América Latina debe redoblar esfuerzos para mantener en funcionamiento sus servicios de agua y electricidad, vitales ante el avance de la pandemia covid-19, advirtieron responsables del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Para las empresas proveedoras de electricidad en la región “el desafío más importante ha sido garantizar que el suministro de energía se mantenga a pesar de los efectos de la pandemia. No es una industria en la cual la gente pueda trabajar desde sus hogares”, dijo Ariel Yépez, jefe de la división de energía en el BID.
En su apoyo, los expertos como Yépez citan un mensaje difundido en Brasil en el que un técnico en distribución eléctrica, Pedro Torres, habla antes de bajar a un pozo de visita para revisar en forma preventiva los equipos de energía, y muestra el esfuerzo que debe hacer para mantener el servicio en plena pandemia.
“¿Ya pensó en no tener internet, ventilador o refrigerador en su casa? Tengo una esposa embarazada de siete meses y medio”, dice Torres. “Si puede, quédese en casa”, pide de seguidas a su audiencia.
Junto con los gobiernos, que tomaron medidas para diferir el pago de las facturas o reducir las tarifas en los hogares de 600 millones de latinoamericanos y caribeños, las empresas eléctricas deben intensificar las medidas de protección a sus trabajadores, dijo Yépez.
“No se puede mandar al terreno sin protección a la gente que permite garantizar el suministro de energía, porque si se contagian estaríamos en el peor de los escenarios, y un hospital a oscuras o una planta de agua sin energía no son opción”, comentó.
Otro servicio clave para combatir la covid es el de agua potable, y en la región “casi todos los países han decretado el servicio de agua y residuos sólidos como esenciales y exentos de cuarentena, con medidas como suspensión de cortes por falta de pago”, recordó Sergio Campos, jefe de la división de agua y saneamiento del BID.
El pago por los servicios de agua y luz incide en los presupuestos de los hogares más pobres, justamente los más afectados por la pérdida de ingresos como consecuencia del impacto negativo de la pandemia en la vida económica.
Un estudio del BID mostró el impacto esperado en el gasto que deben hacer para pagar luz y agua las familias de los dos quintiles más bajos en cuatro ciudades latinoamericanas: Lima, Ciudad de México, Santiago y Sao Paulo.
En México esas familias gastan en agua y luz 2,4 por ciento de sus actuales ingresos, pero si la recesión los reduce a la mitad gastarán 4,8 por ciento, y si la pérdida es de 70 por ciento entonces el gasto representará ocho por ciento de su dinero.
En Lima las familias de bajos recursos gastan 5,9 por ciento de su ingreso en luz y agua, pero con escenarios recesivos pueden gastar entre 11,8 y 19,6 por ciento. En Santiago, donde se gasta actualmente 8,6 por ciento, pasarían a erogar entre 17,3 y 28,8 por ciento, y en Sao Paulo pasarían de 6,8 a 13,7 o 22,8 por ciento.
Pero el otro flanco del problema es que en América Latina y el Caribe 30 por ciento de la población, más de 200 millones de habitantes, tienen un servicio intermitente de agua y en algunos casos simplemente no lo tiene, según los estudios del BID.
“Quienes se ven más afectados por esta crisis son los más vulnerables, los dos quintiles de ingresos más bajos, de los cuales 70 por ciento no tiene acceso a agua potable y 85 por ciento no tiene acceso a saneamiento. Para ellos el lavado de manos no está dado”, dijo Campos.
Yépez ve en la pandemia “una oportunidad para que cuando se inicie la reactivación económica uno de los instrumentos sea crear empleos y nuevas fuentes de ingreso que estén vinculados al objetivo de dar acceso universal a la energía eléctrica”.
Desde antes del impacto de la covid, unos 18 millones de personas en América Latina y el Caribe ya vivían en pobreza energética, como se denomina a los hogares que no tienen electricidad o carecen de los ingresos para pagar la energía domiciliaria.
Para Campos, sostener los servicios de agua, como base para que su acceso mejore requiere una estrategia que comienza con planes de urgencia, pues las empresas hídricas deberán contratar segundos turnos de operadores, financiar horas extras, obras de emergencia y equipamiento adicional.
Para ello necesitan asegurarse flujos financieros, para pagar a su personal o hacer rehabilitaciones rutinarias, pues “sin recursos no van a dar agua y saneamiento y surgirán otras enfermedades como diarrea, dengue o zika, que van a poner mucho más estrés en los sistemas de salud”.
“Si no se dota de acceso a agua y saneamiento a las poblaciones más vulnerables, la pandemia no se va a ir”, concluyó.