Las incógnitas económicas derivadas de los voluntariosos aranceles trumpianos han ocupado su lugar en el presente de la actual administración. Las negociaciones, cara a cara, entre los respectivos responsables en cada lado del río Bravo, han encontrado los debidos carriles para funcionar con aceptable eficacia. Ya no estará en juego el éxito o fracaso, pendiente de conversaciones directas o en personal entrevista entre los respectivos presidentes. Es posible que los asuntos entre ambos países retomen su compleja normalidad, ambiente que permitirá dar cabida, con la debida prioridad, al armado del futuro.
El triunvirato de poderes internos también ha completado su ciclo de reformas estructurales. Cada uno tiene sus cuerpos operativos así como las respectivas dirigencias ocupando sus correspondientes lugares. Todos, legítimamente aceptadas y, por tanto, apoyados por la ciudadanía que los votó. El esquema funcional de los múltiples movimientos y acomodos, podrá entrar en renovadas auscultaciones que le permitan acomodarse al presente y también otear el futuro con relativa calma. En este horizonte, es posible que sobrevengan otras tensiones, tanto internas como provenientes del exterior. Pero serán de distinto talante e importancia y su manejo podrá conjugar las fuerzas políticas que le darán sentido, oportunidad y dirección.
La energía personal y de grupo tendrá que dar el espacio y, en especial, el tiempo, a la cuestión básica de gobierno: visualizar con claridad creciente lo que espera un tanto más allá del diario quehacer. Ello implica no sólo afinar mecanismos, usos, análisis y requerimientos, sino decidir quiénes podrán ocuparse mejor de ello. Preparar, con la paciencia indispensable, el terreno, salvar condicionantes y asegurar los medios para dar cuerpo duradero al proyecto en marcha. De la manera en que se vayan despejando obstáculos y precisando perfiles, dependerá la continuidad del modelo aceptado y sostenido hasta el día de hoy.
Es indispensable incluir, o rechazar, lo que el mismo trabajo cotidiano va generando y que, de varias maneras, también impone su lógica. Esa conveniente asimilación de lo nuevo o descarte de lo obsoleto irá delineando la actualidad política y su apropiada gestión. Es preciso reafirmar que el modelo, compartido entre la pasada administración y la actual continúa diciendo: primero los pobres por el bienestar de todos. Este fundamento axiomático es la palanca que lo diferencia de su obsoleto antecesor de acumulación elitista. Por tanto, hay que llevar a cabo la debida y constante evaluación programática, para que este objetivo conserve su vigencia.
Sabiendo que hacer paradas, aunque sean vistas como convenientes (tácticas, quizá), se conviertan en tiempos perdidos y se ponga en riesgo el modelo completo. La mirada puesta en la realidad de los de abajo no puede dejarse para momentos posteriores o condiciones mejores. Puesto que las derivadas de ello, casi seguro, quebrarán esperanzas, legitimidades y apoyos. Se verían casi de inmediato como traiciones y aparecerán los olvidos y desconfianza. En este respecto no puede haber dilaciones. Y no las hay, debido al efecto consiguiente en el otro polo axiomático del modelo: la igualdad buscada. Ésta no se agota en el trabajo de su búsqueda continua, sino que se extiende de manera importante a distintos y consecuentes ámbitos: grupales o regionales.
El haber conseguido sacar de la pobreza a 11 millones de compatriotas entre 2018 y 2024 tuvo su impulso en incrementos sustantivos en la base salarial. Pero el balance de oportunidades regionales coadyuvó al crecimiento económico general. Toca ahora al liderazgo moreno hacer su parte en ambos renglones. El haber iniciado el año de gobierno con esfuerzos conciliatorios con las diferencias de clase, de visiones y profesionales, bien podrá servir de plataforma para la transformación prometida. Siempre y cuando no se conviertan en prestaciones adicionales y caigan en oídos interesados que den paso a ventajas indebidas.
Bien se sabe que tolerar el desbalance en las apropiaciones del ingreso impiden la lucha contra la desigualdad imperante. El monstruo interno de la nación. Las discrepancias funcionales entre el funcionariado gubernativo o partidario son campo fértil para la crítica, más todavía, cuando ésta es crudamente opositora. En cualquier caso, no debe convertirse en distracciones y pérdida de tiempo o recursos. Peor aún, volverse rencillas o pleitos internos.
Es notable la exacerbada propensión de la crítica opositora a inventar pleitos y ambiciones de poder entre el oficialismo. Todo detalle es convertido, por gracia deseada, en luchas de posiciones, defensa de posturas y acomodos sucesorios. Observar la consecuente pérdida de objetividad del periodismo bajo consigna, muy en boga todavía, se torna fácil a simple vista. Es obligado deber separarse de tan rudimentaria práctica. Sus pretensiones son tan obvias como pueriles.