Acapulco, Gro. La tarde del miércoles marcharon por la franja turística del puerto, miembros de la Unión de Payasos de Acapulco.
Con motivo del Día internacional del Payaso, que se conmemora el 10 de diciembre, payasos acapulqueños expresaron que un día sin sonreír es un día perdido en la vida.
Gonzo el payaso, quien es uno de los portavoces de la agrupación, mencionó que "pase lo que pase debemos olvidar los problemas, siempre van a existir los problemas, no es que no tengan importancia".
Sin embargo, Gonzo enfatizó que "la vida es una y hay que ser felices, un día sin sonreír es un día perdido, tenemos que sonreír también nosotros", recalcó.
Relató que "el día que estoy triste mejor no voy a trabajar", y subrayó que cuando tiene una presentación como payaso, se dedica a ello como si fuera el último día de su vida.
Gonzo el payaso platicó que tiene más de 10 años viviendo en Acapulco.
Explicó que con motivo del Día del payaso a nivel internacional, el lunes visitaron Chilpancingo, el martes estuvieron en la colonia Ciudad Renacimiento de Acapulco, y ahora en la franja turística del puerto, donde unos 100 mimos de todas las edades, incluso familias que por generaciones han divertido a la sociedad acapulqueña en espectáculos y festejos infantiles, participaron en la movilización, realizada en medio de una gran algarabía, silbatinas, colores y música de los 70 y 80.
Gonzo recalcó que también le tocó vivir en Acapulco el huracán Pauline en 1997, después el Ingrid y Manuel en 2013, el Boris, la violencia, pero la ciudad siempre ha salido adelante.
La caminata de los payasos inició alrededor de las 5 de la tarde en la glorieta de la Diana, con dirección al parque Papagayo.
Y como hasta en los festejos de los payasos hay estricta seriedad, la marcha de los payasos arrancó a ritmo marcial, con la presencia de la banda de guerra del Colegio de Bachilleres número 32 de Acapulco, que acompañó al alegre cortejo hasta el parque Papagayo.
Durante la marcha, los payasos regalaron golosinas a cientos de personas y trabajadores de establecimientos de la avenida Costera, quienes al paso de los payasos, tomaron fotografías, posaron para las selfies, aplaudieron, sonrieron, incluso hasta se hicieron acompañar por las bocinas de automovilistas, sin importar la carga vehicular vespertina,
Por unos momentos, la Costera dejó de ser signo de reproche, reclamo y estrés, para dar paso por al menos unos instantes, a una euforia inusual, inesperada y escasamente vivida en las vías públicas del puerto en los últimos meses.