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"Los niños migrantes nos salvaron", afirman en escuela primaria de la colonia Vallejo

Un campamento de migrantes en la colonia Vallejo en imagen de archivo.
Un campamento de migrantes en la colonia Vallejo en imagen de archivo. Foto Jair Cabrera Torres
21 de julio de 2025 09:39

En la escuela primaria La Prensa Pemex, en la colonia Vallejo, los niños y niñas migrantes que viven en el campamento irregular de esta zona han encontrado un espacio de oportunidad para continuar con su educación, que en algunos casos se ha visto truncada por meses o, incluso, hasta por un año, sobre todo ha sido un lugar donde sentirse seguros y felices, tras la larga travesía que han vivido y las condiciones precarias en las que habitan.

El beneficio no sólo es para los infantes, sino también para el plantel cuyas clases vespertinas estaban en riesgo de desaparecer ante la baja matrícula. Estos niños “nos vinieron a salvar y nosotros estamos tratando de que estén contentos aquí”, en mejores condiciones, reconoce el maestro Jesús Montes de Oca, subdirector de gestión de esta escuela.

“Es un ganar-ganar”, afirma y señala que, de los 120 escolares del turno vespertino, más de la mitad son originarios de diversos países de América Latina.

El centro educativo, a unos pasos del asentamiento instalado a orillas de las vías del tren, es un refugio donde por algunas horas los niños migrantes dejan atrás el mundo en el que “son adultos pequeños” por las responsabilidades que tienen, pues muchos de ellos deben trabajar o cuidar a sus hermanos.

Hasta antes del ciclo escolar que acaba de terminar (2024-2025), en el grupo de primer grado había solo cuatro estudiantes, y tras la inclusión, en agosto pasado, de los niños en contexto de movilidad el alumnado del turno vespertino sumó más de 100 escolares en sus seis grados, de los cuales 70 eran extranjeros.

La integración de esta población llevó a la escuela a colocar en la entrada del plantel un letrero que da la bienvenida a “todas las niñas y todos los niños del mundo”. En éste también se afirma que “el derecho a la educación es universal”.

Con la inscripción a la escuela, los menores migrantes son reconocidos y han recuperado su proyecto de vida: cuentan con una Clave Única de Registro de Población (CURP) provisional, reciben el apoyo económico Mi Beca para Empezar, del gobierno de la ciudad, y los desayunos escolares por parte del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.

El profesor Montes de Oca indica, en entrevista con 'La Jornada', que con el apoyo de la Asociación de Padres de Familia y la supervisión escolar, se abrieron las puertas de esta escuela, a donde los niños han llegado como resultado del volanteo que realizó la comunidad docente en el campamento migrante y también por iniciativa propia. Este último fue el caso de una niña que pedía que la dejaran asistir a clases.

La directora del plantel, la maestra Leticia Centeno, recuerda que durante el proceso de inscripción la menor llegó con otra familia que fue a registrar a sus hijos. “Ella se acercó a mí para decirme que quería estudiar aquí, pero me advirtió que no sabía leer ni escribir. Le informé que sus padres tenían que acudir para poder hacer el registro. Y sí, vino su papá y ahora es una de nuestras estudiantes”, cuenta.

Destaca que particularmente los alumnos en contexto de movilidad demuestran una gran motivación por estudiar: “llueve, truene o relampaguee, ellos están aquí”.

Esta situación ha estimulado a los alumnos nacionales, asegura, pues al ver que sus compañeros asisten todos los días, los incentiva a continuar sus clases, incluso en los últimos días del ciclo escolar cuando en otros planteles bajó la asistencia de estudiantes.

Para lograr la integración en los grupos, la directora explica que trabajan estrategias y proyectos sobre manejo de derechos humanos, basándose en ejes articuladores de interculturalidad, pues los estudiantes proceden de Colombia, Honduras, Venezuela, Nicaragua y Guatemala.

Los educadores precisaron que muchos de los niños en movilidad tienen una buena fluidez lectora y son buenos en matemáticas, aunque también hay algunos con rezagos educativo. Ambas situaciones, aseveran, se deben a su experiencia de vida. Para poder ubicarlos en el grado correcto revisan los documentos que acreditan su nivel escolar, pero en caso de no tenerlos, aplican un examen diagnóstico a los infantes.

Aspiran a tener una profesión

En el campamento irregular, los niños y niñas que acuden a la escuela expresan su apego a este centro escolar que los impulsa a no perder sus anhelos de continuar su aprendizaje y algún día ser médicos, veterinarios, policías, entre muchas otras profesiones.

Sofía, venezolana de 10 años de edad, es una de ellas. En entrevista comparte que quisiera ser doctora o militar. Hace más de un año, la menor vive en uno de “los ranchitos”, cuartos construidos con madera y lonas, y la semana pasada concluyó el quinto grado.

Expresa sentirse “bien en la escuela, la profesora me trata bien y tengo amigos venezolanos, colombianos y mexicanos. Son diferentes culturas de las que aprendo. Un día, uno de ellos dijo que algo quedó vergatario, así dicen cuando algo es chido”.

Alexa Muñoz, madre de la niña, refiere que su hija es migrante desde los 3 años de edad. “Su primera escuela fue en Venezuela, después en un estado de Colombia, luego fue a otro y ahora a México”.

Señala que el que su hija haya sido aceptada en La Prensa Pemex le cambió la vida. “Ella estaba aquí todo el santo día, viendo cosas que no debería. Ya una vez que se metió a la escuela tiene en qué pensar. Hizo amiguitos. Encajó rápido”.

Por eso, al igual que la mayoría de las personas en el asentamiento irregular, teme que con el término del ciclo escolar haya un nuevo intento de desalojo, como sucedió en abril pasado. “Estamos con esa incertidumbre porque si nos vamos los niños volverían empezar”, concluye Alexa.


 


 

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