El libro que la semana pasada salió a la venta, de la autoría de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, recupera una forma de narrar casi olvidada: el diario de viaje. Tras una breve y mesurada entrada autobiográfica, la doctora Sheinbaum cuenta, casi día por día, los meses de la transición. El diario empieza el 2 de junio de 2024, cuando el INE dio los resultados de la contundente victoria electoral que la Presidenta atribuye a tres elementos principales: “El primero: los logros del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la revolución de las conciencias que despertó en millones de personas. El segundo: que siempre defendí con claridad y convicción la necesidad de continuar y avanzar con el proyecto de transformación que la gente deseaba y respaldó. Y el tercero, aunque no menos importante, el tiempo de mujeres no fue sólo una consigna, sino parte de un reconocimiento de la sociedad y un empoderamiento real de las mujeres”.
Pero es el 10 de junio cuando realmente inicia lo que el libro quiere contar: ese día comieron juntos en Palacio Nacional Sheinbaum y AMLO, y acordaron impulsar la reforma judicial y recorrer juntos el país, uno para despedirse y la otra para agradecer, y a la vez tomar nota de los proyectos a concluir en el sexenio que pronto empezaría.
Y eso es lo que cuenta el diario: el viaje que marca un hecho único en la vida de México: “En el pasado (en la era priísta), el presidente electo solía marcar distancia de su antecesor, trazar un nuevo rumbo.
Esta vez no fue así, no hacía falta. Porque formamos parte de un mismo proyecto de transformación”. El diario retrata al país y su belleza, también sus problemas, sus pendientes y, sobre todo, “la generosidad y el entusiasmo con los que la gente nos recibió en todas partes”.
La gira comenzó en Pasta de Conchos, emblemática mina de la Cuenca Carbonífera de Coahuila, donde se produjo un terrible accidente en 2006 cuya “gestión” evidenció la rapacidad de la empresa Grupo México y la insensibilidad y egoísmo de Vicente Fox y Humberto Moreira, a la sazón presidente de la República y gobernador de Coahuila, respectivamente. No voy a sintetizar lo que escribió Sheinbaum de ese emotivo día porque creo que tiene que leerse directamente.
Sí apuntar lo enormemente simbólico del inicio de la gira. En agosto de 2025, se habían rescatado los cuerpos de 23 mineros.
Como todo diario de viaje, el de Sheinbaum es paisajista y nos describe, en lenguaje sencillo y emotivo, la belleza natural de México, del norte al sur, del Pacífico al Golfo. También, el recuento punto por punto de las obras emblemáticas de la administración de AMLO a las que Sheinbaum tendría que darles continuidad o conclusión: el ferrocarril del Istmo, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya. Además de los grandes proyectos, también dieron juntos arranque a los planes de justicia de los pueblos indígenas, acordaron la continuidad de programas como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. El diario termina reproduciendo el discurso de toma de protesta de Sheinbaum el 1º de octubre, y una breve reflexión sobre lo que significa que haya llegado a la Presidencia una mujer de izquierda. No adelanto nada de esas dos páginas para que se lean como están escritas, con naturalidad y fluidez, como todo el libro, ameno, accesible e ilustrador. Como historiador, considero que este libro, al igual que Gracias, de AMLO, es una invaluable fuente primaria para escribir, no ahora, la historia de la #4T. Termino: entiendo que el libro es también un arma de defensa contra una ultraderecha que, sintiéndose cobijada por muy peligrosos y agresivos agentes externos, ha hecho cada vez más virulenta su campaña de odio contra la presidenta Sheinbaum y el ex presidente AMLO, buscando incluso separarlos, o separar al movimiento en dos grupos irreconciliables. Nuestra Presidenta les deja muy claro que eso no va a ocurrir.
Apunte final: entre las muchas digresiones oportunas, hay una que quiero resaltar. Dice nuestra Presidenta: “En este viaje platiqué con el presidente sobre mi decisión de no invitar al rey de España a mi toma de posesión. Me respondió que no era necesario que yo asumiera las discrepancias que él había tenido con la corona española. Le dije que, en primer lugar, yo estaba de acuerdo con el planteamiento que él había hecho al rey, y en segundo lugar, que ningún presidente debe pasar por alto que un gobernante o jefe de Estado de otro país trate con desdén a un presidente, y menos a alguien como él, tan profundamente querido por su pueblo. La ofensa del rey de España no fue sólo contra el titular del Ejecutivo, lo cual ya era inaceptable, sino también contra el pueblo de México”.