Ciudad de México. Y que se arma el slam en la 25 feria del libro del Zócalo. La Tremenda Korte convocó este viernes a una legión de centenas de chavos —y no tan chavos— ávidos de cantar hasta desgañitarse, contonear sus adolescentes humanidades, fundirse entre ellos en lúdicos empellones y madrazos al ritmo de la música, saltar y gritar desaforadamente. De disfrutar, pues, hasta donde la intensidad de su primaveral energía se los permitiera.
Los refulgentes y festivos metales de esa agrupación musical mexicana –cuyo nombre rinde homenaje al otrora famoso programa de radio cubano— marcaron la ruta de un ska siempre festivo y de alegría contagiosa que hizo vibrar a propios y extraños, incluso a algunos adultos mayores que transitaban por el lugar y varias de las familias que recorrían los módulos de la feria en busca de algún descubrimiento editorial.
El interior de la carpa “Vamos Patria a caminar, yo te acompaño: Otto René Castillo” era un hervidero. Literal. La temperatura se percibía varios grados centígrados por encima a la de la intemperie. A ello se sumaba un olor a euforia y a aglomeración humana enardecida.
Una hora justa fue la que brindó esa tremenda agrupación, sin nada de cortes, para el regocijo de una banda siempre participativa y dispuesta a gozar, en un ánimo y ambiente de cordialidad y fiesta.
Incluso, entre ese avispero juvenil se encontraban varias madres adolescentes con criatura en brazos o pequeños sobre los hombres de sus progenitores, contagiados del frenesí del momento.
Casi para cerrar la tocada, desde esa frenética multitud se desprendieron chiflidos y gritos con mentadas de madre cuando desde un micrófono una voz femenina alentó a mandar saludos a la migra.
La feria debía proseguir con sus actividades. Los partícipes de esa ritual musical y dancístico se resistían a que el concierto concluyera: querían continuar cantando y chocando sus cuerpos entre sí en ese baile colectivo que es el slam.
Sin embargo, respetuosos con el tiempo de los demás participantes de la feria del Zócalo, los integrantes de La Tremenda Korte avisaron que concluirán su actuación con uno de sus grandes éxitos: Tres patines, que fue coreada sin pudor y con mucha estamina por esos cientos que desbordaban el foro.
Concluyó la sesión musical y esos jóvenes y adolescentes que hacía unos momentos saltaban jubiloso como chapulines en comal desalojaron la carpa en marabunta, en una ordenada estampida.
No fueron pocos los chavos que dejaron el lugar con huellas visibles de la epopeya: desnudos del torso y sudorosos, los rasguños se extendían por diversos puntos de su geografía corporal.
Una batalla-mitote más. La gloria y una inocultable satisfacción los acompañaba. “¡Estuvo rechingón, poca madre!, reseñó a sus cuates uno de esos jóvenes de rostro aún aniñado, mientras sonriendo se secaba el sudor con su playera y se dirigía con ellos hacia la estación del metro.