En un 2025 marcado por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, Marco Rubio ha destacado como una de las voces más enérgicas de una diplomacia que prioriza el Make America Great Again por encima de todo.
Marco Rubio, confirmado en enero tras una audiencia donde mencionó tres puntos importantes con respecto a la relación con México: 1) violaciones a acuerdos comerciales, 2) el flujo migratorio no mexicano a través de México y 3) la violencia de cárteles que “representa una amenaza para la seguridad y soberanía del Estado mexicano”, no ha escatimado en declaraciones que dan cuenta de una confrontación abierta.
Esta crítica no es nueva, ya en su época como senador, en febrero de 2023 a través de su cuenta de X, afirmó: “los informes de México este fin de semana muestran la amplia desconfianza que los mexicanos tienen en las reformas electorales de AMLO que destriparán al @INEMexico” haciendo referencia al recelo que, desde su perspectiva, muestra gran parte de la población en nuestro país hacia las decisiones del ex presidente.
También en marzo de 2023 arremetió contra el ex presidente Andrés Manuel López Obrador por no usar la fuerza contra “agrupaciones narcoterroristas”, afirmando que “grupos criminales organizados, no el gobierno, controlan grandes porciones de un país importante” y aunque actualmente la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha intensificado arrestos, más de 200 líderes de cárteles en 2025, Rubio continúa insinuando que persisten las relaciones desde hace largo tiempo entre autoridades y criminales, erosionando la confianza bilateral.
¿Es México un aliado o un Estado influenciado por narcos? La respuesta a la pregunta es compleja sobre todo bajo un contexto donde la tensión entre nuestro país y Estados Unidos ha crecido considerablemente, y es que fiel a su carácter dominante y a sus firmes convicciones, el secretario de Estado no ha escatimado en declaraciones que, aunque parecieran reconocer la “cooperación” entre ambas naciones, en realidad son un golpe directo al gobierno de México Incluso en su rueda de prensa del 2 de septiembre desde la Base Aérea de Homestead, antes de volar a nuestro país, mencionó: “el presidente va a pasar a la ofensiva contra los cárteles de drogas, sin importar dónde operen ni cuánto tiempo hayan actuado con impunidad. Esos días terminaron”.
Lo anterior no quedó en una promesa difusa, al día siguiente el secretario de Estado mencionó: “la interdicción no funciona [...] Lo que los detendrá es cuando los hagamos explotar, cuando uno se deshace de ellos”, refiriéndose al hundimiento de un buque narco venezolano en el Caribe que dejó 11 muertos, dejando abierta la ventana a posibles ataques unilaterales hacia otras naciones y rutas, ya que considera que interceptarlos no es suficiente, prefieren, como nación, eliminarlos antes de verlos inundar sus calles con más drogas.
Ese mismo 3 de septiembre en conferencia conjunta con el canciller Juan Ramón de la Fuente, describió al narcotráfico como una “amenaza a la seguridad nacional de México y EU”, equiparándolos a grupos como Hezbollah y prometió “desmantelar el crimen transnacional” mediante cooperación reforzada.
Rubio ha insinuado que, sin reformas mexicanas, EU actuará solo, recordando las “concesiones” por parte de México que Trump ha forzado en migración y armas. “No permitiremos que un cártel se haga pasar por gobierno en nuestro hemisferio”, posteó en su red X, una declaración que fue una acusación directa al presidente Nicolás Maduro y su implicación en el denominado cártel de Los Soles, pero que también resuena como una amenaza a la autonomía mexicana.
Es innegable que Marco Rubio se ha convertido no sólo en un colaborador estratégico del presidente Trump, sino además un leal y férreo defensor del Make America Great Again; incluso en mayo, ante el Comité de Asuntos Exteriores del Senado, defendió los recortes presupuestarios como una “reorganización” que no aísla a EU, sino que lo fortalece y por supuesto que enfatiza el MAGA como agenda hemisférica: busca sellar fronteras, revertir la invasión migratoria y priorizar el crecimiento de Estados Unidos. Es así que Marco Rubio se ha mantenido firme con la visión del presidente Trump desde aranceles contra aliados que compren petróleo ruso hasta ataques preventivos contra narcos en toda Latinoamérica.
Manteniendo esa estrategia, Rubio ha emprendido contra otros regímenes, por ejemplo, a Venezuela lo ha llamado “un Estado tomado por narcotráfico”, no un gobierno legítimo. De igual manera ha alertado sobre el expansionismo chino y a impulsado aranceles por compras hacia este país.
Las declaraciones de Rubio podrían fomentar un multipolarismo caótico: Rusia y China tratando de aliarse más, Venezuela armándose con drones iraníes, y México en constante duda de EU y buscando socios alternos. Marco Rubio no es sólo un diplomático; es un catalizador, sus palabras podrían forjar una hegemonía estadunidense renovada o detonar una reacción global que acelere el declive unipolar. En este tablero inestable, la pregunta no es si influirán, sino cuánto costará el fuego que enciendan.
La influencia de Rubio radica en su capacidad para normalizar la confrontación: designar cárteles como terroristas, habilitar golpes unilaterales, imponer aranceles y forzar movimientos geopolíticos, pero estas declaraciones tensan la relación bilateral; ¿cooperación o coerción? Para responder a la pregunta aún quedan muchas vertientes que analizar, aunque el reloj sigue corriendo y todavía veremos diversas acciones que serán dignas de estudio.
*Consultor en temas de Seguridad, Inteligencia, Educación, Religión, Justicia, y Política.