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Aquí no se rinde nadie / Antonio Gershenson

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Arturo Whaley (segunda de derecha a izquerda), durante los trabajos del congreso del sindicato de trabajadores de la UNAM, en 2016. Foto ‘La Jornada’ / Archivo
18 de diciembre de 2022 11:56

Al conocer la noticia sobre tu despedida, mi amigo y camarada, mi compañero de lucha, colega y hermano, supe que no estás del todo muerto. La gente que se compromete con un propósito para cambiar la realidad de injusticias, miserias y desamparo de la mayoría de la población, surge de los espacios más diversos y continúa presente en las luchas subsecuentes de las generaciones posteriores. Por eso tú, Arturo, no has muerto.

Arturo Whaley fue un sindicalista ejemplar y un ser humano natural e inteligente. Desde muy joven se integró a la lucha por los derechos de sus compañeros de la investigación y de la industria eléctrica y nuclear. Ya desde los círculos estudiantiles donde nace la conciencia, la voluntad y el deseo de convertir en realidad la necesidad de un mundo mejor, Whaley comenzó su camino como luchador social.

Arturo, tú y yo somos como hermanos de ideales, del mismo espacio donde se han levantado una cantidad innumerable de estudiantes conscientes del momento que les ha tocado vivir. Y tu reflejo está en la nueva generación de sindicalistas.

Después, el trabajo político generó resultados, a pesar de la gran represión del gobierno priísta. Aumentó la posibilidad de defender nuestros proyectos sindicales desde las curules. Llegamos allí por el gran apoyo de nuestro sindicato.

Movernos en una esfera más amplia era la posibilidad con nuestra participación como diputados federales.

Fuimos afortunados como profesionales, en el área eléctrica y, por supuesto, en la nuclear, donde tu liderazgo todavía es un referente muy importante. No podíamos declararnos exclusivamente de una u otra área, ya que nuestra verdadera profesión fue ser militantes del movimiento sindical en México.

Tu venías del Politécnico, yo de la UNAM, ambas casas de estudio eran nuestra fortaleza. Nuestros compañeros primero y nuestros alumnos después, también jugaron un papel fundamental que nos motivó a seguir avanzando. El camino que escogimos nos mostró lo difícil que fue caminar por esas rutas inciertas de la lucha sindical. Fue difícil porque estábamos vigilados por la policía y perseguidos abiertamente por el gobierno y la derecha empresarial recalcitrante. Pero seguimos adelante, acumulando experiencia y hasta valor para defendernos.

Es raro para mí esta conversación en tu sentida ausencia. Podría llenar más de un libro contando las anécdotas y los planes que compartimos por mucho tiempo.

En mi caso, un hecho que después de tantos años, todavía me causa cierta satisfacción, fue cuando nos detuvo la policía entrando al entonces DF. Ya era muy tarde, más o menos las 11 de la noche. Regresábamos de un acto sindical y no pudimos llegar con nuestras familias.

Nos despojaron de nuestros automóviles y nos llevaron a un lugar que no pudimos identificar al momento, pero después de unos minutos supimos que estábamos en los separos. Por la forma acelerada que nos llevaron a la sala de interrogatorios, nos dimos cuenta que no nos iban a tratar con ningún tipo de respeto. La forma de interrogarnos, más que afectarnos, nos causó diversión. Los interrogadores estaban más nerviosos que nosotros dos. Corrimos con suerte, creo que los torturadores no tenían experiencia y se les pudo pasar la mano. Pero de esa aventura también salimos a salvo. Después de varios actos juntos no volvimos a vernos. Pero la hermandad profunda seguía y sigue a flor de piel.

La lucha sigue ¡Viva el sindicalismo revolucionario!¡Viva la amistad y la solidaridad! ¡Viva el Sutin y la solidaridad gremial!

¡Hasta siempre, mi hermano!

Twitter: @AntonioGershens

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