Existen seres humanos auténticamente millonarios, no en dinero, sino en logros y satisfacciones a las que muy pocos tienen el privilegio de acceder. Tal es el caso de Luis del Pozo Márquez, nacido en 1939 en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. De joven trabó amistad con Juan Quiroz El Cazadero, quien lo inició en el difícil y relativamente valorado oficio de puntillero o persona especializada en el manejo y uso de la puntilla, un cuchillo corto con el que se remata a los astados que una vez heridos de muerte, se echan en la arena. Es el utensilio menos modificado a través de los siglos y se emplea, como en los rastros, para acortar la agonía de los bovinos.
Luis del Pozo tuvo oportunidad de ver a su maestro apuntillar un toro a la ballestilla en una plaza de San Bartolo Naucalpan y aquella insólita escena se le grabó para siempre, animándolo a ensayarla y sobre todo, a ponerla en práctica en varias ocasiones, haciendo que el público emocionado se levantara para ovacionarlo. Como después de Luis nadie ha vuelto a hacerla, vale la pena recordar la mecánica de tan desusada cuanto espectacular suerte.
“Sólo una vez –recuerda Luis– realicé esa suerte por delante y fue en la plaza La Tapatía, de la capital. Otras ocasiones la ejecuté por detrás de la cabeza del toro y, modestia aparte, solía ser muy certero. Con los dedos pulgar, índice y medio tomaba el instrumento por la punta de la hoja y desde la distancia normal, ni muy cerca ni muy lejos, arrojaba con fuerza la puntilla, rematando a las reses con eficacia y lucimiento. Parecía más bien la descarga de un rayo. Tras haber apuntillado un toro a la ballestilla en la Plaza México fui entrevistado por los maestros Juan Pellicer y Pepe Alameda, que no daban crédito a lo que me habían visto hacer.
“No puedo hablar de lo que sucede hoy o sucederá mañana –añade del Pozo–, sino de las inmensas satisfacciones que viví con una fiesta de toros maravillosa. Hoy ya no hay toreros que interesen al gran público, pero hubo épocas de un ambiente taurino bárbaro, con varias plazas dando festejos que atraían a la gente. Los tiempos han cambiado mucho y se ha terminado con infinidad de escenarios importantes en la Ciudad de México. Durante 25 años fui puntillero. Cuando tenía 11 años falleció mi padre y mi madre me dejó una herencia: la palabra ¡acción!
“Jorge Rendón Tapia fue un pintor autodidacta y sensible aficionado que nació en Mixcoac en 1939 y falleció en 2021. Su colorido tenía influencias de PanchoFlores y de Reynaldo Torres pero logró desarrollar un estilo propio. Durante 25 años trabajé con él luego de ver a un muchacho que le andaba vendiendo dos cuadros en el restorán El Ruedo. Me gustaron tanto que fui a buscarlo a su domicilio en Yautepec, Morelos. Me ofrecí a promover su obra y aceptó. Durante 25 años, con una confianza recíproca, pude venderle centenares de cuadros en la capital y los estados. No le gustaba salir ni socializar por lo que pocos lo conocían personalmente.
“No faltó el que afirmaba que lo tenía secuestrado en un calabozo. Le monté algunas exposiciones y las imprentas Monterrey y Aboitis le publicaron varios cuadros. Nunca se casó, por eso fue tan productivo. Sólo tenía sus musas. Jamás rajó de la fiesta ni comentaba lo negativo de ésta. Su arte pictórico le aportó bastante a la tauromaquia y a fomentar la afición. Me quedan 15 óleos del maestro Rendón Tapia de diferente tamaño –remata Luis con la seguridad que apuntillaba– y quisiera venderlos. Pongo a disposición de coleccionistas e interesados el correo [email protected]