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¿La fiesta en paz?

Plaza de Toros México en la capital del pais. Foto
Plaza de Toros México en la capital del pais. Foto Cuartoscuro
09 de noviembre de 2025 08:55

La tauromaquia es muy seria, los que pretenden promoverla y los que deberían vigilarla, no, y con esa fragilidad nada perdura. Cuando en México acabe de desaparecer la fiesta de los toros, los investigadores no tendrán que devanarse los sesos con cuestionamientos profundos. Dos pinzas se habrán cerrado como inmisericorde planta carnívora sobre un rito ancestral convertido en cadavérico insecto: los concesionarios del negocio taurino, cuya insensibilidad supera sus capitales, y las autoridades, cuya negligencia y visión rebasan su ideología o lo que se le parezca. Y en medio, con un duelo que no alcanzó la protesta necesaria por su falta de información y exceso de deformación, un público que no percibió el compromiso que entraña el culto por el toro bravo.

En Tlaxcala, cuyos gobiernos estatales hace años apuestan por la libre empresa en perjuicio de una tradición taurina que demandaba, como nunca, una vigilancia rigurosa en lo que al ganado se refiere, habida cuenta de que es el primer estado productor de reses de lidia en el país, su otrora rumbosa feria taurina se convirtió en lastimoso guateque.

La novillada “sin picadores” del 25 octubre en la capital tlaxcalteca, con los jóvenes Juan Pablo Ibarra y Marco Peláez, destacados alumnos de la escuela de Colmenar Viejo, en España, enfrentaron estragados erales en un ¡concurso de ganaderías! En la primera corrida de feria, el primero de noviembre, se despidió de los ruedos el diestro de Apizaco José Luis Angelino, luego de 25 años de alternativa, relevando con el español Emilio de Justo y el tlaxcalteca Sergio Flores, sólo que ante una novillada de Hernández Cosío, anunciada y cobrada al público como corrida de toros. Lo bonito es que el torero de Cáceres, tras cortar las orejas de su segundo confesó sin sonrojarse: “Ha sido una de las faenas más emocionantes que he hecho en mi vida”.

Autorregulados y entusiastas, los promotores anunciaron para el día siguiente una arrogante corrida del hierro local de García Méndez. Cómo estaría la presentación del encierro que el juez de plaza lo rechazó por falta de trapío. Sin agobio, la empresa entonces echó mano de lo que encontró y ofreció una corrida parchada para El Zapata, El Capea, que se despedía de haber fichado el nombre de su afectuoso padre, y Diego San Román, sin que a los promotores les preocupara el público.

En Aguascalientes, otro de los pocos bastiones taurinos que le quedan al país, el gobierno del estado exhibe desde hace décadas su debilidad por el monopolio que mangonea a su antojo la principal feria taurina de la entidad, no del continente. Hay un comunicado conmovedor: “El secretario de Comunicación Social y vocero del gobierno del estado, el maestro Kike ( sic) de la Torre, anunció que Aguascalientes ha sido designada –¿por quién?– como la Capital Nacional del Toreo, lo que implica que la Temporada Grande de la Ciudad de México se trasladará oficialmente a la Plaza Monumental de Aguascalientes. El vocero destacó que la decisión traerá derrama económica en múltiples sectores: restaurantes, bares, hoteles, comercios y servicios en general, además de generar empleos para quienes trabajan dentro y alrededor de la Plaza Monumental.” Pero de hacer repuntar el espectáculo fomentando la comparecencia de ganado y diestros que apasionen, ¡nada!

Señoras gobernadoras de Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros, y de Aguascalientes, Tere Jiménez Esquivel, a la fiesta de toros del país le urge fortalecerse con toros y toreros mexicanos que sepan emocionar, no sólo hacer amigos. Ojalá decidan tomar cartas en el asunto y apuesten por el fortalecimiento de una tradición hoy en serio peligro de extinción, no por antis y protectores sino por la falta de grandeza y autoestima en quienes dicen defenderla.

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¿La fiesta en paz?

Los concesionarios taurinos, sin propósito de enmienda // Dos gobernadoras, dos

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