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Yo, o el desastre

10 de octubre de 2023 00:02

Marcelo Ebrard se volvió un mal político. Aunque eso es poco decir. Parece misterio su actual locuacidad, real o fingida, al estilo Carlos Alazraki, que simula divertirse inventando mentiras pueriles –llamadas “narrativas”– para venderlas como coartadas políticas.

Si la teatralidad de Marcelo de estos días proviene de alguna fruslería “política” como las que vende Jaime Durán Barba, uno de esos que se dicen “creadores” de “sentido común”, parece claro que su estrategia está desencaminada.

Los políticos neoliberales del mundo se han formado en esa escuela del impostor, productora de futilidad de alto precio. Trump es el canon mismo de cómo se engaña exitosamente. Los políticos neoliberales construyeron un gigantesco aparato de creación de “narrativas” y convencieron a amplias capas de las sociedades del mundo acerca de su eficacia. Las hicieron creer que el sentido común era sólo un cascarón vacío susceptible de ser llenado a gusto del comprador, con cualquier “narrativa” basura.

Se incubó la idea de que no existe nada que pueda calificarse de verdadero, todo es opinable y el error o la mentira, no existen: todo es “narrativa”. Sólo hay que saber vender la que en cada momento resulte conveniente para los intereses de quien paga. Sin poder mostrar ninguna prueba, Ebrard dijo alazrakimente: hoy sabemos “que tenían los resultados de la encuesta” (que dio el triunfo a Claudia Sheinbaum), “antes del conteo”. “Narrativa” pura y dura: “Yo me comprometí con ustedes a luchar por la candidatura a la Presidencia de la República, y nunca verán a Marcelo Ebrard participar en ninguna otra cosa que no sea esa candidatura. Vamos por todo”.

“Narrativa” pura y dura, despegando alegremente. Despojada de contenido. Yo quiero ser presidente porque quiero ser presidente: se trata de la persona de Marcelo Ebrard y de nada más; el poco contenido programático de tecnología y clases medias que pergeñó, lo ha arrojado al albañal, ya no sirve. Ya no hay inducción de sonrisas porque todo iba a estar bien.

La “narrativa” tomó vuelo cuando dijo: con la policía, Morena impidió a mis representantes estar presentes en el conteo (que ya sabía que no me favorecería). ¿Por qué Marcelo ha decidido meterse en un callejón sin salida? Es un enigma. Todo ocurre como si una fuerza de cuentos de hadas y encantamientos lo empujara a cumplir un destino no deseado por su fuero interno.

Como bien lo saben Morena y la oposición, el consenso político de la mayoría está con Andrés Manuel y el programa de la 4T. Quien se sitúa fuera de ese consenso, hoy por hoy no puede alcanzar los resortes del poder del gobierno: ni el Ejecutivo, ni el Legislativo.

Es un hecho firme de la realidad política. Marcelo se ha colocado fuera de ese consenso, aunque continúa haciendo como si aún estuviera dentro: con frecuencia hace como si hablara desde el discurso construido por el Presidente.

Y lo hace como si sus palabras pudieran ser creíbles. Ha insistido en que las encuestas fueron una canallada de Morena: está claro que sus palabras encubren a ojos vistas el túnel de escape por el que acaso llegue a la boleta de 2024, como es su intenso deseo.

Será bajo la bandería residual de Movimiento Ciudadano o, con suerte, bajo MC y PRIAN sumados…, si es que MC y Claudio X aún creen que Marcelo puede alcanzar una suma de votos que por sí solos no alcanzarían.

Lo que Marcelo “sabe”, es que hubo un conciliábulo al que concurrieron: 1) la comisión de encuestas de Morena; 2) cuatro firmas encuestadoras, Buendía y Asociados, De las Heras Demotecnia, Mercaei (propuesta por Ebrard) y Heliga Consultores; 3) las corrientes políticas de Morena participantes en las encuestas, incluido Ricardo Monreal, y 4) los partidos asociados a Morena (Verde y PT), conjunto que, en secreto, y a escondidas de Marcelo, produjeron un resultado favorable a Claudia Sheinbaum, antes del conteo. Él ya descubrió el complot por el que las cinco encuestadoras alcanzaron similar resultado. Sólo espera que Morena le diga si va a corregir o no la traición conspirativa.

Marcelo sabe que la correción que dice esperar no ocurrirá. Pero, actuando de ese modo, cuando reciba respuesta, podrá señalar a los cuatro vientos la felonía de los morenos. Extraño dislate y nada más. Es difícil creer que Marcelo piense que el tiempo juega a su favor.

Entre más tiempo pase, más personas llegarán a conclusiones y consideraciones similares a las que en párrafos anteriores he escrito. El enigma Marcelo crece. O tal vez su turbación. Según Ebrard, Morena está en alto riesgo: tiene la disyuntiva de irse por el camino del cinismo “o si es congruente con sus estatutos y principios, dice esto está mal y se tiene que corregir”, aseguró apuntando la mirilla de su ninguna pistola, hacia la Comisión de Honestidad y Justicia del que era su partido. “Hay que tener valor y denunciar lo que está mal…, el silencio nos va a llevar a que en muy poco tiempo veamos otra vez el cinismo, la corrupción”: yo soy el camino de México, dice, sin ninguna convicción.



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