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Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El bestiario humano
de José Emilio
José Ángel Leyva
La huella radiante de
José Emilio Pacheco
Juan Domingo Argüelles
Pacheco, el soberano
Ricardo Guzmán Wolffer
Creación del poeta
o malinterpretación
de Blake
Marco Antonio Campos
Poemas
José Emilio Pacheco
Carta a José Emilio Pacheco, con fondo
de Chava Flores
Hugo Gutiérrez Vega
También este año me atormenta la noche
Yorguís Kótsiras
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Felipe Garrido
Los Incontables
Voy a llevarles un recado de la Señora a sus hijos, los Incontables. Sin su ayuda, podría ser decapitada, me dijo –dijo la pulga al sapo, que le cerraba el camino con su mole imponente. Y como el sapo, aunque algo sordo era muy su amigo, la pulga estuvo de acuerdo en que se la tragara, para llegar cuanto antes.
Y cuanto antes el sapo se la zampó y cada salto suyo era como cincuenta de los que daba la pulga; pero los Incontables estaban muy lejos.
–Deja que te ayude –le dijo al sapo la serpiente, que lo estaba esperando en el río. Y antes de que el sapo terminara de explicarle lo que sucedía, se lo zampó y se lanzó al agua para aprovechar la prisa de la corriente.
Nadie con tanta prisa como la culebra; aunque cuando salió del agua aún le faltaba subir la cañada, las Lomas, la escalinata... Así que estuvo de acuerdo cuando una garza morena, para ayudarle, le propuso tragársela, aunque ninguna de las dos sabía exactamente a qué.
Para entonces había pasado demasiado tiempo, los Incontables no creyeron en aquel mensaje dudoso y, antes de que terminara su ruidosa asamblea se supo que la Señora su madre había... [Del Dharmerado.] |