Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de febrero de 2014 Num: 987

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El bestiario humano
de José Emilio

José Ángel Leyva

La huella radiante de
José Emilio Pacheco

Juan Domingo Argüelles

Pacheco, el soberano
Ricardo Guzmán Wolffer

Creación del poeta
o malinterpretación
de Blake

Marco Antonio Campos

Poemas
José Emilio Pacheco

Carta a José Emilio Pacheco, con fondo
de Chava Flores

Hugo Gutiérrez Vega

También este año me atormenta la noche
Yorguís Kótsiras

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Antonio Soria
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
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La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
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La Jornada Semanal

 

Jair Cortés
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Facebook: la religión de los opinómanos

Aunque algunos pocos han abandonado las redes sociales por sentirse sobreexpuestos a la mirada ajena, los partidarios de este tipo de espacios virtuales siguen engrosando sus filas. Hemos sido testigos del linchamiento mediático que han experimentado políticos, servidores públicos, intelectuales, personajes del mal llamado “medio artístico” o personas comunes y corrientes al expresar sus torpes o brillantes opiniones. “Si lo sabe Dios que lo sepa Facebook”, dice uno de los refranes modernos a propósito del tema. El ensayista y poeta Héctor Villarreal ha dicho que “pasamos de ser los poetastros de pulcata a los opinómanos de Facebook”.

Facebook es una importante herramienta de comunicación y difusión pero también es un arma de doble filo, es un océano de comentarios en los que de vez en cuando encontramos aportaciones trascendentes en medio de tanta botella flotante: podemos encontrar miles de chistes sobre el caso Aristegui-Bozo en contraste con silencios decepcionantes cuando alguien solicita un donador de sangre o pide ayuda para encontrarle hogar a un perro.

Entre la gran cantidad de usuarios de esta red social encuentro un tipo específico, el que Héctor Villarreal bautiza como “opinómano”. Ya desde los tiempos de la radio y la televisión se fomentaba, vía telefónica o por correo postal, la urgente necesidad de interactuar con el público, y Facebook muchas veces promueve la idea de que emitir una opinión, aunque se ignore el tema, es más importante que realizar una acción que modifique nuestro entorno. Es el tiempo de los “opinómanos” que hablan incesantemente sin moverse de su cómoda silla frente a la pantalla o sin desconectarse de sus redes sociales en el teléfono móvil. El opinómano lanza su diatriba, su pseudocrítica burlona y siempre intenta tener la última palabra; su religión está basada en la ocurrencia. Una gran parte de Facebook se ha convertido en un inmenso coloquio en donde, de tanto hablar, cada uno de los asistentes se queda hablando solo. Personas que miran el mundo a través de las redes sociales y viven como si “afuera” no hubiera otras posibilidades de interacción. A propósito del tema, Noam Chomsky declara que internet “es una suma de ideas azarosas y es difícil distinguir entre lo que alguien pensó mientras cruzaba la calle y lo que otro estudió en profundidad”. Las redes sociales se llaman así porque el usuario queda atrapado en ellas creyendo que sus manotazos y aspavientos son su forma más radical de emitir una opinión, cuando, en realidad, esas actitudes reflejan el agotamiento de su pensamiento creativo y la alienación de su personalidad. En este caso queda claro que no hay drogas, hay adicciones, y en el caso de Facebook estamos frente a una de las adicciones más peligrosas: creer que pensamos de manera independiente (o diferente) cuando en realidad son otros los que nos están suministrando las ideas.