El 1º de agosto era la fecha fatal para que Estados Unidos aplicara a México 30 por ciento de aranceles, ya que “no habría prórroga ni más periodos de gracia”, había advertido Lutnick secretario de Comercio. Sin embargo, Donald Trump otorgó una “pausa” de 90 días, y no porque cambiara su absurda justificación de que el gobierno mexicano no hacía suficiente para detener el flujo de fentanilo ni el de migrantes indocumentados, sino porque, según pareció dar a entender en el comunicado enviado inmediatamente después de terminar la llamada telefónica, México había aceptado “eliminar de inmediato las barreras no arancelarias”.
Si bien no hay duda de que la presidenta Claudia Sheinbaum tiene el temple y el carácter para ir limando los embates del vecino del norte, hasta ahora no ha quedado claro en qué consiste ese acuerdo que supuestamente aceptó. Por otro lado, la Presidenta recibió en su despacho de Palacio Nacional al embajador Ronald Johnson con un conjunto de empresarios, reunión de la que poco se comentó.
Fue importante el desfile de un conjunto de representantes de farmacéuticas trasnacionales en la mañanera de prensa, donde enfatizaron las importantes inversiones que van a realizar así como los empleos que se generarán en el país. Quedó bastante claro, porque así lo comentaron, que su interés primordial es exportar a todo el mundo, reconociendo la importancia de la cercanía de Estados Unidos. A la pregunta de si entre sus objetivos estaba el impulso a la investigación, si estaban dispuestos a la transferencia de tecnología, de innovaciones, la verdad, no hubo respuesta satisfacctoria.
Pero lo más preocupante fue la exposición del representante de la farmacéutica Bayer, quien, sin ambages, habló del glifosato como una maravilla del que además pensaba importante dirigirlo también a los pequeños campesinos. No hay que darle vueltas, Bayer es la empresa clave por sus innovaciones en semillas transgénicas, y sigue insistiendo en que son benéficas a pesar de estar prohibidas en casi todo el mundo. México debería cerrarle el paso a tan nociva empresa, que es capaz de envenenar los cultivos y los alimentos, sin recibir ningún castigo.
¿Por qué no se apoya a farmacéuticas nacionales, a las que se les otorguen inversiones que sean receptoras de la investigación que generan los recursos humanos internos, para crear innovaciones, nuevas tecnologías que, a su vez, generen patentes mexicanas y de esta forma beneficiar al mercado interno y, por supuesto, para exportar?
¿O se va a repetir la experiencia de la industria automotriz multinacional que ha convertido a México en país maquilador?
El TLCAN y su sucesor, el T-MEC, han limitado la capacidad de generar desarrollo sustentable e inclusivo para México. Por un lado, porque gran parte de los insumos y tecnologías son importados; las decisiones estratégicas y de diseño se toman fuera del país y la participación mexicana se concentra en etapas básicas. Para colmo, no se ha logrado transferencia de tecnología ni hay una articulación con instituciones académicas; todas ellas condiciones que son un obstáculo para alcanzar una industrialización autónoma. Se limita la incorporación de capital humano calificado, por lo que en muchas ocasiones éste no tiene más opción que migrar.
La industria automotriz es un sector que consume grandes cantidades de agua y energía, con impactos negativos por el estrés hídrico. Para colmo, la economía mexicana no se ha diversificado: 82 por ciento de la producción se destina a la exportación hacia Estados Unidos, lo que genera una profunda incertidumbre y vulnerabilidad en momentos de crisis, como la que actualmente se está viviendo a la espera de los arbitrarios aranceles de Donald Trump.
La industria automotriz multinacional ha reproducido un modelo dependiente, por la baja integración de valor nacional, condiciones laborales deficientes y, sobre todo, la falta de innovación nacional. Hay que recordar que el capital extranjero no produce desarrollo, al contrario, intensifica la dependencia con el centro hegemónico capitalista, lo que explica por qué no es neutral.
Los polos de desarrollo en el Plan México propuestos por la presidenta Sheinbaum sólo pueden ser una oportunidad estratégica para transformar al país si se evita reproducir el esquema de la maquila. Se requiere buscar alternativas que le permitan ir debilitando la dependencia de Estados Unidos, fortalecer relaciones comerciales con la Unión Europea, América Latina y Asia. Tomar decisiones políticas, económicas y de seguridad sin depender de actores externos de manera determinante, es decir, autonomía estratégica, o lo que es lo mismo “negociar con todos y depender de ninguno” (Alejandro Marcó).