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La muestra

28 de marzo de 2024 07:39

Una zona de interés. La llamada frontera verde es un área de exclusión entre Bielorrusia y Polonia, punto de cruce para miles de refugiados provenientes en su mayoría de Siria y Afganistán, que huyen de las atrocidades del Estado Islámico. La realizadora polaca Agnieszka Holland (Cosecha amarga, 1985; Europa, Europa, 1990) ha elegido justo ese lugar emblemático para ambientar ahí, en un 2021 marcado por un aumento de flujos migratorios y la crisis de covid, La frontera verde (Zielona granica, 2023), largometraje de ficción con un toque documental que describe las tribulaciones de una familia siria en su intento por llegar a Suecia, donde es esperada por familiares, utilizando como punto de ingreso a la Unión Europea una Polonia que en esos momentos presume de ser una generosa tierra de asilo.

Pronto, Amina (Dalia Nous), madre de dos pequeños, y Lelia (Behi Djanati Atai), compañera de viaje, profesora de inglés y refugiada afgana, descubren que la supuesta hospitalidad esconde en realidad una trampa mortífera. Las policías fronterizas de los dos países rechazan por igual a los refugiados y se los devuelven mutuamente luego de despojarlos de sus pertenencias, no sin antes someterlos a humillantes tratos racistas.

Esa mercancía migrante rechazada, en la que se transformó el grueso de refugiados, fue en realidad un instrumento de presión utilizado por el autócrata bielorruso Aleksandr Lukashenko para castigar a la Unión Europea por sanciones económicas en su contra.

La desafortunada estrategia política sólo reactivó y agudizó sentimientos de recelo y xenofobia en ambos lados de la frontera.

La cineasta recrea ahora ese episodio de horror en un blanco y negro que difumina las coordenadas temporales: todo podría transcurrir en momentos muy duros en cualquiera de las dos viejas guerras mundiales, pero también, en estos momentos, en la franja de Gaza, nueva zona de interés para una potencia depredadora.

Este efecto de atemporalidad –recordatorio del caracter cíclico de una tóxica intolerancia racista–, permite a los espectadores conectar muy bien con los señalamientos políticos de la película. Y también con el doble patrón en la tibia respuesta de Occidente frente al horror, pues La frontera verde coloca como un contrapunto a las injusticias que relata, la calurosa acogida incondicional que Polonia reservaría un año más tarde a los miles de refugiados ucranios que huyeron de la embestida militar rusa contra su país.

Exhibir de modo tan elocuente y directo la hipocresía moral de la diplomacia europea suscitó por supuesto reacciones muy polémicas. El peso de la actualidad política era evidente. Agnieszka Holland sólo refrendaba aquí la congruencia de su ya conocido compromiso humanista y su propia vitalidad artística, a los 75 años todavía infatigable.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional Xoco, a las 12:30 y 17:45 horas.

X: @CarlosBonfil1

 


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