El engendro avieso terminó de zafarse el velo: era un estorbo inútil. Estados Unidos está decidido a actuar conforme a la imagen de su realidad efectiva: si somos el terror, actuemos en consecuencia. Somos los dueños de Occidente, en primerísimo lugar de la América hasta Tierra de Fuego; tomemos ya, enteramente, lo que es nuestro. ¿Algún mareado narcoterrorista reclama? Lo perseguiremos y lo mataremos, sin resquemores: matar es lo nuestro; sabemos cómo hacerlo. Hemos dicho, porque es así al menos desde John Foster Dulles, que no tenemos amigos, sino intereses. Hemos dicho, porque es así al menos desde Theodore Roosevelt, que nuestra política exterior es el Gran Garrote. Pues ya está, nadie se llame a engaño. Si algún sujeto interno alza la voz, es también un narcoterrorista.
El nombre del Departamento de Defensa era pura hipocresía; llámese, debidamente, Departamento de Guerra. Hemos decidido asumir así, proactivamente, la responsabilidad de coordinar y supervisar todas las agencias y las funciones relacionadas con la seguridad nacional y las fuerzas militares de Estados Unidos: Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Fuerza Espacial, Infantería de Marina: el conjunto armado más letal del planeta. Avancemos. Trump anunció que Estados Unidos reanudaría sus “ensayos nucleares”. ¿Objetivo? Prevalecer como superpotencia y engrandecer, vale decir, enriquecer, sin freno, a los de arriba, especialmente a Trump y a los escogidos de MAGA. No hay límite. Queremos Groenlandia y también Canadá, no consentiremos pasos atrás. Tomemos nuestras reservas de petróleo venezolano. El discurso trumpiano se desgañita, pero por ahí algo tiembla. Trump es un gorila, pero también es un fanfarrón maniático.
Desde agosto, Estados Unidos ha desplegado una brutal fuerza militar frente a las costas de Venezuela: buques de guerra, submarinos, aviones de combate y tropas para luchar… ¡contra el narcotráfico! Bájenle. Estados Unidos ha bombardeado presuntas lanchas con drogas y asesinado a decenas de personas, venezolanos y otros latinoamericanos, al margen de toda ley internacional, que es así como opera la violencia del engendro del norte. La ley me vale madres, suele decir JD Vance. Por sí y ante sí, Trump acusa al presidente Nicolás Maduro y a un grupo de altos funcionarios venezolanos de integrar el inexistente Cártel de Los Soles; sólo Trump y MAGA, y seguramente la CIA, saben de tal organización. Su ambición, o su sueño guajiro, es derrocar a Maduro, instaurar un gobierno pelele con Corina Machado o bicho similar, y cargarse el crudo venezolano.
El martes 11 de noviembre, Trump sumó el Gerald R. Ford, el mayor portaviones del mundo, al despliegue militar acumulado en el área gringa Comando Sur. El Gerald R. Ford llegó con 4 mil marines y docenas de aviones tácticos y, dicen los militares gringos, puede “catapultar, lanzar y recuperar simultáneamente aviones de ala fija en su cubierta de vuelo”. Y sigue gastando millones de dólares en amontonar armamentos en el área. Estados Unidos presenta falsamente su intervención como un conflicto entre dos naciones. No hay tal conflicto, Estados Unidos sueña con engullirse Venezuela. El pasado 7 de noviembre, en el National War College de Washington, ante responsables del ejército y representantes de la industria de las armas, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, en un discurso de 30 páginas, anunció su estrategia “para potenciar” el ejército estadunidense.
Se trata de eliminar las regulaciones “demasiado pesadas”, y burlar los contratos públicos obligatorios para la adquisición de nuevas armas. “Nuestro objetivo es sencillo. Transformar todo el sistema de adquisiciones para que funcione en tiempos de guerra… Estamos viviendo un momento como el de 1939 o, esperemos, como el de 1981. Un momento de creciente urgencia. Los enemigos se están reuniendo, las amenazas se intensifican… Estamos sentando las bases para un dominio continuo durante las próximas décadas”. Así aúllan las sirenas de Hegseth; le urge bombardear y matar a diestra y siniestra. Y que vengan los businesses. Los hombres del MAGA alardean: Trump es un “maestro de la ambigüedad estratégica”, dicen. Pues, puede que sirva para el terror sicológico.
Mientras, los precios de los alimentos aumentan y el empleo se debilita, así que Trump recula echando atrás diversos aranceles; y una encuesta de YouGov informa que 58 por ciento desaprueba su gestión; su aprobación neta en el tema migratorio es de -7, y en el de la gestión de los precios es de -33 por ciento. Y nada vale tanto para Trump como preservar el gobierno para MAGA en las intermedias del año próximo, y en la siguiente presidencial. Trump no puede derrocar el gobierno de Maduro sin una invasión de cientos de miles de soldados. Pero una cantidad así es imposible que llegue por mar o por aire; y por Colombia no se puede por ahora. Con los datos señalados, parece que prevalecerá, por lo pronto, la “ambigüedad estratégica”, más que la invasión de Venezuela. Instalado en el fangal de sangre, Trump puede intentar asesinar a Maduro, pero en Venezuela esto no equivale a un cambio de régimen.