Cincuenta años sin Franco. En este 20 de noviembre se recapitula el quincuagésimo aniversario de la muerte del “caudillo de España por la gracia de Dios”. En igual día y mes, pero a los 89 años, se recuerda el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. Ambos discípulos del fascismo de Benito Mussolini.
Franco y José Antonio estuvieron sepultados juntos en la Basílica del Valle de los Caídos, hasta que los exhumaron en distintas fechas y los mandaron a su casa. La extrema derecha hace los más vehementes recuerdos de esas fechas, la izquierda ratifica lo correcto del traslado, según lo prescribió la Ley de la Memoria Histórica.
El levantamiento franquista, también llamado Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, fue el acto de un sector del ejército español apoyado por grupos conservadores, monárquicos y fascistas para derrocar al gobierno legítimo de la Segunda República. Ese levantamiento desencadenó la Guerra Civil Española (1936–1939).
La dictadura encabezada por él cometió barbaridades políticas y sociales, muchas de las cuales hoy se consideran crímenes de lesa humanidad. De paso avivó el viejo complejo de inferioridad español ante países de Europa occidental como Francia e Inglaterra que vivían el fin de la Belle Époque.
Hasta su muerte Franco nunca mostró arrepentimiento ni reconoció abusos. En sus discursos finales y en su famoso Mensaje a los españoles poco antes de morir, se presentó como un patriota que dejaba una España “con todo atado y bien atado”.
El 27 de septiembre, a poco de morir, se negó a amnistiar a siete activistas vascos. Lo hizo contra manifestaciones en el exterior: el mismo papa Paulo VI lo suplicó públicamente, turbas indignadas atacaron embajadas españolas en sus capitales, varios países retiraron a sus embajadores, intelectuales extranjeros lo pidieron. Nada, los fusiló.
En las semanas previas a su muerte había sufrido tromboflebitis, ulceras sangrantes en el estómago, peritonitis e insuficiencia cardiaca. Pocos días antes de morir se mantuvo la gravedad en secreto, las corrientes dentro del gobierno discutían la transición.
Resumo algunas prácticas de su gobierno: represión política y ejecuciones, más de 150 mil personas fueron asesinadas o desaparecidas durante y después de la Guerra Civil, juicios sumarísimos sin garantías legales.
La censura instauró una intervención absoluta sobre prensa, cine, literatura, teatro y música. El régimen impuso una educación nacionalcatólica, en la que se enseñaba obediencia, religión y patriotismo extremo.
Las mujeres perdieron casi todos los derechos que habían ganado en la República: no podían trabajar sin permiso del marido, no tenían derecho al divorcio, se las educaba en la sumisión doméstica y religiosa.
Instaló trabajo forzado, miles de presos políticos fueron usados como mano de obra esclava para construir carreteras, presas o el Valle de los Caídos.
Hubo un aislamiento de la cultura y ciencias universales. El éxodo de las cumbres del saber empobreció al país, se acogieron principalmente a Argentina, México y EU. La niñez y juventud perdieron años de educación, los deportes desaparecieron.
Apareció el hambre generalizada por el abandono de la producción agropecuaria, hubo las epidemias consecuentes, las instalaciones sanitarias colapsaron.
Las migraciones al exterior e internas fracturaron familias y el trabajo organizado. Muchos de los migrantes nunca se rencontraron, todos perdieron sus bienes.
Por su aislamiento internacional, España quedó desterrada del mundo durante los años de su afinidad con Hitler y Mussolini.
El régimen frenó el desarrollo económico y científico, provocando décadas de atraso, hundiéndose más en su amargura y sentimientos de inferioridad y rechazo.
Como consecuencia, a la muerte de Franco vino el destape, como se llamó a aquella eclosión de libertades en todos sentidos, resultantes de haberse impuesto por décadas de prohibiciones de todo. Hubo excesos francamente arbitrarios, principalmente en la prensa, teatro, cine y cierta literatura.
Con la ausencia del “caudillo de España por la gracia de Dios”, se inició la vuelta a la democracia, no como la de una república, sostuvieron constitucionalmente la monarquía parlamentaria. Uno de sus paladines fue Adolfo Suárez, primer presidente de gobierno de la transición, antiguo falangista.
La Transición Española fue el proceso político ejemplar obra de numerosos partidos que combativamente se dieron un nuevo régimen diseñado entre la muerte de Francisco Franco en 1975 y la aprobación de la Constitución de 1978.
El proceso fue rápido y definitivo, la constitución fue lograda en un breve plazo estimable dadas las circunstancias, regresó a España al mundo actual.
A pesar de la evidente brutalidad de ese credo, la derecha lo mantiene vivo y es su ejemplo de todo lo bueno que según ellos disfrutó el pueblo durante aquel horror. El franquismo ya no existe como sistema político, pero su sombra sigue presente en la memoria, la política y la cultura españolas, siendo aún objeto de debate y conflicto a 50 años después de su final.