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Gritos de atrapados en el Nuevo León rompieron el silencio tras colapso del edificio: testigo

Tiempo antes de que se registrara el sismo, se emitió un dictamen sobre la situación del Nuevo León que reconocía que el módulo central y el norte tenía muy poco espacio entre sí.
Tiempo antes de que se registrara el sismo, se emitió un dictamen sobre la situación del Nuevo León que reconocía que el módulo central y el norte tenía muy poco espacio entre sí. Foto Fabrizio León Diez
19 de septiembre de 2025 11:05

Han pasado 40 años de aquel sismo. Lo que más recuerda es el inmenso silencio que siguió al estruendo provocado por el colapso del edificio Nuevo León. “Un silencio total que no puedo precisar qué duración tendría porque el tiempo en esos momentos se vuelve elástico. Todo se ve en cámara lenta”, murmura Cuauhtémoc Abarca en su remembranza de aquel 1985 que le marcó su vida. 

Un silencio que sólo se rompió con los gritos de los sobrevivientes clamando ayuda para salir de esa inmensa mole de concreto en que se convirtió el inmueble. Apenas se asomaba la tragedia provocada por el terremoto que sacudió la Ciudad de México que tuvo en Tlatelolco, y en especial en el edificio Nuevo León, uno de los episodios más dramáticos en toda la ciudad de México ese 19 de septiembre. 

Cuatro décadas después de aquel sismo aún es una incógnita el número de muertos que dejó. Poco más de 3 mil decesos, sentenciaron las cuestionadas cifras oficiales, aunque otras estimaciones independientes reportaron más de diez mil fallecimientos y hay quienes aseguran que fueron más de 30 mil. 

Aunque han pasado ya tantos años, para Abarca, quien fuera uno de los principales dirigentes de lo que en su momento se denominó la Coordinadora Única de Damnificados tiene una certeza: “a 40 años hay una deuda pendiente porque nunca se hizo justicia. Hubo edificios que se cayeron no por problemas técnicos sino por problemas de corrupción. El caso del edificio Nuevo León es el ejemplo. Era un edificio que no debería haberse caído y se cayó por la negligencia de la autoridad”. 

En plena crisis económica provocado por la instauración de las políticas neoliberales de Miguel de la Madrid, las dimensiones de la tragedia provocada por el sismo evidenció una política autoritaria del viejo régimen rebasada por la inconformidad social que provocó el sismo ante la inoperancia gubernamental. Se evidenciaron prácticas de corrupción que agudizaron la tragedia, sin que hubiera justicia ni deslinde pleno de responsabilidades, valora Abarca. 

“Creo que fue un parteaguas social porque hasta antes del terremoto de 1985 esa expresión genérica de sociedad civil no tenía rostro y a partir de las experiencias del 1985 adquirió rostro, identidad”, resume. “Entonces, vivimos dos terremotos, el movimiento telúrico, provocado por las placas tectónicas y el terremoto político provocado por las autoridades en contra de los vecinos que en vez de tomar como lo que éramos, damnificados, nos como damnificados, nos tomaron como enemigos. Críticos del gobierno”. 

Tlatelolco 1963: modelo latinoamericano de desarrollo habitacional

Hacia finales de la década de los 50s, bajo el gobierno de Adolfo López Mateos, se concibió la construcción de la Unidad Tlatelolco en la zona conocida entonces como los tugurios de la ciudad, que rodeaban el área de operaciones ferroviaria en la ciudad. 

Diseñada por el arquitecto Mario Pani, este proyecto modelo de desarrollo habitacional en esa época se construyó con inversión pública y financiamiento estadunidense en el marco de la denominada Alianza para el Progreso, creada entonces por Estados Unidos para demostrar opciones de desarrollo social que contrastaran con la vía revolucionaria inaugurada en Cuba. 

“Fue creada para contener la influencia de la revolución cubana. Ellos diseñaron una política que llamaron la Revolución en la Paz. Y financiaron varios proyectos que pudieran demostrar que se podría alcanzar cambios importantes sin necesidad de revoluciones sociales”, recuerda Abarca. 

Sin embargo, concebida como un modelo de unidad habitacional que incluyó escuelas desde la primaria al bachillerato y comercios par a satisfacer las diversas demandas de la población, se conformó mediante un modelo donde la gente no estaba comprando un departamento, estaba comprando un certificado de participación inmobiliaria no amortizable que le daba derecho a habitar. 

Fue un proyecto bien pensado en cuanto a que aquí teníamos todo lo necesario para una vida autosuficiente sin necesidad de ir a otras partes. Todo se adquiría en Tlatelolco, resume Abarca, aunque matiza: el modelo de administración de la Unidad, muy pronto se convertiría en un foco de confrontación entre residentes y la administración gubernamental. 

Un complejo sistema de administración que con el tiempo evidenció ser contraproducente para los residentes, convirtiéndose en un factor que los confrontó con la administración gubernamental y, al paso de los años motivó diferencias cuando el gobierno pugnó por deshacerse de sus responsabilidades administrativas. 

Una política gubernamental orientada a modificar el régimen de Tlatelolco y la exigencia de los residentes porque asumieran sus obligaciones de mantenimiento fue confrontando a las partes. Los sismos de 1979 y 1981 que provocaron daños principalmente al edificio Nuevo León fue el preámbulo de lo que sucedería en 1985. Desde el principio de la década ante las evidentes muestras de deterioro en el inmueble, el reclamo de quienes lo habitaban derivó en el reconocimiento oficial que se requería una intervención mayor. 

Tiempo antes de que se registrara el sismo, se emitió un dictamen sobre la situación del Nuevo León que reconocía que el módulo central y el norte tenía muy poco espacio entre sí. 

Me llamó la atención -cuenta Abarca -un párrafo que decía que en el caso de que ocurriera un sismo con componente longitudinal importante corría el riesgo de derrumbe, textual,” de tal manera que cuando viene el terremoto de 1985, el movimiento de la tierra genera el movimiento de los movimientos de las estructuras y estos dos módulos no tenían espacio que amortiguara el movimiento”. 

A partir de los reportes técnicos, se empezó a intervenir en el módulo norte del Nuevo León, el cual fue deshabitado en 1980 y 1981 para las obras de nivelación y 1982 lo rehabilitaron. Sin embargo, los vecinos regresaron pero se dieron cuenta que según las inclinaciones sin corregir lo que se había dicho. 

Era el vaticinio de una tragedia que se pudo evitar. Irónicamente, recuerda Abarca, en octubre de 1985 se reanudarían obras de renivelación pero sólo quedó en proyecto. 

La mañana del 19 de septiembre de 1985

“El 19 de septiembre yo me encontraba en este jardín -narra Abarca un costado de donde se encuentra el reloj de piedra construido como homenaje a las víctimas que marca las 7:19, en donde estuvo el Nuevo León-, hacía escaso mes y medio que habíamos llegado a un acuerdo con la Aseguradora Mexicana SA sobre el pago de daños del terremoto anterior de 1981. Mi primer pensamiento fue: otro temblor. Pensé, yo era presidente del edificio Yucatán (contiguo al Nuevo León) y aparte era dirigente del Frente de Residentes de Tlatelolco. 

“Nos sorprendió la duración del terremoto porque normalmente son de 15 o 20 segundos y ese ya llevaba como dos minutos y no paraba. Volteé al Nuevo León y fue una imagen como de pesadilla porque parecía una maqueta gigante aplastada por una mano invisible porque se estaba comprimiendo varios pisos. Y entonces fue cuando se rompió la estructura y cayó hacia Reforma . El módulo norte y el módulo central y se estaba levantando una nube de polvo y se produjo un silencio total”. 

Conformado por tres módulos que en conjunto tenían 288 departamentos, a los que sumaban los cuartos de azotea, en su mayoría ocupados, en 1985 en el Nuevo León residían 393 familias. 

La sacudida provocó el derrumbe de los módulos norte y central. Doce mil toneladas se vinieron abajo en dos minutos. “Yo estaba viendo el Nuevo León que caía, seguramente estaba cayendo como cuando se tira una piedra a la velocidad de la piedra que cae, pero yo lo veía como en cámara lenta , como si estuviera viendo una pantalla gigantesca viendo un espectáculo de ciencia ficción No podía creer que era cierto lo que estaba viendo. No puede ser cierto que se cayó esa mole tan inmensa que era el Nuevo León. Pero el silencio se rompió con los grupos de los sobrevivientes . En ese momento dejé de pensar si era cierto o no”. 

Fue una mañana frenética. Gritos de auxilio en medio de una gran polvareda. Conforme pasaba el tiempo comenzó a llegar la gente a auxiliar para afrontar la compleja tarea de rescatar sobrevivientes sin equipos especiales ni ayuda de las autoridades que para entonces rebasadas por las magnitud del siniestro que derruyó centenares de edificios y casas por toda la ciudad. 

“Primero sacamos tres niñas y un niño que estaba cubierto por escombros con un problema de down. Sacamos a las niñas primero y luego pidieron que sacáramos a su hermanito. Mi pensamiento era : hay que hacerlo pronto para rescatar a otros, se seguía oyendo los gritos. Se seguían oyendo otros sobrevivientes”. 

En otro caso, una mujer como de 50 años y otra de 75 años algo así, madre e hija, en esta zona , ya en los límites entre los módulos. Y cuando llegue a donde estaban, me dice la mama, por favor saque a mi hija y la hija, por favor saque a la mama. . Es un momento muy difícil. “Un caso muy doloroso para mi fue la de un vecino que estaba por aquí, Estaba en la puerta de su departamento tratando de salir cuando el edificio se derrumbó y quedó prensada la mitad de su cuerpo por la puerta y toneladas de escombros Cuando llegamos a donde estaba no teníamos la fuerza para moverla puerta”. Como estaba prensado se requería un gato para removerla y un amigo fue por él hasta su carro, mientras me quedé con el vecino. 

“Le di las manos al vecino para tratar de infundirle ánimo, hablaba con él ahora que llegue con el gato vamos a poder mover esta puerta para rescatar, y él me decía que no, Siento que me estoy muriendo. No diga eso, le dije. Aguante un poco, y en ese diálogo estábamos cuando, me soltó la mano. Falleció”. 

Tlatelolco era un caos. Ausencia total de ayuda oficial durante las primeras horas que debió ser sustituida por los esfuerzos improvisados de la gente cuyos gritos pidiendo ayuda y ambulancias se perdieron en el vacío. Las puertas de los departamentos colapsados se habilitaron como camillas para sacar a los heridos y la sede del DIF en las inmediaciones del Nuevo León, se habilitó como una morgue improvisada. 

“En ese momento no se sabía que la tragedia no era solamente en el Nuevo León sino que era mucho más grande, en toda la ciudad”, apunta.
Convertido en una figura icónica del terremoto, en el edificio Nuevo León quedaron sepultados 472 personas que la Coordinadora de Residentes de Tlatelolco pudo registrar con nombre y apellido. Muchos más nunca se recuperaron sus cuerpos y se fueron junto con toda la remoción de escombros. 

Tras la emergencia, la lucha vecinal 

Apenas pasada la emergencia, las difíciles condiciones que surgieron de la tragedia, la inacción gubernamental y escasa respuesta a las demandas inmediatas alentó una acelerada organización social. Con los antecedentes de la disputa por la administración y el mantenimiento de la Unidad se gestó el Frente de Residentes de Tlatelolco, por lo que los damnificados en esta zona se convirtieron rápidamente en vanguardia de la lucha popular. 

Muy pronto, narra, Abarca, se fueron acercando la gente afectada de la Guerrero, la Morelos, el Centro Histórico, la Roma y se fue gestando un movimiento mas amplio con la exigencia de Justicia, deslinde de responsabilidades, atención a la emergencia y apoyo a los damnificados. 

“Logramos desarrollar un movimiento social con la fuerza suficiente para darle un giro de 180 grados a la política oficial con la cual se pretende dar respuesta a problemática del gobierno, porque la política del gobierno era arrojar a la gente a la periferia. Y desarraigarse y expulsarlas del Centro Histórico para dárselas al capital inmobiliario”. 

Se ofrecían opciones habitacionales en Huehuetoca, Cuautitlán y otras zonas en la periferia de la ciudad, lo que equivalía a la expulsión de la gente de las zonas céntricas de la ciudad. El gobierno expidió decretos expropiatorios con ostensibles errores, sus opciones no daban respuesta a los reclamos de la gente de arraigo en los lugares donde residían. 

Al tiempo que el PRI buscaba de manera oportunista montarse en el movimiento pero muy rápidamente fue rebasado por la inconformidad y el repudio social. El sismo fue el antecedente de lo que al paso de los años se confirmó: el PRI fue erradicado como fuerza política en la capital. “Logramos tener un movimiento social triunfal, porque antes los movimientos sociales se caracterizaban por la represión, ya encarcelaron o mataron a tantos, y nuestro movimiento social fue triunfante que pudo dialogar de tú a tú con el presidente y con el gabinete y pudo lograr mayormente ganar el movimiento y logra la atención en los términos que pedíamos excepto en el tema de la justicia”.

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