En 2025, en este momento de peligro en la historia estadunidense, nuestro mensaje es exactamente el mismo: no, presidente Trump, no queremos que usted ni ningún otro rey nos gobierne. Muchas gracias, pero mantendremos nuestra forma democrática de sociedad. No avanzaremos hacia el autoritarismo. En Estados Unidos gobernaremos nosotros, el pueblo.
De manera nunca vista, este experimento democrático se encuentra ahora en peligro. Está en peligro cuando tenemos un presidente que quiere más y más poder en sus manos, y en las manos de otros oligarcas como él.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que afirma que las protestas pacíficas en Portland, Oregon, o en Chicago, Illinois, son una “insurrección”, y convoca al ejército del país. Y luego amenaza con arrestar a los alcaldes y gobernadores que se le resisten.
Está en peligro cuando agentes enmascarados que trabajan para el ICE derriban puertas, arrojan personas al interior de camionetas sin el debido proceso y se las llevan Dios sabe adónde.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que demanda e intimida a los medios, que no admite críticas a su persona o sus políticas y que socava la Primera Enmienda de la Constitución: el fundamento mismo de nuestra democracia. Nuestro país se encuentra en peligro cuando tenemos un presidente que amenaza con arrestar o encarcelar a opositores políticos que están en su contra, como el procurador general del estado de Nueva York, un senador en activo y el gobernador de California. Está en peligro cuando tenemos un presidente que socava la libertad de pensamiento y disentimiento en nuestras escuelas y universidades, y que ataca a los bufetes jurídicos que se le oponen en tribunales.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que amenaza con someter a juicio político a los jueces que emiten veredictos en su contra. Está en peligro cuando tenemos un presidente que hace caso omiso del Congreso, se niega a gastar dinero que el Congreso asigna y toma dinero de los estados que votaron en su contra.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que exige que los estados modifiquen el trazo de sus mapas legislativos para asegurar que los candidatos que él seleccione ganen las elecciones futuras.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que de manera ilegal despide a miles de empleados federales aquí en Washington y en todo el país, y rompe convenios sindicales por los que los trabajadores lucharon y vencieron.
Está en peligro cuando tenemos un presidente que viola de manera flagrante la Constitución al aceptar obsequios de líderes extranjeros, entre ellos un avión de 400 millones de dólares de la familia real de Qatar, y luego permite que esa familia construya una instalación de la fuerza aérea en Idaho.
Pero seamos claros: este momento no se trata sólo de la ambición de un hombre, de la corrupción de un hombre o de su desprecio por la Constitución. Se trata de un puñado de los hombres más ricos de la Tierra que, en su insaciable codicia, han secuestrado nuestra economía y nuestro sistema político para enriquecerse a expensas de las familias trabajadoras de todo el país.
Sí, hablo de Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y los otros multimillonarios que estaban sentados detrás de Donald Trump en su toma de posesión: los mismos millonarios que han financiado su campaña, que le han hecho regalos y que han tenido enormes incrementos en su riqueza y poder desde que Trump asumió el cargo.
Sí, hablo de la locura de una persona, Elon Musk, quien ahora posee más riqueza que 52 por ciento de los hogares estadunidenses de menores ingresos.
Hablo de la increíble injusticia de que el uno por ciento más rico en el país posea ahora más riqueza que el 93 por ciento más pobre. Hablo de que los más ricos del país se vuelven muchísimo más ricos, en tanto 60 por ciento de nuestra gente vive al día, batallando para pagar la renta y las hipotecas, para pagar por el cuidado infantil y la educación, por la atención a la salud y las medicinas de patente, por alimentos de calidad decente para sus hijos y para apartar unos cuantos dólares para su retiro.
Hablo de que nuestra nación, el país más rico en la historia del mundo, tiene la tasa más alta de pobreza de niños y ancianos de casi cualquier otro de los grandes países del planeta. Hablo de que nuestra gran nación tiene 85 millones de estadunidenses sin seguro social o con un seguro insuficiente, y 800 mil personas sin hogar, mientras Elon Musk va en camino de volverse billonario.
Hablo del increíble peligro de que las personas más ricas del país inviertan cientos de miles de millones de dólares en inteligencia artificial y robótica, las cuales, en la próxima década, eliminarán decenas de miles de empleos para la clase trabajadora del país. Hablo de una clase multimillonaria que cree tener el derecho divino a gobernar, y que no sólo desea enormes recortes fiscales para ella, sino también rechaza cualquier forma de rendición de cuentas o control sobre su poder.
El establishment, del que forman parte los medios corporativos y muchos de mis colegas en el Congreso, quiere que creamos que carecemos de poder. Quiere que creamos que no podemos cambiar el statu quo. Pero eso es mentira.
A través de la historia de nuestro país, cuando los estadunidenses han resistido y han luchado por la justicia, han vencido. Cuando los fundadores se opusieron al rey Jorge, les dijeron que era imposible. Pero ganaron.
Cuando los abolicionistas lucharon por poner fin a la esclavitud, les dijeron que era imposible. Pero ganaron.
Cuando los trabajadores se organizaron para formar sindicatos y resistir a sus patrones, les dijeron que era imposible. Pero ganaron. uando las mujeres exigieron el derecho a votar, les dijeron que era imposible. Pero ganaron.
Cuando los negros estadunidenses lucharon por poner fin a la segregación, les dijeron que era imposible. Pero ganaron. Cuando la comunidad LGBT luchó por sus derechos, les dijeron que era imposible. Pero ganaron. Lo hicieron entonces. Hoy podemos hacerlo y lo haremos.
Según tengo entendido, hoy, 18 de octubre, hay más gente en las calles, en más comunidades de todo el país, que la que hemos visto en cualquier momento en la historia del país.
Pero seamos claros: esto no es el final. Es apenas el principio.
Juntos, cuando resistimos unidos, crearemos la nación en la que sabemos que podemos convertirnos. Una nación dedicada a la libertad, la justicia y la democracia.
*Versión editada del discurso del senador Bernie Sanders en el mitin del Día de No a los Reyes, en Washington, el 18 de octubre.
Traducción: Jorge Anaya