“Silvio en concierto u otro que se parezca está bien para comenzar... sus canciones me hacen pensar...” Estos versos de “Sábado corto”, la balada de Pablo Milanés popularizada en los años 80, fueron el mantra de mi generación: salir a La Habana nocturna, encontrarse con amigos y con Silvio Rodríguez en algún barrio para saborear la dignidad literaria de una parte de la música popular cubana que ha luchado por hacer poesía con las letras de las canciones.
El trovador no actuaba en América Latina, fuera de Cuba, desde 2022, cuando cerró su itinerario regional con un concierto multitudinario en el Zócalo de la Ciudad de México ante más de 100 mil personas. Ahora vuelve al sur del continente, en un recorrido que comenzó en la Universidad de La Habana, siguió por Santiago de Chile y continúa el próximo sábado en Buenos Aires, con el primero de tres conciertos en el Movistar Arena –el mismo escenario donde “ladró” a sus anchas Javier Milei hace pocos días–. También se presentará en Uruguay, Perú y Colombia. Comparte su más reciente trabajo discográfico, Quería saber, y adelanta algunas piezas de su próximo álbum, Cualquiera que nace en Cuba, junto a obras emblemáticas de su repertorio ya conocidas.
Millones de latinoamericanos aprendimos más sobre la historia y, sobre todo, la sensibilidad de nuestros países escuchando las canciones de Silvio que en los textos de los grandes historiadores del complejo laberinto de la cultura. Muchos oímos música para encontrar a alguien o para que nos cuenten nuestra propia vida. La música de Silvio tiene esa doble virtud. Cuando uno tiene menos de 20 años –como yo cuando lo descubrí–, lo primero puede terminar siendo una certeza, pero, ¿y lo segundo? Se requiere de gran poder de síntesis, de imaginación y del fluido mágico de la música y la palabra que sólo puede alcanzar un trovador muy excepcional. Sólo algunos lo han logrado: Bob Dylan, Leonard Cohen, Chico Buarque, poquitos más y Silvio, desde luego.
Durante los años en que no existían las redes sociales, cuando las dictaduras del Cono Sur censuraban a diestra y siniestra, la música de Silvio viajaba en casetes que circulaban de mano en mano como acto de resistencia. Esos himnos clandestinos forman parte de la banda sonora secreta de una generación. Por eso, uno de los momentos más conmovedores de esta gira se produjo en Chile cuando interpretó “Te recuerdo, Amanda”, de Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet.
Para varias generaciones de cubanos ha sido lo más normal del mundo encontrar a Silvio en conciertos, presentaciones en la Casa de las Américas o encuentros –recuerdo los del patio de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, en mis años de estudiante– para escucharle en directo aquellas canciones con un torrente de imágenes siempre líricas y una música intimista que se renueva permanentemente. No ha cambiado su voz. Canta y describe con un tono nasal, pero también magnético, capaz de narrar mil historias fronterizas o cercanas que a veces no acaban bien, para crear imágenes que le pertenecen: un universo que él amuebla con lo que no sabemos expresar.
Con Silvio nos hemos emocionado durante años los que tenemos el corazón a la izquierda, “debidamente condenado por hereje”, como decía el poeta salvadoreño Roque Dalton, su amigo, a quien dedicó “Unicornio”. Hemos interpretado sus versos como nos ha dado la gana: misteriosos, simbólicos, épicos, surrealistas, sensuales. Los hemos incorporado a nuestra cotidianidad, al habla común, a lo que sufrimos y disfrutamos, a lo que imaginamos y a lo que carecemos. Silvio es Silvio para millones: en nuestra soledad y en nuestra alegría, en los deseos de sobrevivir y de cambiar el mundo, en el silencio y en la plaza abierta.
El “aprendiz”, el “necio” que se reconoce como parte de una revolución –la cubana– está de gira por América Latina. “Es un embajador de la izquierda y de la esperanza”, me decía una amiga, todavía conmovida por el concierto en la escalinata de la Universidad de La Habana, a fines de septiembre, donde comenzó este recorrido al que está llegando gente de todas las edades, sobre todo jóvenes. Sí: de una izquierda que ha logrado alejarse de lo panfletario y trazar una línea sutil entre el discurso político y el amor, entre lo reivindicativo y la integridad personal.
Silvio en concierto, a pocos días de cumplir 79 años, sigue siendo un lujo de la música y la poesía, un caudal que no se agota en sus sorpresas y matices, en la variedad de las canciones que canta y que aún seguimos descubriendo como novedades recién aparecidas.