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UAM: 50 años y huelga

20 de enero de 2024 00:04

En este 2024 la UAM cumple su aniversario 50. Sin embargo, este año que ahora comienza se abre no con una solemne convocatoria institucional a celebrar y reflexionar para cambiar, sino con un emplazamiento a huelga. Esto, que puede parecer paradójico y hasta irreverente, es en realidad un signo de su origen e historia. Impulsada por el viento de la rebelión del 68, el surgimiento de la UAM en 1974 aparece en medio de una batalla por el destino de la educación superior, especialmente la universidad. Muchos profesores jóvenes venidos de las protestas estudiantiles rechazan el naciente autoritarismo que se busca imponer en la institución y responden con la creación de un sindicato mixto –de trabajadoras y trabajadores administrativos y académicos– y consiguen uno de los pactos bilaterales más avanzados del momento. Administrativos pero también académicos, pueden bilateralmente vigilar que se cumpla sin excepciones o favoritismos el procedimiento para ocupar una plaza. Se rechaza ya desde entonces el autoritarismo y el charrismo en la asignación de las plazas: para asignarlas ni las autoridades tienen todo el control ni el sindicato, sino la pública evaluación académica. Este balance alentó y dio sentido a una profunda e intensa participación basada en una comunidad académica estable y de tiempo completo clave para la creación de planes y programas de estudio orientados a la democracia, las problemáticas de la nación y de comunidades (desde Chiapas hasta Xochimilco). Desarrolló también pedagogías –como la modular– fincadas en la intensa y decisiva participación de las y los estudiantes como actores protagónicos del sistema educativo.

Sin embargo, un poco después, en 1981, el rector consiguió el apoyo del Estado y logra que el pacto bilateral en que se fincaba el ánimo de participación fuera desmembrado por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, de manera que más de la mitad del articulado es considerado ilegal y eliminado. Casi al mismo tiempo se aprobó dentro de la propia UAM el Reglamento Orgánico que fortalece enormemente una estructura vertical, aunque desconcentrada, que inclina decisivamente la balanza del poder hacia las figuras de autoridad (hasta 20 competencias más en sus funciones) y que se agrega a la posición predominante que ya tienen en las instancias colegiadas. La concentración del poder reduce en las autoridades la visión de lo que es importante y urgente en la universidad y la trascendencia de las situaciones que viven estudiantes y trabajadores.

Por ejemplo, la disparidad en los ingresos: hay miles de trabajadoras y trabajadores (sobre todo académicos temporales) que ganan 10 mil pesos mensuales, mientras otros, perciben 100 mil, y todavía más en los puestos de funcionario; es el rector quien decide cada año los ingresos que tendrán los académicos vía becas y estímulos; miles de académicas y académicos tienen contratos de sólo diez semanas de duración. Pero además, no corresponde a las y los docentes proponer cambios a los programas de estudio. Asimismo, el acoso a las mujeres estudiantes y el que ahora se clasifique (sin objetivo expreso) a las y los jóvenes de nuevo ingreso según el color de su piel. Todo esto ha sido fuente de tensiones y hasta suspensiones importantes, pero nada es inmodificable.

Ya el Situam ha propuesto una visión diferente y eficaz para la contratación de académicos que tienen lustros o hasta décadas con contratos de sólo semanas de duración. Jóvenes académicos que han demostrado su interés y capacidad para desarrollar una carrera académica en un contexto incluyente y respetuoso de derechos laborales y de género. Hasta las autoridades han contribuido a un análisis estadístico que muestra que la regularidad en la contratación temporal a un número de profesores temporales (y casi los mismos) hace perfectamente posible abrir plazas definitivas para satisfacer esas necesidades. Esto traería importantes ventajas académicas y laborales. Y el actual emplazamiento a huelga de hecho está sirviendo para poner sobre la mesa con más fuerza un problema académico, laboral e institucional de fondo cuya discusión puede perfectamente continuarse posteriormente y concluir en un acuerdo como parte de los cambios que debería tener la UAM para interactuar con un México que ya no es como el de hace medio siglo.

La UAM se construyó a partir de lo bueno (la enorme demanda de libertad y democracia) y lo malo (el autoritarismo) que el 68 dejó como herencia al país. Ahora, medio siglo después, esa experiencia puede transformarse en una sabiduría que permita pensar en una universidad distinta. Descartar lo fuera de época, dar paso a la transformación para este tiempo y desde sí misma. Decimos esto porque últimamente, desde la legalidad, se han venido modificando rasgos de la UAM; ahora así cambió el cómo decidir sobre la huelga. ¿Hay que seguir así, cerrados al tiempo, con solo la ley como faro del cambio?

*UAM-X



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