Comenzaba la primavera de 1993 y mediante un comité ciudadano –en el que participé junto con personajes como Miguel Basáñez, Clara Jusidman, Santiago Creel, Amalia García y Carlos Heredia–, llevamos a cabo, el 21 de marzo, el plebiscito para la Reforma Política del Distrito Federal, convocado por integrantes de la Asamblea de Representantes del DF y miembros ciudadanos. Las preguntas a la ciudadanía iban encaminadas a saber si los capitalinos deseaban que sus gobernantes fueran elegidos mediante el voto directo, si debían contar con un Poder Legislativo propio y si estaban de acuerdo en que el Distrito Federal se convirtiera en un estado de la Federación.
Los resultados de este ejercicio fueron contundentes. En las 2 mil 840 casillas instaladas en lugares públicos votaron poco más de 330 mil ciudadanos. Según el conteo realizado por la Fundación Arturo Rosenblueth, 84 por ciento se inclinó en favor de una apertura democrática del Distrito Federal. La decisión tomada en el plebiscito fue respaldada por el entonces regente del DF, Manuel Camacho Solís.
Recuerdo la noche del conteo de votos en el antiguo salón del Palacio Legislativo de Donceles, que esa noche estaba abarrotado. Decenas de cámaras, reporteros y fotógrafos. En el presídium para anunciar los resultados estaban Enrique Calderón, de la Fundación Rosenblueth, a cargo de la organización y recepción de votos; Federico Reyes Heroles, de convocar a observadores nacionales y extranjeros destacados; Basáñez, del conteo rápido de la votación con su equipo de encuestas, y yo, de las brigadas en el campo. Al final de la jornada le dije a Miguel Basáñez: va a ser un éxito total en la prensa este plebiscito
, pero su respuesta fue: verás que no saldrá ni una nota
. Como ocurrió.