Por sugerencia del presidente José López Portillo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), entonces dirigido por el doctor Edmundo Flores, buscó la forma de apoyar a Vietnam por medio de instituciones y profesionistas en el campo de la ecología. Ese país había quedado devastado en 1975, luego de tantos años de intervención de Francia y Estados Unidos. Sus recursos naturales sufrieron severos daños por las decenas de miles de toneladas de bombas incendiarias que arrojó la aviación del vecino país.
Para ver la forma de concretar esa ayuda, el doctor Flores me pidió visitar Vietnam y evaluar el estado del medio ambiente. Con ese propósito, tuve con su embajador varias entrevistas a las que también asistió Manuel Becerra Acosta, director del diario Unomásuno, e interesado en publicar mis impresiones de la visita. En mi estancia vería al presidente Pham Van Dong y a Le Duc Tho (1911-1990), el talentoso diplomático que representó a su nación en las negociaciones con Estados Unidos que llevaron a la firma de los Acuerdos de paz de París en 1973.
Durante noviembre, recorrí las partes más afectadas ecológicamente en Vietnam: áreas forestales y de cultivo, ríos y sistemas de almacenamiento de agua destruidos. Igual aldeas y poblados, pero la población ya estaba poniendo en marcha la producción agrícola y estableciendo viveros para reforestación. Como informé al Conacyt a mi retorno, la ayuda ecológica no era primordial. Los vietnamitas tenían conocimiento ancestral de su entorno. Requerían apoyo tecnológico y financiero, y lo recibían de varios países.
Si destaco hoy esa visita es para recordar la entrevista que me concedió Le Duc Tho, a quien el presidente Ho Chi Minh designó principal negociador de la paz con Estados Unidos. Él “reunía las virtudes para tratar a un enemigo astuto e ingenioso”, según el legendario líder. Y cumplió su tarea con creces. Resalté entonces en el Unomásuno su afirmación de que ese acuerdo fue una forma de dar a Estados Unidos una salida decorosa de Vietnam, pues su derrota era inevitable.
También referí el motivo que tuvo para negarse a recibir el Nobel de la Paz que le concedieron junto con Henry Kissinger. Fue el único en rechazarlo. Su respuesta: la paz no existía en Vietnam. La agresión continuaba. Y además, no podía compartir tal reconocimiento con quien fue parte fundamental en la destrucción de su país, junto con el secretario de Defensa Robert McNamara y los presidentes Lyndon B. Johnson y Richard Nixon.
Hace unas semanas, Donald Trump dijo merecer dicha distinción por lograr la paz entre Israel y Palestina, y que no dárselo sería un insulto a su país. No lo obtuvo, pero aseguró que la elegida se lo dedicó a él porque era quien realmente lo merecía. Bien recordar hoy que el pasado 4 de febrero, cuando la muerte y destrucción estaban en su apogeo en Gaza por el ejército de Israel y el apoyo de Estados Unidos, Trump anunció que “tomaría el control” de esa franja. Y la reconstruiría.
Su proyecto: convertirla en una “Riviera de Medio Oriente”. Será, dijo, “un lugar tan magnífico”, donde residirá “gente de todo el mundo en una zona extraordinaria en el Mediterráneo”. A su lado, asentía sonriente Benjamin Netanyahu. Remató prometiendo “desmantelar todas las bombas sin explotar, nivelar el terreno, deshacernos de los edificios destruidos y allanar la zona para impulsar un desarrollo económico que genere una cantidad ilimitada de empleos y viviendas”.
¿Y los 2.3 millones de gazatíes? Trump propuso enviarlos a Jordania y Egipto, y al ser rechazada su propuesta, a Marruecos y los territorios autónomos de Puntlandia y Somalilandia. El magnate ignora el prestigioso pasado de esa franja palestina, que se remonta a la Edad de Bronce. Un oasis alabado por su gloria y estilo de vida; un puerto por el que transitaban las riquezas de Oriente, Arabia, África y el Mediterráneo. Que posee numerosos yacimientos arqueológicos hoy en peligro. Uno de ellos: el Monasterio de San Hilario, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Ignora además, que Gaza es crisol de antiguas culturas. Destacadamente, de la egipcia, asiria, babilónica, persa, griega, romana y otomana. Eso no le importa, tal como se desprende del plan de paz que propuso, pues incluye la reconstrucción de Gaza según los intereses de la gran potencia e Israel. Son de dominio económico-político, y no acorde con un Estado palestino soberano, integrado por todos los territorios hoy disgregados y agredidos.