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No hay paz posible bajo la luz de un genocidio

En realidad, el plan no representa ruptura con las dinámicas genocidas ni condena a Israel por sus crímenes genocidas contra los palestinos. Más bien, representa la aceptación tácita de la perpetuación de la colonización y el 'statu quo' político israelí. Foto
En realidad, el plan no representa ruptura con las dinámicas genocidas ni condena a Israel por sus crímenes genocidas contra los palestinos. Más bien, representa la aceptación tácita de la perpetuación de la colonización y el 'statu quo' político israelí. Foto Ap
12 de octubre de 2025 00:01

Escucho en la radio que gracias al esfuerzo diplomático de Donald Trump se abrió una posibilidad de alto al fuego en Gaza. La gracia de Trump consistió en lograr que Netanyahu le pidiera perdón a Qatar, tras haber bombardeado la mesa de negociaciones el mes pasado, para por fin poder llegar a un acuerdo para el cese al fuego. 

La esperanza se palpa con la aprobación del gobierno de Israel de la primera fase del acuerdo, que incluye el intercambio de los 48 rehenes retenidos por Hamas por 250 prisioneros palestinos que sirven cadenas perpetuas y otros mil 700 gazatíes detenidos en este asedio. En esta narrativa, las hostilidades por fin cesan y Hamas accede al desarme. Si se trata del fin de Hamas, se cumple la meta militar declarada de Israel y llega “la paz”. Pero ¿qué hay del genocidio y colonización territorial en curso? 

Esperanza y celebraciones aparte, el supuesto plan o el “nuevo plan para Gaza de paz en Medio Oriente”, de 20 puntos, es engañoso. En realidad, el plan no representa ruptura con las dinámicas genocidas ni condena a Israel por sus crímenes genocidas contra los palestinos. Más bien, representa la aceptación tácita de la perpetuación de la colonización y el statu quo político israelí.

El plan implica subcontratar la ocupación consolidando las relaciones de poder existentes y evita tocar el punto de la ocupación militar israelí, la colonización ilegal en Cisjordania y Jerusalén, omitiendo y normalizando deliberadamente la anexión y la extensión desenfrenada de los asentamientos de colonos. En el plan no se menciona el derecho al retorno, el reconocimiento de los palestinos, el estatus de Jerusalén como capital compartida, soberanía territorial y reconocimiento como nación, que son los puntos que conforman las demandas políticas de los palestinos desde hace 77 años. 

El plan no requiere que se retire totalmente el ejército israelí, pero sí que cesen todas las operaciones militares hasta que se libere a los rehenes. Una vez que se hayan liberado, se le dará amnistía a los miembros de Hamas, y los palestinos que opten por irse de Gaza tendrán un salvoconducto para refugiarse en países que han accedido a recibirlos. 

El plan dibuja una Gaza como una “zona libre de terror desradicalizada que no representa una amenaza para sus vecinos”, y que la gobernanza de Gaza se transfiera a un cuerpo transicional bajo la forma de un “Comité Palestino tecnocrático y apolítico” que será supervisado por un “Patronato de Paz” liderado por Trump y otros como Tony Blair. Este Patronato supervisará el marco para el subsidio para la reconstrucción de Gaza. 

Sin duda, este plan es una respuesta al apoyo creciente a la causa palestina y al reconocimiento masivo de la nación por 150 países en la Asamblea General de Naciones Unidas. 

Sin embargo, en el momento en que Hamas deje de contar como gobernante de la Franja y representantes de los palestinos, se pone el último clavo en el féretro de los palestinos como figuras políticas buscando autonomía y el reconocimiento de su derecho a un Estado independiente. Con el plan de 20 pasos, se consolidan el genocidio y el régimen de apartheid con el que Israel lleva gobernando a los palestinos como no ciudadanos, oprimiéndolos y lentamente erradicándolos desde 1967. El proceso de paz no es más que una herramienta para gestionar el colonialismo de asentamientos de los territorios de forma durable y transformar al genocidio en una cuestión de gestión de crisis humanitaria. 

Ya que el colonialismo de asentamientos representa un desgarre radical del universalismo, hoy nadie puede estar a salvo de las guerras de exterminación, que están validando la visión tecnofeudalista del orden mundial necropolítico en el cual poblaciones enteras están siendo exterminadas para que la vida privilegiada pueda ser preservada bajo el capitalismo de las plataformas. 

Los defensores del territorio como Hamas, los zapatistas, los naxalitas en la India Central, el Nuevo Ejército del Pueblo en las Filipinas, líderes de movimientos medioambientalistas, periodistas, migrantes y refugiados del cambio climático son hoy invisibles como sujetos políticos y se encuentran extremadamente vulnerables bajo este sistema, asediados por la militarización creciente. 

Desde incursiones de ICE deportando indocumentados, hasta los recientes ataques militares contra las bases zapatistas en Chiapas, la destrucción de sus cosechas e infraestructura comunal, se están librando guerras para desplazar forzozamente a poblaciones enteras y acelerar la acumulación de riqueza a través del extractivismo. 

¿Qué formas de vida se consideran dignas de ser preservadas bajo este sistema? ¿Qué discursos se usan para preservarlas y justificar la violencia, íntimamente ligada a eventos de cambio climático y formas depredadoras para sostener la vida en el planeta? 

*Autora del libro El cielo está incompleto: Cuadernos de viaje en Palestina

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