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PIB: indicador desfasado

30 de mayo de 2025 07:37

En su última reunión de política monetaria, los integrantes de la junta de gobierno del Banco de México (BdeM) coincidieron en que la actividad económica nacional pasa por un periodo de estancamiento y existe la posibilidad de que se materialice una ligera recesión. Tal apreciación coincide con el recorte de su estimado del crecimiento del producto interno bruto (PIB) para 2025 a 0.1 por ciento desde un pronóstico previo de 0.6, bajo la óptica de que "a la debilidad que ha venido mostrando la economía mexicana ahora se suman los significativos retos para la economía global a causa de la política comercial de Estados Unidos".

Los dirigentes actuales del banco central no han dado motivos a la ciudadanía ni a los agentes económicos para cuestionar el profesionalismo y la imparcialidad con que acometen sus funciones, por lo que cabe asumir que sus estimaciones se encuentran dentro de un margen de error razonable. Sin embargo, es inevitable contrastar las mediciones de datos concretos y los pronósticos que hablan de una debilidad persistente de la economía mexicana con otros indicadores según los cuales la situación no sólo no es de atonía, sino de una bonanza que se puede calificar justamente de histórica.

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que elabora del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la pobreza laboral cayó a 33.9 por ciento, su nivel más bajo desde que se lleva registro.

Por otra parte, el propio BdeM y la Secretaría de Economía anunciaron en febrero de este año que durante 2024 ingresaron al país 36 mil 872 millones de dólares por concepto de inversión extranjera directa (IED), también récord desde que se maneja este indicador en 1999. En el primer trimestre de 2025, ya con Trump en la Casa Blanca, la IED ascendió a 21 mil 400 millones de dólares, otra marca para periodos comparables.

Para quienes desconfían por sistema de los datos provistos por las autoridades mexicanas, puede citarse el Reporte Económico de América Latina y el Caribe elaborado por el Banco Mundial en el cual se asienta que México es el país de la región con la mayor reducción de la pobreza en el periodo de 2018 a 2023, es decir, en el que analistas y opinadores de derechas ubican la gran "catástrofe" del "populismo".

La conclusión de este cruce de cifras parece clara: el crecimiento del PIB es un indicador insuficiente e incluso distorsivo para reflejar las condiciones económicas de los trabajadores y las empresas reales. La categoría de fetiche que ha cobrado el PIB responde a la compulsión neoliberal de rechazar cualquier medida orientada a reducir la desigualdad y a establecer políticas públicas de redistribución de la renta. Así, se ha insistido en que la única manera de acabar con la pobreza consiste en generar nueva riqueza, y en que distribuir la existente distorsiona el mercado y es fuente de todos los males.

El caso mexicano no es el único ejemplo de que ese dogma se encuentra totalmente errado: todas las naciones desarrolladas de la actualidad lograron sus niveles de bienestar a través de una combinación virtuosa de economía de mercado y Estado de bienestar. Por ello, vale la pena contemplar indicadores alternativos como el índice de desarrollo humano –creado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo–, el índice de progreso real o genuino o el índice de bienestar económico sostenible, los cuales contabilizan indicadores que la economía ortodoxa soslaya como "externalidades", por ejemplo, el impacto ecológico de las actividades humanas.

Seguir mirando los altibajos del PIB como termómetro absoluto de la economía implica rendir la realidad ante la abstracción, ignorar las condiciones verdaderas que las personas experimentan en sus vidas cotidianas y pasar por alto los efectos de la actividad sobre el medio ambiente y los sectores vulnerables.

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