Desde Tlatelolco, Cuauhtémoc Abarca vivió en carne propia el sismo de 1985: no sólo tembló la tierra, sino el alma de la Ciudad de México. Mientras el gobierno callaba, el pueblo gritaba.
Desde Tlatelolco, Cuauhtémoc Abarca vivió en carne propia el sismo de 1985: no sólo tembló la tierra, sino el alma de la Ciudad de México. Mientras el gobierno callaba, el pueblo gritaba.