Aquel 19 de septiembre de 1985 el terremoto que sacudió la ciudad de México tuvo, en la colonia Roma, uno de sus escenarios más dantescos: decenas de edificios colapsados, derrumbe de casonas, hospitales. La grietas y el resquebrajamiento del pavimento fracturado por la fuerza del sismo demostraron el impacto en este barrio: “en esta colonia hubo problemas en 460 inmuebles, desde los que ponían en riesgo su estabilidad hasta el colapso total", describe Alejandro Varas, dirigente fundador de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de septiembre de la Roma.
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Sin embargo, el terremoto de 1985 develó una realidad urbana que se mantenía oculta en una colonia caracterizada por el predominio de una arquitectura art decó y art nouveau: muchas de las grandes casas o edificios escondían un hacinamiento producto de la voracidad inmobiliaria, del arrendamiento y subarrendamiento de espacios a su interior.
Cuando se analiza lo que era la realidad de la colonia resulta que “este fenómeno tiene un auge a finales de los 60s, con modificación de uso de suelo en azoteas y la intensidad en viviendas y las casonas. Ya no los rentan a familias medio aristocráticas, sino que se subarriendan y con una intensidad distinta. Un salón de 20 metros, se convierte en cinco cubículos de 4 metros. El código civil no se modifica y quedan una serie de lagunas y siempre son en contra del inquilino y de la gente que mas necesita”.
Un fenómeno urbano que repercutiría al momento de la reconstrucción de la Roma, porque multiplicó el número de damnificados por el desdoblamiento de familias que residían en una sola vivienda consecuencia de la voracidad inmobiliaria, entonces concentrada en el arrendamiento y actualmente bajo otras modalidades porque el “capital inmobiliario es muy voraz”.
La Roma es una colonia que hasta antes de este fenómeno carecía de una organización vecinal, por lo que se creó como secuela del terremoto y en el marco de las tensiones generadas por las demandas incumplidas a los damnificados: “ Yo vivía en Chiapas 59, en un edificio que tenía ventanas como paredes frontales. Cuando comenzó el sismo parecía que caía agua pero eran los cristales y la herrería que se estaban derrumbando (…)”.
Su edificio resistió la sacudida, no así el inmueble que estaba al lado, donde él registró los primeros muertos. Eran unas personas recién llegadas a la colonia, que se habían cambiado a la colonia una semana antes. Pero la destrucción abarcó gran parte de la colonia, incluyendo importantes instalaciones de salud como el Hospital General y parcialmente en el Centro Médico Nacional.
“Aquí en la Roma es el único lugar que yo haya visto donde el pavimento se fracturó, se colapsó. Cuando vino el movimiento telúrico, la rompió (…) puede pasar por la extracción tan agresiva del agua, el acuífero estas zonas, aquí pasa el río de la Piedad”.
Treinta y dos años después, a diferencia de otras áreas de la ciudad afectadas en 1985, el sismo de 2017 afectó nuevamente de manera importante a la colonia Roma: en 2017, hay un sismo tremendo que destruye una importante cantidad de construcciones en el sur y sur-centro (de la colonia) pero no se cae ninguna de la reconstrucción de 1985, ni resultaron afectadas, porque las reconstruyeron bien porque el mejor supervisor de una obra es el vecino organizado”.
En contraste, el sismo del 19 de septiembre de 2017 evidenció la corrupción en las nuevas construcciones y puso en entredicho la explosión inmobiliaria que ha registrado la Roma en los últimos años. Violación de reglamentos de construcción, uso de materiales inapropiados para la zona, corrupción entre los peritos, un conglomerado de irregularidades que convirtieron a este barrio en una nueva zona de devastación en la ciudad en ese año.
Roma: una historia de origen aristocrático
Concebido en los albores del siglo, en la última etapa del Porfiriato, como un barrio aristocrático fundado por el empresario circense Edward Walter Orrin, dueño del Gran Circo Orrin, quien heredó el circo que su padre y su madre crearon en Londres y se trasladó a América del Norte. Llegó a México en 1881. Con grandes casonas y algunas mansiones que perduraron por décadas, el terremoto desveló una transformación radical de su realidad: desnudó la pobreza urbana, el desdoblamiento de las familias hacinadas en lo que eran amplias viviendas; arrendamiento y subarrendamiento, donde vivía la gente hasta en los cuartos de azotea, víctimas de la voracidad inmobiliaria que transformó la realidad de la colonia, resume Varas.
“El capital inmobiliario es muy voraz. Su administración en muchos casos es bastante más voraz. El capital cuando menos tiene su propiedad, son dueños de lo que va a rentar o lo que venden Los otros son corredores”, subraya. Por eso, al momento de censar a las personas afectadas, emerge una realidad urbana muy diferente: donde se supone que vivían 20 en realidad vivían 40 o mas, producto de las carencias de vivienda en la ciudad.
Eso se reveló apenas comenzó a superarse la emergencia. En el principio, afloró la solidaridad, el vacío dejado por la autoridad fue cubierto por la intensa actividad vecinal. La emergencia que dura horas o probablemente dos o tres días. En el momento de la emergencia pues salimos, y empezamos a organizarnos, más que nada para rescatar a unas personas que se habían colapsado en los edificios.
“Son colonias muy viejas de la ciudad. Nos empezamos a reunir en la esquina de Chiapas y Córdova”. Improvisadamente fue el lugar que se convirtió, al paso de las horas, de los días, en la sede de los encuentros, de un campamento que se hizo despues de madera y después se hizo una especie de oficina donde hacíamos dos o tres reuniones diarias para organizarnos y salir adelante y para proteger lo poco que quedaba de la gente.
Se recibió mucha solidaridad de organizaciones internacionales, de grupos religiosos, de artistas como Cecilia Toussaint, muy en boga en ese entonces y que venía a tocar aquí en las calles como expresión de respaldo a la lucha de la UvyD. Al paso del tiempo, esta organización fue desarrollando otras actividades culturales para la comunidad.
-¿Cuantas personas murieron?
-De acuerdo al censo de la Coordinadora, decíamos que había más de 40 mil fallecidos.
Nunca se sabrá la cifra definitiva, pero con los días afloró la realidad de viviendas habitadas en hacinamiento: en un solo edificio vivían familias ahora más vistosos triquis, otomíes y vivían en una sola azotea 300 personas. En una sola azotea, porque son edificios muy grandes porque están con otras costumbres y el hacinamiento pareciera algo normal aunque sea algo totalmente injusto entonces tienes a la gente conviviendo con más gente.
Por ello, reivindica la fuerza que alcanzó la Coordinadora Única de Damnificados, conformada por las representaciones vecinales que emergieron de la tragedia para exigir justicia y reclamar soluciones, porque en realidad había los damnificados del sismo y aquellos que le dieron en llamar los damnificados de la vida:
“El movimiento tuvo una variante dentro del movimiento urbano en la ciudad. Fue muy político. En otros de los movimientos ligados a la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular o la UPREZ, eran apolíticos en principio.
Se fueron vinculando las demandas contingentes emanadas del sismo con los rezagos históricos de vivienda que se transformaron, al paso de la movilización social en un reclamo unificado, que propició que como parte de la expropiación de predios afectados por inmuebles se incorporaran muchos más para dar respuesta a la demanda general de vivienda. Todos los programas comenzaron con una idea pero fueron insuficientes pero fuerza del movimiento logró que se fueran integrando las soluciones.
“La CUD fue un movimiento profundamente político porque hablamos de restitución de derechos políticos, de una reforma. Después varios compañeros formaron el PRD y otros estuvimos en transiciones políticas de izquierda. Otros coincidimos con el zapatismo. En 1985 es muy importante porque inicia el resquebrajamiento del régimen. Y surgen otros movimientos”.
A la distancia, Varas evalúa que el sismo fue un catalizador para el resquebrajamiento del viejo régimen, primeramente en la capital del país con la emergencia de otros movimientos sociales y políticos.
Como diría Carlos Monsiváis, la solidaridad de la comunidad en la ciudad se fue convirtiendo en una toma de poder.