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¿La fiesta en paz?

26 de octubre de 2025 08:40

En una mesa de amigos un periodista de muy altos vuelos sentenció: “Las cosas serias no tienen cabida en una sociedad que no es seria”. “Exacto, es como las ideologías sin ideas pero con frases de efecto”, añadió otro. “Más bien es el destino de engaño y autoengaño que los seres humanos cargamos desde que hemos pisado la tierra”, intervino una que iba al baño y regresó. “Pero hay países donde el sentido común se vuelve ciencia, o pregúntenle a América Latina y su ingrato deambular por las despistadas rutas de unas democracias donde los partidos políticos se convirtieron en empresas”, volvió a intervenir el periodista. “Por eso en algún congreso en Sudamérica me atreví a decir que la democracia más atrasada de Latinoamérica era la de México, habida cuenta de la prolongada dictadura que ejerció el PRI, sostuvo un estudioso”. “Oigan, y ¿qué pero le ponen a la mediocre oposición de este sistema de partidos acostumbrado a obedecer?”, preguntó un viejo mesero que los atiende hace décadas.

“Los partidos políticos son increíbles consigo mismos y con la ciudadanía, por no hablar de la triste similitud entre ambos. Los primeros con el cinismo como bandera y los segundos con un valemadrismo conmovedor tras constatar, durante años, que democracia no mata ineptitudes, gracias a esa coincidencia de sendos roles devaluados: como militantes buscan colocarse y ascender sin ocuparse de servir; como ciudadanos se acostumbraron a vivir en un país poco amable con sus habitantes. Ambos se corresponden: los partidos más que servir ofenden con sus proclamas; la ciudadanía comprueba, a diario, su añeja indefensión ante las élites y su falta de respeto por el pueblo”, observó el más viejo de la mesa.

“Vean dónde están el PRI Y EL PAN, tan aguerridos y buscadores de la soberanía y el bien común mientras saborearon el poder presidencial. Hoy, son cadáveres gritones de partidos que traicionaron sus principios por falta de convicción y exceso de ambición”, añadió el investigador. “No es sólo cuestión de épocas, sino de talento y sensibilidad. El presidente Cárdenas no tuvo inconveniente en apoyar con el pasaje de regreso a los toreros mexicanos expulsados de España en 1936. En cambio, de De la Madrid a Peña pareció que estos mandatarios gobernaban para anglosajones antitaurinos, acatando las directrices neoliberales del imperio –librempresismo autorregulado y descuido de la inversión pública– desentendiéndose por completo de una valiosa expresión identitaria de cinco siglos como la tauromaquia”, expresó el estudioso.

Los que se llevaron la medalla a la indignidad fueron los blanquiazules Fox y Calderón que, para no desentonar de sus antecesores y no obstante ser aficionados, tampoco se ocuparon de la fiesta de los toros durante sus respectivas administraciones, menos de ver por su oportuna vigilancia. ¿Qué obtuso poderoso les ordenó empezar a prohibir esta genuina expresión mexicana? ¿El mismo que lo impuso a los tricolores? ¿Congraciarse acatando órdenes del Consenso de Washington y del pensamiento único? ¿Afán de medio modernizar su gobierno omitiendo toda alusión a la tauromaquia y siguiendo la ventolera animalista?

En todo caso, el humanismo simplificador enarbolado por Morena y sus protectores de animales a rajatabla sólo confirma que, por lo menos en materia taurina, los partidos políticos de México siguen siendo exactamente iguales, identificados por su falta de autocrítica que se traduce en insensibilidad política disfrazada de demagógica consideración por los seres sintientes, excepto en rastros y mataderos. Por lo pronto, el gobernador priísta de Coahuila, en la línea de la dinastía Moreira, demolerá la plaza de toros Armillita, de Saltillo, para convertirla en foro de espectáculos multiusos. Eso es progreso, salvajes.

Imagen ampliada

¿La fiesta en paz?

Los partidos políticos, iguales en su unánime desinterés por la tradición taurina de México.

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