
En 1985, la Unión tenía ya una década de lucha popular, una experiencia que le permitió afrontar en mejores condiciones, la secuela de la tragedia del sismo. En 2026 la UVCG cumplirá 50 años de su formación, la más antigua del Movimiento Urbano Popular, sólo detrás de la Unión de Vecinos de San Miguel Teotongo, formada en 1974.
19 de septiembre de 1985
“Cuando empezó a temblar se movió el piso muy fuerte. Yo vivía con mi esposa en Mosqueta 238. Ella se iba a trabajar al IMSS y entraba a las 8 de la mañana. Yo tengo una cultura de sismos de mucho control y le pedí que no fuera porque había estado muy fuerte. Fue cuando llegaron los compañeros y me dijeron vente porque la cosa está del diablo”.
Nos dirigimos al local de la Unión, en Sol 168 y comenzamos a organizar las brigadas para conocer qué es lo que había y ver cómo se podía ayudar a la gente. No salimos de la Unión en varios días: ahí nos reuníamos, comíamos, dormíamos.
Venturosamente, en la Guerrero sólo murieron tres personas, pero desde el principio la organización se abocó a ser un recuento de los numerosos daños en las vecindades; un listado de las necesidades de la gente y comenzaron a formarse, desde los primeros días de la tragedia un caudal de demandas con una exigencia central: acceso a la vivienda.
“Aquí en la Guerrero no había propietarios, eran básicamente inquilinos. Los dueños de las vecindades, descubrimos después, eran muchas organizaciones de beneficencia”. Una añeja historia incubada desde que surgió la colonia en el siglo XIX y resintió los efectos de la simulación de la Iglesia para darle la vuelta a la desamortización de sus bienes. Desde entonces datan las distorsiones en las propiedades.
Desde el primer día, la Unión se abocó a “mapear” la zona e identificar donde se encontraban los daños más devastadores; en cuales, se agudizó el deterioro de las vecindades cuando les sorprendió el segundo sismo, el viernes 20 de septiembre.
Entre la gente había mucho miedo.
La lucha por la reconstrucción
Sin un plan de protección civil, sin capacidad de respuesta ante una emergencia en la que pronto se hizo evidente que rebasó a la autoridad, la ruta de la reconstrucción se convirtió en una creciente lucha popular frente a las posturas autoritarias gubernamentales. La opción oficial ante la tragedia concentrada en las zonas céntricas fue plantear opciones en los suburbios de la ciudad, lo que representaba la expulsión de la gente de las colonias más afectadas.
En ese contexto, resurge con mayor fuerza en su lucha el grito que identificaba a la Unión: “Spy de la Guerrero y aquí me quedo”. Comenzó entonces la etapa de las movilizaciones, la solidaridad entre los residentes de las diversas organizaciones afectadas y el surgimiento de la Coordinadora Única de Damnificados.
“Lo que querían era darnos atole con el dedo. No entrar a un programa de reconstrucción sino llevarnos a otros lugares con el proyecto de descentralización. No entendíamos cómo tenían esa actitud como gobernantes para enfrentar esa tragedia”, asegura. Era una propuesta muy limitada para los damnificados apuntalada en una visión autoritaria de decidir las cosas, descalificando la representatividad de las organizaciones sociales.
“No aceptamos que nos trasladaran al estado de México, porque era el momento de descentralización con Miguel de la Madrid. Era el momento en que nos querían desalojar para descongestionar la ciudad de México, pero les dijimos: “no, ni maíz. soy de la Guerrero y aquí me quedo y hasta la fecha. Somos de la Guerrero y aquí nos quedamos”.
La Unión reivindica como un logro de su capacidad de organización haber logrado que el primer proyecto de la reconstrucción de viviendas en las zonas afectadas fue en un predio de la colonia Guerrero, en Lerdo 132 realizado por Renovación Habitacional Popular.
Fue el primero de diversos proyectos en la colonia donde en conjunto se reconstruyeron 600 casas, incluido una unidad habitacional en lo que fue el Cine Apolo, con 150 departamentos, lo que favoreció la respuesta a un fenómeno en las zonas populares: el desdoblamiento de las familias, que generó, en su momento, el hacinamiento.
A 40 años del sismo, los diversos predios que fueron reconstruidos han resistido sin problemas los sismos que han habido desde entonces.
“Lo hicimos junto con la Coordinadora Única de Damnificados en la ciudad, todas las organizaciones salieron muy bien libradas con la reconstrucción”, concluye Palomo.