Eduardo Galeano escribió que hay fuegos que alumbran y fuegos que arden. Algunos se ven desde lejos, iluminan una plaza llena y condensan un momento histórico. Otros sostienen la vida cotidiana sin llamar la atención. Cuando en el Zócalo la Presidenta habló de profundizar la transformación, en salud esa frase apunta a ese segundo fuego, el que arde todos los días en el sistema público.
En salud, esa expresión tiene un sentido preciso, exigente y profundamente estructural: corregir de raíz las desigualdades que el propio sistema reprodujo durante décadas. Para el IMSS-Bienestar, profundizar la transformación significa ir más allá de la eficiencia administrativa y convertir la reforma en una política efectiva de equidad.
Durante años, en México y en buena parte del mundo, la reforma sanitaria se entendió sobre todo como un ajuste técnico, orientado a reorganizar el financiamiento, introducir incentivos, optimizar procesos y elevar indicadores, muchas veces sin cuestionar la orientación profunda del sistema. Davidson Gwatkin mostró desde temprano que ese tipo de reformas, aun cuando ampliaron servicios y mejoraron algunos resultados, no beneficiaron proporcionalmente a quienes más lo necesitaban. Incluso los servicios públicos pensados para atender a la población más pobre terminaron siendo utilizados en mayor medida por los sectores con más recursos. La inequidad no fue una falla marginal, sino el resultado previsible de la arquitectura del sistema.
Profundizar la transformación exige reconocer ese límite histórico. No basta con ofrecer paquetes de servicios ni con multiplicar programas paralelos. Es indispensable cambiar la orientación del sistema en su conjunto y construir un modelo que nazca desde el territorio, se organice alrededor de la atención primaria, garantice gratuidad real y homologue derechos. Ese es el sentido estructural del IMSS-Bienestar.
IMSS-Bienestar no es un programa asistencial ni un agregado marginal. Es la apuesta del Estado mexicano por un sistema público unificado para quienes históricamente quedaron fuera: personas sin seguridad social, comunidades rurales, población indígena y periferias urbanas. Profundizar la reforma en salud significa consolidar esta institución como columna vertebral de la equidad.
¿Y qué implica esto en términos concretos? Implica gratuidad efectiva para que nadie deje de atenderse por falta de dinero. Implica homogeneidad en la atención para que recibir un tratamiento oportuno y adecuado no dependa del lugar donde se nace o se vive. Implica organización territorial para articular redes de servicios que partan del primer nivel y se sostengan con abasto regular de medicamentos esenciales y personal suficiente. Implica trato digno, porque sin trato digno no hay equidad posible.
Esa orientación del sistema también se expresa en decisiones técnicas muy concretas. La Presidenta lo recordó en el Zócalo cuando aludió, sin nombrarlo, a un principio central de la salud pública que se ha convertido en piedra angular de la política actual: lo importante no es acumular marcas ni saturar los catálogos con medicamentos que no son esenciales, sino contar con los correctos, disponibles para todas y todos. La selección racional de medicamentos y las Rutas de la Salud no son medidas logísticas aisladas, son instrumentos de equidad. Definir qué debe estar en el primer nivel, garantizar su gratuidad y asegurar su llegada regular hasta el último territorio corrige desigualdades históricas en el acceso a tratamientos.
La evidencia muestra que las desigualdades no se corrigen solas y que requieren decisiones políticas profundas, sostenidas y deliberadas. Gwatkin advirtió que, si las reformas no se diseñan explícitamente para beneficiar a los que menos tienen, terminarán favoreciendo de nuevo a los sectores con mayores recursos. De ahí la necesidad de una nueva generación de reformas orientadas a la equidad, más ambiciosas que las de los años noventa.
Hoy, IMSS-Bienestar encarna esa posibilidad. Profundizar la transformación no significa quedarse a mitad del camino, porque se requiere federalizar, integrar, ordenar y expandir capacidades donde nunca las hubo. Significa asumir la salud como un derecho social y como una función indelegable del Estado.
Y volvemos a Galeano. El Zócalo seguirá siendo el fuego que alumbra, aunque la verdadera medida de la transformación habita en ese otro fuego que arde todos los días, silencioso, en una clínica, en un hospital, en una consulta gratuita y digna. Profundizar la transformación es hacerse cargo de ese fuego. Es ahí donde la equidad deja de ser promesa y se vuelve experiencia.
*Director general del IMSS-Bienestar