Como decíamos en nuestro artículo anterior en La Jornada, son diversos los eventos importantes que nos motivan a dar nuestro punto de vista. Es abrumadora la situación que hoy vivimos. Y las perspectivas las observamos desde el optimismo, o del desaliento, de acuerdo con la situación económica y política en la que nos encontremos.
Creemos que es justamente ahora cuando estamos en una transición poco considerada por la minoría oligárquica del país. Pero, sin duda, el rumbo al cambio continúa.
Nuestra forma de vida depende totalmente de la conciencia que sigamos desarrollando. No será posible que la totalidad de la población adulta se percate de la importancia de este cambio. Es por eso que en las escuelas tienen la responsabilidad de informar y formar bajo principios sólidos a la población estudiantil, incluso desde prescolar.
Somos testigos de las calamidades que está provocando entre la población el gobierno pro fascista, pero, además, sumamente ignorante, como el del republicano Donald Trump.
Ya podemos decir, con seguridad, que el de Estados Unidos de América es un régimen totalitario; ya ha sentado las bases el actual presidente. Continúa diseñando el teatro de operaciones, administrando las mentiras, dosificando el fascismo en ciernes y tomando por asalto el Estado de derecho de su país.
No respeta su Carta Magna ni lo hará en lo que falta de su administración. Ya midió fuerzas con la comunidad internacional y el capricho por “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” es la consigna que está en la mira. Por supuesto, sobre la base de su ideología empresarial y economía del dominio absoluto, sometiendo a quien se le dé la gana.
Si creímos que las medidas económicas reduccionistas de Milei, con su sierra eléctrica, eran una locura, nos equivocamos. El ejercicio que el presidente de Estados Unidos logró con la complicidad del otro presidente, el de Argentina, fue un éxito.
Trump quiere reducir al gobierno lo más que se pueda y lo más pronto posible para seguir tomando por sorpresa a una sociedad estadunidense fuera de combate, por lo menos hasta ahora. Aparentemente, no está reaccionando ante las medidas totalitarias que está tomando el presidente de derecha, quien ondea una bandera pacifista.
La crisis económica que se avecina para nadie será una sorpresa. Miles de personas ya han perdido su empleo. Mañana, otras más no tendrán trabajo y tampoco un sustento seguro para sus familias. ¿Podrán rebelarse en corto tiempo?
Las marchas, mítines y otras expresiones de protesta tienen sin cuidado al presidente porque las fuerzas armadas están a su favor. Tiene en sus manos a los medios de comunicación y cuenta con artimañas bélicas para no permitir que ningún movimiento social lo expulse del poder.
Qué lejos está el macartismo de ser un modelo de dominación a seguir por la élite republicana. Este periodo de represión de los años de la posguerra resulta un juego de niños. Joseph McCarthy, senador de filiación republicana, sembró el terror entre la población. Cualquiera podía ser víctima de la maquinaria aniquiladora de la libre creencia política y de la libertad de expresión.
La sospecha macartiana de los años 40, como en la actualidad, es la principal fórmula para la acusación directa. ¿Quién se atreverá a señalar a Trump de macartista? El mandatario hace negocios con los comunistas chinos, habla con ellos, llega a acuerdos, los odia porque les debe dinero. También se pelea, les reclama y, eventualmente, se reconcilia, pero sigue siendo su enemigo potencial.
Hoy la acusación más clara es que Estados Unidos ha cambiado, pero hacia lo más retrógrado, oscuro y fascista. La democracia, la libertad, el libre comercio abierto y civilizado, la industria moderna pujante, ya no son parte de las características de aquella nación a la que el mundo quería imitar.
No obstante, esperamos con anhelo revolucionario, y apelando a la inteligencia y sensatez de la oposición ciudadana, que la sociedad estadunidense se libere de tal amenaza totalitaria. Ya demostró Donald Trump que es capaz de cualquier crimen con tal de continuar en el poder hasta que una dictadura se lo permita, aun pisoteando su Constitución.
Colaboró Ruxi Mendieta
Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará