Con el “acuerdo” de paz Trump-Netanyahu podrá terminar el bombardeo a Gaza, pero queda intacto el hecho de que la era neoliberal ha quedado atrás y ahora se abre una nueva era, la de la fuerza militar bruta, genocida incluso. El “éxito” de Israel en Gaza no es una promesa de paz, sino una amenaza ahora creíble de repetición. Dos autores israelíes ayudan a explicar primero el genocidio y, luego, las sombrías implicaciones. Nurit PeledElhanan, académica, analizó más de cien libros de texto de las escuelas de Israel, y podemos decir que no es que la educación justifique la visión y práctica genocida, sino que la crea.
Argumenta que “los libros más utilizados en las escuelas secundarias de Israel implícitamente legitiman el asesinato de palestinos como un instrumento efectivo para preservar la seguridad de un Estado judío con mayoría judía, y sugiere que esta legitimación prepara a la juventud israelí para ser buenos soldados y para llevar a cabo las tareas que corresponden en los Territorios Palestinos Ocupados” (“The legitimation of massacres in Israel history books” en: Discourse & Society (Sage Journals) Vol. 21, No. 4).
Por su parte, Noah Harari va más a fondo y señala que la ruta de violencia desmedida por la que ha optado Israel va a significar “una catástrofe espiritual que puede destruir 2000 años de cultura judía… y que además de la limpieza étnica contra los palestinos… y la adoración del poder militar, significa el fin de la democracia” y, por tanto, agregamos, el regreso a la existencia de los judíos como en palabras de Harari, “una muy sanguinaria tribu religiosa ….” (Entrevista video: On the spiritual disaster in Palestine. En Unholy Live in London. 35 min). Y como Estados Unidos ahora claramente marcha también por esa ruta, directísimamente se afectará a México.
Es decir, como economía y política mundial no caminaremos hacia la culta y sabia Atenas, sino hacia la Esparta militarista que rechaza las limitaciones que le imponen organismos y cortes internacionales, tratados, acuerdos, obligaciones comerciales y financieras, y asimismo, a nivel nacional, el desdén por los compromisos en salud, pensiones y educación. Y evidentemente esta política violenta se traducirá en muertes inocentes, conmociones sociales, deterioro y sufrimiento social, y masivas protestas en los países periféricos.
Ante este panorama las universidades están obligadas a una profunda reflexión. Definir, por ejemplo, cuál es el papel activo y estratégico que les corresponde como creadoras y reproductoras de cultura y conocimiento socialmente válido. Pero también sobre su existencia: principalmente en el tema presupuestal, pues éste será objeto de asedio y en su estructura profunda. Si su entramado organizacional se mantiene rígido y extremadamente vertical y excluyente, como hasta ahora, continuará su proceso de extinción y serán relegadas a piezas de museo.
Por el contrario, si ellas son polos de intensa participación y organización y asumen mandatos sociales desde abajo, pueden una vez más –como en el pasado– convertirse en núcleos que fortalecen al país, pues en cada entidad recrean una cultura y actuación autónoma del poder político y empresarial. Para eso requieren de un cambio que abra sus estructuras de poder a la participación directa y decisiva de estudiantes, académicos y administrativos en la conducción institucional e incorpore las demandas sociales de conocimiento que surgen desde abajo.
Necesitan también recuperar la política universitaria que hoy casi irremediablemente se atrofia cuando se reduce –como en estos últimos meses hemos reseñado– a llegar por llegar aunque se abandone lo que hasta hace poco se consideraba “importantísimos procesos de cambio” divisional.
Hacer a un lado la política que es mero fruto de pugnas y conflictos cortesanos, favoritismos por una parte, y represión y despidos por la otra. La política como mero autoritarismo sin un contenido sustancial de fondo y que hasta resulta contraproducente para los propios funcionarios. Como el hecho de que la secretaria de Unidad, aspirante a la rectoría xochimilca, no tenga precisamente adeptos al mantener cerrado durante meses el comedor comunitario de académicos, administrativos y estudiantes.
Estos últimos en especial, son ya adultos que votan, pero al llegar a la UAM-Xochimilco son infantilizados con convocatorias de todo tipo (“ven a tomarte una foto con ‘Xochito’ –emblema de la Unidad Xochimilco–”, y la rectoría general, en una encuesta, los hace responder una pregunta de tintes racistas sobre cuál es el color de su piel. Se olvida que son adultos jóvenes ciudadanos ya con plenos derechos.
No se reconoce que vienen a una seria tarea y se asoman a avenidas tan importantes como el ejercicio colectivo del poder las teorías científicas que sirven para encontrar respuestas y para dar sentido a sus inquietudes por la sociedad, a su profesión y al mundo donde viven. A eso vienen.
*UAM-X