para Adriana Cao
Las dos manos entreabren sus dedos,
enhebran las primeras falanges a las cuerdas
y enlazan los sonidos a este telar de aire,
donde chisporrotean en el vibrar de nubes
a nivel de los ojos,
en resonancia intensa juguetona,
mientras el río discurre y nace
en medio de la habitación,
inunda los sentidos,
instaura nuevos, mientras los dedos crean figuras etéreas
hechas materia ligera: sonorizado aire,
en el deambular hipnotizado por la música.
El cuerpo de la arpista se mueve
al ritmo que cada arpegio crea la propia felicidad,
sus pies vibran y golpetean el suelo,
hace tierra la música en ecos de balsas soneras
que navegan el río ancho color madera seca,
inundan las aguas vertiginosas el cuerpo y las emociones
de aquellos que escuchamos,
crea otras felicidades.
Estas cuerdas son portadoras de libertad,
movimientos del interior que copulan con fervor
con los cuerpos de los bailarines en calma.
Las manos tejen sonidos
de esta inasible tela de lo audible.
Las sonrisas se descuelgan como globos
buscan nuevos paisajes por esta tierra. |