Aunque las referencias que hizo al mal funcionamiento de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el fallo en las escaleras mecánicas o su papel como pacificador del mundo (terminó con siete guerras), acapararon los titulares de los medios de comunicación más importantes, es necesario destacar las afirmaciones que Donald Trump hizo sobre el cambio climático el pasado 23 de septiembre ante la Asamblea General de la ONU.
En un discurso repleto de afirmaciones totalmente falsas, alejadas de lo que señalan los científicos más prestigiosos de Estados Unidos y el resto del mundo, negó rotundamente que exista el calentamiento global; descalificó a las energías renovables y nuevamente defendió la estrategia de lograr el crecimiento económico con base en la explotación y uso de los hidrocarburos y el carbón.
Ahora Trump no dijo que el cambio climático era un “invento chino”, sino que es “la mayor estafa perpetrada en el mundo”. Y refiriéndose a los países que buscan detener el aumento de las temperaturas por los daños que ocasionan, Trump les advirtió que “Si no se alejan de esta estafa verde, sus países van a fracasar”. Mientras, hay olas de calor superiores a todas las registradas con anterioridad. Incluso en Estados Unidos. Y son más intensos y destructores los huracanes y las inundaciones que ocasionan dicho aumento. Varios países insulares (Malawi y Palaos, por ejemplo) tienen severos problemas, pues al aumentar el nivel del mar éste avanza hacia tierra firme.
En su perorata, cargó contra los informes de los científicos que laboran en coordinación con Naciones Unidas. Destacadamente, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), máximo organismo mundial en ciencia climática. Dijo que sus predicciones y las de muchos otros grupos de especialistas están hechas con frecuencia por “razones erróneas, equivocadas”. Y las hicieron “personas estúpidas que han costado fortunas a sus países y no han dado a esos mismos países ninguna posibilidad de éxito”.
Ya durante su primer mandato criticó a los científicos y organismos que miden el comportamiento climático en su país y el resto del mundo. Ha calificado de innecesarias las políticas que buscan una transición hacia las energías verdes, como la eólica y la solar. A la primera la calificó de “broma patética”, y aseguró que, igual que la solar, “no funcionan, son demasiado caras y débiles”. Recientemente restó apoyos a los programas para avanzar en esos campos. Sin embargo, y pese a las críticas bien fundadas que reciben las energías verdes, la solar y la eólica son opciones menos caras y más rápidas para generar electricidad, tal como se documenta en el informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena, por sus siglas en inglés), publicado el pasado julio por Naciones Unidas. Pero el mandatario oculta que los subsidios que su gobierno otorga, en connivencia con el Partido Republicano, mantienen artificialmente la viabilidad de los combustibles fósiles. Es claro el apoyo de Trump a las corporaciones que explotan los hidrocarburos y el carbón. Son su apoyo económico y político.
Trump afirmó falsamente que las facturas de electricidad europeas son ahora “dos o tres veces más altas que las de Estados Unidos, donde están bajando mucho”. Es lo contrario. Igual cuando arremetió contra los esfuerzos climáticos de la ONU, diciendo que retiró a Estados Unidos del “falso” acuerdo climático de París porque “Estados Unidos pagaba mucho más que todos los países, y otros ni pagaban”. Pero nuestro vecino ha sido el mayor generador de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global. Produce 24 por ciento, mientras toda África, con 4 veces más población, apenas 3 por ciento.
Trump quiere ignorar la realidad que se vive en su propio país: temperaturas cada vez más extremas e inviernos con heladas jamás registradas. Ahora mismo, el medio oeste enfrenta una ola de calor entre 8 y hasta 17 grados por encima de lo normal para el otoño. Además, durante los últimos años las dependencias encargadas de medir las temperaturas muestran que la gran potencia tiene veranos muchísimo más calurosos e inviernos prolongados y extremos.
Como en muchos otros temas, en el del calentamiento global Trump quiere imponer su visión. La realidad la hace trizas día a día.