Desde que son niñas, las mujeres mexicanas dedican 80 minutos más que los niños a las labores domésticas y de cuidados, lo que les ocasiona cansancio físico y emocional, así como menos tiempo para jugar y asistir a la escuela, informó el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (Copred) de la Ciudad de México.
En el marco del Día Internacional de la Niña, celebrado ayer, la dependencia citó cifras de 2025 del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que refieren que las niñas y adolescentes en México dedican en promedio 3 horas con 13 minutos diarios al quehacer en casa y de cuidados no remunerados, mientras los varones lo hacen una hora con 52 minutos.
Esto indica que las niñas “trabajan” más que los niños en las tareas del hogar. Como resultado de esta brecha en el uso del tiempo de infantes y adolescentes por género, “tenemos un impacto diferenciado en que las niñas cuentan con menos tiempo para jugar, asistir a la escuela o disfrutar de su tiempo de descanso y esparcimiento”.
Desde pequeñas sufren condiciones difíciles
Todo lo anterior se suma a las circunstancias de opresión que viven ellas, producto de múltiples formas de discriminación como el sexismo, clasismo y gordofobia, además de la violencia física y sexual a la que están expuestas.
Eso forma parte de las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres desde pequeñas y que obstaculizan su acceso a la educación, al cuidado, al descanso, al esparcimiento, al libre desarrollo de la personalidad hasta la gestión menstrual digna, que implica el acceso a productos de higiene, información científica y libre de prejuicios y servicios de salud de calidad.
Ante eso, el Copred pidió a las autoridades fortalecer las acciones orientadas a promover una cultura de igualdad y no discriminación que ponga en tela de juicio los estereotipos de género y sus impactos en los proyectos de vida de niñas y adolescentes.
Agregó que es necesario concientizar desde la infancia sobre la distribución equitativa del trabajo doméstico y de cuidados en los hogares, así como contribuir en la construcción del sistema de cuidados desde una perspectiva antidiscriminatoria.
Eliminar la violencia y el acoso en todos los ámbitos, robustecer la educación incluyente, científica, laica y accesible son aspectos importantes “para dejar de perpetuar la desigualdad de género y promover la participación de niñas y adolescentes en las decisiones que afecten su vida. Es decir, considerarlas en la elaboración de políticas públicas”.