Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de agosto de 2010 Num: 805

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Donceles y el tiempo
LEANDRO ARELLANO

Soneto
RICARDO YÁÑEZ

El arpa enlaza el cielo a la tierra
EDUARDO MOSCHES

¿Quién es Bolívar Echeverría?
STEFAN GANDLER

Occidente, modernidad y capitalismo
CARLOS OLIVA MENDOZA entrevista con BOLÍVAR ECHEVERRÍA

Una calle para Monsi
JESÚS PUENTE LEYVA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Rogelio Guedea
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Gobernar

Todo gobernante, si quiere realmente hacer bien su labor, debe leer a los siguientes autores: Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Plutarco y Montaigne, que los sintetiza a todos. Todo lo que se ha escrito después, como ya es lugar común, es una glosa, incluidos los más recientes sociólogos (que dicen que son los filósofos de hoy), antropólogos, politólogos o psicoanalistas, quienes no han sino enrevesado con ideas y conceptos filigranosos lo que los autores mencionados han dicho con una claridad y concisión envidiable. Tener en la cabecera del gobernante a Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Plutarco y Montaigne es tener un ejército de mercenarios custodiando la libertad, la justicia, la virtud y la sabiduría. Y es que para gobernar, primero, hay que gobernarse, y gobernarse no es más que hacer que nuestra realidad interior tenga siempre un diálogo de amigos con la realidad exterior, esa misma que enfrentamos al abrir los ojos en las mañanas. Gobernar, pues, es ver, y no hay mejor cosa que hacerlo con el ojo izquierdo de la cabeza y con el derecho del corazón. A eso nos enseñan Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Plutarco y Montaigne: nos enseñan a ver. Por eso todo gobernante los debe de tener en la cabecera de su habitación, y los debe dejar que le hablen al oído en las noches, todas las noches, tal como hacen las madres con sus hijos, a quienes siempre les están advirtiendo de los peligros por venir.