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¿Otra sacudida financiera?

La información indica que la inversión en 10 grupos tecnológicos, incluyendo Open AI de Altman y xAi de Musk, ha llevado la valuación a una cantidad que se aproxima a un billón de dólares. Foto
La información indica que la inversión en 10 grupos tecnológicos, incluyendo Open AI de Altman y xAi de Musk, ha llevado la valuación a una cantidad que se aproxima a un billón de dólares. Foto Europa Press
27 de octubre de 2025 00:06

Puede haber indicios de las condiciones financieras que tiendan a provocar sobresaltos y aún crisis en los mercados de valores; en general esto tiene que ver con excesos especulativos y la acumulación de las deudas en segmentos relevantes de la economía. No se puede, en cambio, identificar el momento en el que estalle una crisis. 

De manera creciente se discute hoy sobre las tendencias observables que podrían llegar a conformar una significativa burbuja financiera, o sea, un episodio de especulación exacerbada. Esto ocurre en torno al acelerado proceso de generación de las tecnologías asociadas de modo genérico con la inteligencia artificial. Uno de los indicadores relevantes se centra en las elevadas valuaciones que han alcanzado en el mercado accionario las empresas que participan, derivadas del ansia de los inversionistas por obtener ganancias del potencial previsto de dichas nuevas tecnologías. 

La situación se ha referido al proceso ocurrido en el verano de 1999, cuando finalizó uno de los más largos episodios alcistas del mercado de acciones (bull market) asociado con las empresas de Internet. Ese episodio fue llamado la crisis de las “.com”, que desató la especulación sustentada en la expectativa de grandes ganancias basadas en una promesa de rentabilidad, pero que estaba disociada de la generación efectiva de ganancias. Se trataba pues de una “manía especulativa”, a la manera del patrón que propuso Kindleberger en su célebre libro Manías, pánicos y crisis. 

El caso es que el valor de capitalización del mercado de las empresas tecnológicas; es decir, el valor estimado al multiplicar el número de las acciones existentes por su precio, representa alrededor de 40 por ciento del total del valor de capitalización del índice S&P500, mismo que sigue el desempeño de las 500 empresas líderes en el mercado de valores de Estados Unidos. Este es un indicio relevante del riesgo que se está gestando. 

Según algunos análisis la situación actual de las empresas tecnológicas aún no se identifica por completo con las condiciones de alta especulación que entre 1995 y 2000 llevó a un incremento de cinco veces en el índice Nasdaq (que sigue la cotización de las empresas tecnológicas), antes de su drástico ajuste a la baja de 77 por ciento a fines de 2002. 

Aun con esa última consideración, el proceso vigente ahora sigue provocando un alza constante en la valuación. Sam Altman, presidente de la compañía Open AI, creadora de ChatGPT, declaraba hace un par de meses que había una sobrevaluación que creaba una burbuja financiera en el sector. Dijo: “Estamos en una fase en la que los inversionistas están demasiado excitados con la AI”. Su propia compañía llegó a principios de octubre a una valuación de 500 mil millones de dólares. Vale más que la empresa Space X de Elon Musk. Algo sabrá de lo que está pasando, siendo uno de los personajes muy visibles de la industria. 

La información indica que la inversión en 10 grupos tecnológicos, incluyendo Open AI de Altman y xAi de Musk, ha llevado la valuación a una cantidad que se aproxima a un billón de dólares (según se mide aquí, un trillón según la medida en Estados Unidos) en el último año. Se estima que los inversionistas han dirigido un monto del orden de 160 mil millones de dólares en ese mismo periodo en una tecnología cuya promesa aún no se plasma en ganancias efectivas. Esta consideración contrasta diametralmente con las expectativas que se han creado acerca del potencial de rentabilidad de la tecnología de la AI, que algunos consideran altamente transformadora y en un periodo de maduración relativamente corto. Se presta, además, a las operaciones especulativas. 

En Wall Street, los ejecutivos de bancos y otras firmas suelen afirmar que pueden conciliarse las posturas de las condiciones actuales con las esperadas, puesto que la inteligencia artificial es una verdadera tecnología transformativa, pero advierten sobre su potencial efecto de eliminación de puestos de trabajo. Reconocen, además, que algunas inversiones en el sector no serán rentables. Algunas apuntan ya a elevar de modo significativo los costos como sucede con la generación de electricidad que se necesita en abundancia para el funcionamiento de la IA. 

En todo caso, el entusiasmo de los innovadores, de los inversionistas y los bancos que gestionan las transacciones en esta industria parece no tener límites. Esta manera de ver el fenómeno tecnológico que está en curso apunta a las repercusiones sociales que tendrá, pero asume que la sociedad aprende a adaptarse. Está postura muestra la esencia de la estructura desigual de la sociedad. Es tiempo de cuestionar el modo esperable de adaptación y tomar previsiones. ¿Será este episodio de innovación tecnológica y adaptación similar a otros procesos ocurridos desde la Revolución Industrial en el siglo XVIII; y no sólo en el caso del mercado de trabajo, sino de un modo más extenso y profundo? Este es un debate que tiene muchas aristas. 

Gita Gopinath, quien el pasado agosto dejó su puesto de primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, ha señalado en un artículo publicado recientemente en The Economist que, sin duda, la innovación tecnológica está remodelando las industrias y que los inversionistas tienen razón en cuestionar si el actual entusiasmo acabaría provocando una fuerte corrección. De ser así, apuntó, las consecuencias serían más graves que las provocadas hace 25 años. Ofrece Gopinath una perspectiva negativa en la que estima que una corrección de la magnitud provocada por la crisis del “.com” podría ahora representar pérdidas de tipo extremo en términos del producto estadunidense. Hay más recursos involucrados ahora y, sobre todo, un menor espacio disponible de políticas públicas para una corrección; las consecuencias serían más severas en el entorno global.

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¿Otra sacudida financiera?

Se estima que los inversionistas han dirigido un monto del orden de 160 mil millones de dólares en ese mismo periodo en una tecnología cuya promesa aún no se plasma en ganancias efectivas.

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