La pasividad de los gobiernos de Latinoamérica respecto a la conducta criminal del gobierno de Estados Unidos al bombardear embarcaciones tanto en el mar Caribe como en el Pacífico alcanza ya niveles escandalosos. Ahora, con el intento de cierre del espacio aéreo venezolano, Trump perfila una amenaza para el resto de Latinoamérica que resulta difícil de ignorar, inclusive para un país como el nuestro, comprometido, sin reciprocidad, con la revisión preliminar del Tratado de Libre Comercio.
Pocos países, de tendencia política señaladamente progresista, de izquierda, han alzado su voz para condenar el salvaje atropello al derecho internacional de Trump, pero lo han hecho individualmente, lo cual tiene que cambiar por una posición colectiva; no importa si al principio son pocos quienes se unen, al final se aglutinará la mayoría de naciones dispuestas a rebelarse contra la tiranía, igual que vastos sectores de la sociedad norteamericana han comenzado la movilización dentro de su territorio.
Algunos elementos del acontecer internacional abonan la idea de presentar un frente común contra la arbitrariedad trumpista. Hace poco, con elocuente claridad, el presidente Gustavo Petro, de Colombia, mostró en la Asamblea de la ONU mucho del pensamiento y sentir de millones de latinoamericanos frente a esta nueva agresión del imperio cada vez más cerca de las costas venezolanas. Nuestra Presidenta también, con mesura, ha recordado una y otra vez que se lo preguntan, dentro o fuera de la mañanera, repitiendo los principios de nuestra política exterior.
Las recientes declaraciones de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, al hablar del genocidio Israelí contra Gaza, dio un paso adelante en la condena al régimen de Netanyahu, y exhibió una muestra de que las políticas de Trump no cuentan con respaldo de muchos sectores a nivel internacional, y sí con gran repudio.
Ahora hace falta que los gobiernos que señaladamente están por la paz y no por doblegarse, juntos hagan una declaración uniforme respecto a la retirada de los buques y efectivos armados cercanos a las costas venezolanas, y se denuncien ante la ONU las violaciones al derecho internacional, que ahora parece un concepto vacío, pero que necesita ejercerse para revivirlo. Por supuesto, aparejado todo esto con movilizaciones de los pueblos en favor de la paz.
Contexto real. La actual escalada del presidente Trump encuentra a las fuerzas populares latinoamericanas en una situación de desconcierto, pero con una vasta conciencia antimperialista que necesita moverse antes de que los estropicios del norteamericano lleven a situaciones más difíciles de revertir. Debemos defender a Venezuela tanto como a Colombia, Honduras, Nicaragua, Guatemala y Cuba, porque son parte sustancial de nuestra América.
Si Trump invade Venezuela, vendrán largos años de guerra porque en ese país no faltan hombres y mujeres patriotas que defienden un proyecto de vida comunitaria que no empezó con el chavismo, sino con la lucha por la independencia de Venezuela y que el genio estratégico del libertador Simón Bolívar llevó a buena parte del continente para lograr su liberación. Estos patriotas son herederos de los hombres y mujeres que acompañaron al libertador en la guerra y revolución de independencia de los pueblos de América. Poseen a su favor un proyecto que da fortaleza y poder a su política frente a la política rapiñera de Trump.
Por muchas razones, México está en las mejores condiciones de llamar a las naciones que están por la paz a una acción más decidida. La principal razón es que la presidenta Claudia Sheinbaum cuenta con un consenso favorable en el ámbito internacional por la conducción que ha hecho al gobernar tratando de resolver problemas por la vía legal y pacífica. Su voz en favor de la paz será escuchada por el resto de los mandatarios. Por supuesto, las relaciones de México con Estados Unidos entrarían en un nivel de tensión mayor. Pero lo que viene si Venezuela se ve obligada a defender su territorio resultaría peor para México.
Nadie ha dicho que es un camino fácil, pero la primera regla al enfrentar una tiranía es no equivocarse de estrategia creyendo que mediante concesiones puede conformarse. Recuerdo el episodio del general Lázaro Cárdenas al instalarse en La Habana durante la crisis de los misiles en 1962, y la visita del presidente López Portillo en 1980 para refrendar el apoyo a Cuba, y más reciente, en medio de amenazas a la isla, el reconocimiento al gobierno de Cuba del presidente López Obrador. Esto nos habla de la solidaridad que define al mexicano. Este es el mejor momento para entrar a la arena donde se decidirá el futuro próximo.
*Profesor de El Colegio de Sonora