Ya han pasado tres semanas desde que la alcaldesa de Cuauhtémoc en CDMX, Alessandra Rojo, retiró el monumento Encuentro, que estaba en el Jardín de la Tabacalera, el cual representa a Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Aunque la acción fue justificada con falsos argumentos jurídicos, como la supuesta inexistencia de permisos legales para su colocación, la realidad es que con este acto anticomunista la alcaldesa buscaba posicionarse como abanderada de la reacción.
A diferencia del proceder autoritario y rebosante de ignorancia de Alessandra Rojo con respecto a las estatuas, los revolucionarios sí están dispuestos a asimilar todo cuanto presente un valor verdadero de la cultura legada por la historia. Por ejemplo, tras la instauración del gobierno de la Revolución Socialista de Octubre, encabezado por VI Lenin, se expidió un decreto referente a las estatuas que debían erigirse o retirarse de las plazas públicas.
En él se señalaba que “los monumentos erigidos en honor de reyes que no ofrezcan interés histórico ni artístico serían retirados”. Para esta labor se creó una comisión encargada de dictaminar cuáles debían ser retirados, de modo que no se trató de una regla general el retiro ni la destrucción de las esculturas de los zares. Así, el socialismo mostró su disposición a construir una nueva cultura con base en los avances generados por el desarrollo de la humanidad.
Sumado a esto, Lenin instruyó a la sección de artes plásticas del Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública la construcción de monumentos en homenaje a revolucionarios y personajes destacados en la historia de la humanidad, partiendo de la idea consignada en El Manifiesto del Partido Comunista de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.
En la lista de personajes a quienes se erigieron monumentos estaban: Espartaco, el esclavo tracio que encabezó una rebelión contra los señores esclavistas en la antigua Roma; Tiberio Graco, el tribuno de la plebe que impulsó la distribución de las tierras en favor de los ciudadanos romanos empobrecidos por los latifundistas; Bruto, quien encabezó el derrocamiento de la monarquía de Tarquino El Soberbio y fue uno de los primeros tribunos de la plebe; Graco Babeuf, el revolucionario francés que organizó La conspiración de los iguales para intentar derrocar al gobierno del Directorio, en aras de una revolución protosocialista; Marx y Engels, ambos fundadores del socialismo científico; August Bebel, revolucionario alemán, compañero de Marx y Engels; Robespierre el incorruptible jacobino, y el anarquista Bakunin. Además de los monumentos a revolucionarios, el gobierno bolchevique también erigió estatuas a escritores, entre ellos, Tolstói, Dostoievski, Lérmontov, Pushkin, Gógol, Chernyshevski, así como a filósofos y científicos.
Los revolucionarios contemporáneos tendrán que sumar cientos de nombres a la lista de personajes a quienes construir homenajes cuando triunfe una nueva revolución, pues la construcción socialista del siglo XX implicó la participación de miles de hombres y mujeres loables.
De hecho, en la Ciudad de México existen otros monumentos a revolucionarios socialistas, además de Fidel y el Che. Por ejemplo, también en Tabacalera hay un busto de Julio Antonio Mella, el joven fundador del Partido Comunista Cubano, a quien la persecución política en la isla forzó a exiliarse en México, donde ingresó a las filas del Partido Comunista de México, del que fue temporalmente secretario general.
En honor a este revolucionario, de quien dijo Fidel “fue quien más hizo en menos tiempo”, también hay una placa conmemorativa en la calle Abraham González, en el lugar donde fue abatido el 10 de enero de 1929 por los asesinos del dictador Machado. Como referencia popular, detrás de este sitio se encuentra el café La Habana.
La noche en que Mella fue abatido iba acompañado de Tina Modotti, la fotógrafa italiana que se convirtió en revolucionaria y estuvo al servicio del Socorro Rojo Internacional, organizado por la Internacional Comunista para apoyar a los revolucionarios presos y perseguidos. En honor a esta revolucionaria, que recorrió el mundo y participó en España durante la guerra civil, en el Panteón Dolores está su tumba con una lápida esculpida por Leopoldo Méndez.
Por otra parte, cerca del museo Nacional de las Intervenciones, en el parque Xicoténcatl, hay un busto de Jorge Dimitrov, el comunista búlgaro impulsor del Frente Popular y secretario general de la Internacional Comunista. Cerca de la estación del Metro Auditorio Nacional, sobre Reforma y Gandhi, hay una estatua de Josip Broz Tito, el dirigente comunista de Yugoslavia.
Regresando al Centro de la Ciudad, a una calle del Metro Pino Suárez, sobre la avenida 20 de Noviembre, yace un monumento a Ho Chi Minh, fundador de la República Democrática de Vietnam, revolucionario que dirigió a su pueblo a la victoria contra el imperialismo japonés, francés y estadunidense.
A su vez, en la colonia Roma Norte, a unos pasos del Metro Cuauhtémoc, en la esquina de avenida Chapultepec y Cuauhtémoc hay un busto en homenaje a Federico Engels, compañero de Marx y cofundador del socialismo científico, teoría que señala que la marcha de la humanidad es el derrocamiento del capitalismo.
Los monumentos a revolucionarios de otros países no son un demérito al pueblo mexicano, pues la revolución socialista es nacional, por su forma, e internacional, por su contenido, y la revolución en cualquier país contribuye a la emancipación de los trabajadores en otras coordenadas.
Además, existen monumentos a los revolucionarios de México. Baste como prueba que en la Rotonda de las Personas Ilustres están enterrados los pintores comunistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, y recientemente se han integrado a este sitio Arnoldo Martínez Verdugo y Valentín Campa. De este último también hay una estatua en la terminal del Tren Suburbano, en honor a su participación en el movimiento ferrocarrilero de 1959.
Pese al ruido y polémica que ha generado la alcaldesa Alessandra Rojo, no quedará registro de ella en la historia, a no ser como nota por la infame acción contra las figuras de Fidel y el Che. Mientras, para Fidel, a quien la historia absolvió y colocó en el pedestal de los revolucionarios universales, ya se preparan los festejos del centenario de su nacimiento, que será el 13 de agosto del próximo año.
*Historiador de la ENAH