Lido di Venecia. ‘Aún es de noche en Caracas’ se une a la larga lista de filmes latinoamericanos que encuentran en Venecia un escaparate mundial. Para el público mexicano, el estreno tiene un valor doble: por su contribución como coproductor y por la cercanía de los temas de migración, pérdida y violencia que trascienden fronteras
México figura en los créditos como coproductor, lo que refuerza un puente cultural con Venezuela en la Mostra. Redrum es un compañía mexicana que ya ha respaldado proyectos en festivales internacionales, en cooperación con productoras venezolanas, lograron materializar un rodaje de alto impacto político y emocional.
La cinta es un co-realización entre dos cineastas latinoamericanas, Mariana Rondón de Venezuela y Marité Ugás de Perú; esta coproducción con México desde la primera proyección en la sección Spotlight, conmovió al público por su crudeza y poesía.
La cinta está inspirada en la novela La hija de la española de Karina Sainz Borgo, reconocida escritora de lo que se ha denominado la diáspora venezolana; sus obras han sido traducidas a múltiples lenguas.
Filme rodado en México
La cinta fue rodada completamente en México, el estado de tensión que vive el espectador de la mano de la protagonista Adelaida -interpretada por la actriz colombiana Natalia Reyes- es permanente, siempre en la incertidumbre de lo que pueda ocurrir en medio de el caos en que se encuentra la ciudad.
La trama discurre de la mano de Natalia una mujer de 38 años, hija única que tras sufrir la pérdida de su madre por cáncer, enfrenta el despojo de su propio hogar en una Caracas convulsionada por las protestas de 2017 el país se encuentra en un absoluto caos producto de la violencia política.
Sin refugio posible, debe ocultarse en el apartamento contiguo de su vecina Adela Peralta donde descubre que esta ha fallecido; se ve forzada a deshacerse del cadáver para poder sobrevivir mientras observa desde la ventana del departamento, la ola incontrolable de violencia que acosa al país al tiempo de observar la violación a su espacio físico por parte de un grupo de mujeres que se auto nombran defensoras de la revolución en Venezuela.
En medio del caos, incursiona un joven hijo de una amiga de ella a quien se daba por muerto; en un angustiante encierro cargado de miedo, desconfianza y resistencia.
Inspirada en la novela La hija de la española de Karina Sainz Borgo, la cinta narra la odisea íntima de Adelaida —interpretada con intensidad por Natalia Reyes—, una mujer de 38 años que, tras perder a su madre, enfrenta el despojo de su propio hogar en una Caracas convulsionada por las protestas de 2017.
Sin refugio posible, debe ocultarse en el apartamento contiguo, donde descubre un cadáver y se ve forzada a convivir con un joven desconocido en un encierro cargado de miedo, desconfianza y resistencia, encuentra la posibilidad de usurpar la personalidad de la vecina fallecida, hija de inmigrantes españoles.
En un país sin límites a la hora de falsificar cualquier documento de identidad, logra conseguir un pasaporte español para salir del país.
El sostén emocional de la protagonista son recuerdos de su infancia con su madre y los momentos de felicidad con su pareja fallecido víctima de la violencia interpretado por el actor Edgar Ramírez. Completan la cinta imágenes de archivo sobre las protestas y la represión en Caracas.
Las cineastas emigraron de Venezuela desde hace más de una década. Al enfrentarse a la novela de Sainz Burgo, encontraron un componente importante de identificación respecto a su propio destino fuera de su país: En conferencia de prensa cimentaron “Venezuela es una de las diásporas más grandes de América, se trata de más de ocho millones de personas desplazadas”.
Mariana Rondón y Marité Ugas denominaron su trabajo como una muestra más de resistencia al arriesgarse a filmar la memoria de la violencia y el desarraigo “Queríamos decirle al mundo que aún es de noche en nuestro país, aunque se quiera olvidar”.
Voces de la diáspora
Rondón y Ugás, radicadas fuera de Venezuela desde hace más de una década, encontraron en la novela una resonancia personal: “Pertenece a una de las diásporas más grandes de América: más de ocho millones de personas desplazadas”, dijo Rondón durante la conferencia en el Lido. Ambas cineastas remarcaron que filmar la memoria de la violencia y el desarraigo era también un acto de resistencia: “Queríamos decirle al mundo que aún es de noche en nuestro país, aunque se quiera olvidar”.