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Las esculturas de los tres monos sabios al iniciar el ascenso al Templo del Monte Dorado, que significan no escuchar, no ver y no hablar del mal. Foto
Las esculturas de los tres monos sabios al iniciar el ascenso al Templo del Monte Dorado, que significan no escuchar, no ver y no hablar del mal. Foto Alia Lira Hartmann
09 de noviembre de 2025 08:47

La capital de Tailandia, con 15 millones de habitantes, es una de las ciudades asiáticas más atractivas. El ritmo de vida es calificado de caótico y ruidoso debido a los permanentes atascos del tránsito vehicular en las estrechas calles donde se abren espacio, de forma arriesgada, los tuk tuk, los populares vehículos motorizados de tres ruedas.

En Bangkok los contrastes se observan a cada paso: rascacielos modernos conviven con antiguos templos budistas. Uno de los recintos más emblemáticos de Tailandia es el Wat Saket, conocido popularmente como el Monte Dorado, una de las atracciones más visitadas.

Llegar a la parte más alta exige condición física por los 344 escalones que se deben subir con suma precaución. Los peldaños serpentean hasta la cima y pasar por ellos es una experiencia que combina recogimiento y belleza. A lo largo del camino, al visitante lo acompañan el sonido de campanas que incluso él mismo puede sonar, sumado al deleite olfativo bajo el aroma del incienso.

El ascenso, lejos de ser agotador, se convierte en un pequeño peregrinaje espiritual y una especie de remanso de paz impensable en un principio ante el bullicio de la capital.

Más que un templo, este lugar es un punto de encuentro entre la espiritualidad budista, la historia de la capital y el pulso cotidiano de sus habitantes en convivencia con el turismo nacional e internacional.

Un cartel al comienzo del recorrido recuerda al turista que es erróneo utilizar la imagen de Buda como objeto de decoración y que tatuarse a Buda es una falta de respeto y va contra la ley.

Wat Saket debe su nombre y fama a Rama III y Rama IV, quienes ordenaron levantar una colina artificial con tierra y escombros coronada con un chedi dorado que brilla bajo el sol tropical. Los chedis o estupas son las construcciones religiosas características del budismo con forma de campana en las que la punta se eleva con forma de aguja.

Desde lo alto, este privilegiado mirador de Bangkok permite disfrutar de un panorama que combina el bullicio de las avenidas, los canales que recuerdan a la antigua Venecia del Este y, a la distancia, el contraste entre templos ancestrales y los rascacielos, cuya moderna arquitectura se abre paso a siglos de tradición.

Wat Saket también es escenario de uno de los festivales más significativos del calendario budista tailandés: la fiesta de Loy Krathongy, especialmente la procesión anual del Monte Dorado, en noviembre. Estos días, miles de fieles realizan ofrendas, llenan de música, color y devoción la colina sagrada.

Más allá de su majestuosa arquitectónica, el Monte Dorado refleja la esencia de Bangkok: una ciudad que mira hacia el futuro sin desprenderse de sus raíces.

En cada visita, Wat Saket ofrece no sólo una vista panorámica, sino también un recordatorio de que la espiritualidad y la vida urbana pueden convivir en un mismo espacio al iluminar el horizonte de la capital tailandesa.

 

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