Este 6 de agosto se conmemoraron 200 años del nacimiento de Bolivia como país libre, independiente y soberano. Fue la culminación de un largo y tortuoso proceso de liberación del territorio conocido como el Alto Perú, en la Audiencia de Charcas. Fue el primer territorio en declarar la independencia en América del yugo colonial español y, paradójicamente, el último en consumarla, después de 16 años de guerra.
El movimiento independentista había tenido un antecedente importante en la rebelión indígena aymara encabezada por Túpac Katari entre 1780 y 1782, que fue violentamente reprimida. Después, cuando ocurrió la invasión napoleónica a la península ibérica y surgió la resistencia del pueblo español contra José Bonaparte, hermano de Napoleón, las élites criollas, encabezadas por el presidente de la Audiencia y el arzobispo de Chuquisaca, la ciudad más grande del Alto Perú, declararon su autonomía y fidelidad a las Cortes de Cádiz y al monarca español Fernando VII, el 25 de mayo de 1809. Una insurrección popular en La Paz, el 16 de julio de 1809, proclamó la independencia que, sin embargo, duró poco, pues fueron reprimidos por el ejército realista de Lima en noviembre de 1809. El líder insurgente, Murillo y sus principales colaboradores fueron ejecutados en enero de 1810. El Alto Perú estaba bajo la jurisdicción del virreinato de Río de la Plata desde 1776; antes, había formado parte del virreinato del Perú.
En los años siguientes, una generación criolla insurgente mantuvo la resistencia con apoyo de la población indígena aymara y quechua, que representaban la enorme mayoría de la población de Charcas. Ese territorio, en el que se encontraba la zona minera de Potosí, una de las mayores fuentes de la riqueza producida en la América española durante el periodo colonial, fue objeto de una intensa disputa entre los virreinatos de Perú y de Río de la Plata, así como de las fuerzas realistas que buscaban detener el crecimiento avasallador del proyecto libertador encabezado por Simón Bolívar, que estaba hiriendo de muerte al régimen colonial hispano en Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador y Perú.
El movimiento insurgente argentino, que había logrado instaurar la independencia en mayo de 1810, buscó expandirse hasta el Alto Perú. Para controlar esa rica región invadió tres veces el territorio. En abril de 1811, las tropas argentinas ocuparon y liberaron La Paz y Oruro, pero fueron derrotados el mes siguiente por las fuerzas realistas de Cuzco. Después de esa derrota, el ejército argentino impidió la reconquista de Buenos Aires en febrero de 1813 y volvió a invadir el Alto Perú en junio de ese año, pero fueron nuevamente derrotados. Una tercera invasión ocurrió en noviembre de 1815, pero sufrieron una terrible derrota que hizo que el líder de la insurgencia argentina, José de San Martín, abandonara los intentos de incorporar el territorio de Charcas a su dominio. Una última incursión argentina, pequeña y sin mayor trascendencia, ocurrió a principios de 1817. Todas esas invasiones contaron con el apoyo de los criollos y sectores populares insurgentes de las tierras altas de Perú.
En 1816, después de un periodo difícil, Bolívar reavivó el movimiento independentista en Venezuela. Mientras, San Martín hacía lo propio y liberó el territorio de Chile en abril de 1818. Bolívar encabezó la liberación de Perú. Con Antonio José de Sucre como su principal lugarteniente, El Libertador inició las batallas definitivas para echar de Sudamérica lo que quedaba de las tropas realistas que intentaban desesperadamente mantener las colonias hispanas. La batalla final, decisiva, que selló el fin del régimen colonial en América fue el triunfo que Sucre alcanzó en Ayacucho en diciembre de 1824. Con esa derrota, el destino del Alto Perú, el último reducto que conservaba España en Sudamérica, estaba definido.
Esa región la controlaba el general realista Pedro de Olañeta, quien se negó a capitular. Era una región complicada en el escenario regional, pues si bien estaba bajo la jurisdicción de Buenos Aires, las élites realistas la habían reintegrado a Perú para impedir su independencia cuando ocurrió la primera invasión argentina. Además, también era codiciada por Brasil, donde Carlota, hermana de Fernando VII y esposa del monarca portugués, quería mantener la influencia de los borbones en América apoyados por los gobiernos de la Santa Alianza.
Bolívar, quien después de liberar Perú fue su presidente y comandante supremo, sabía que podía provocarse un conflicto por jurisdicción entre Perú y Buenos Aires. Conocía, además, los deseos autonomistas de las élites criollas altoperuanas, lo cual sería un obstáculo para su proyecto de integrar en un solo país a Colombia, Perú y Ecuador. Por eso dudaba si convendría ocupar el Alto Perú y precipitar la independencia de esa región antes de concretar su proyecto de integración trasandino. Sucre tomó La Paz en febrero de 1825. Había escrito a Bolívar el 8 de ese mes: “tenemos que trabajar en un país que no es del Perú ni parece que quiere ser sino de sí mismo”. Dos días después, sin consultar con El Libertador, convocó a una asamblea con representantes de las cuatro provincias altoperuanas, quienes, reunidos en Chuquisaca, proclamaron la independencia de Bolivia el 6 de agosto de 1825.
*Director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)