Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de julio de 2011 Num: 855

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Al pie de la letra
Ernesto de la Peña

Historia de un niño
Miltos Sajtouris

Mariátegui y el ensayo
de interpretación

Gustavo Ogarrio

Latitud
Jorge Valdés Díaz-Vélez

Tres poetas urugalos: Lautréamont, Laforgue, Supervielle
Enrique Héctor González

Elvira Gascón o la fecundidad del silencio
Augusto Isla

Elvira Gascón
Juan Rulfo

Dos sonetos para Elvira
Rubén Bonifaz Nuño (1969)

El cuerpo dice lo que
el alma calla

Ricardo Yáñez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Manuel Stephens

Premio de la crítica

La Danza del Lápiz, primer diplomado en formación de periodistas y críticos especializados en danza, bajo el auspicio de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que por primera vez en la historia del Concurso de Creación Coreográfica Contemporánea participa de forma oficial, otorgó el Premio de la crítica en el marco del XXXI Premio INBA-UAM a Óscar Ruvalcaba Pérez por su coreografía Himnos de ciudad, fragmento de la obra de largo aliento Himno.

Después de ver las treinta y siete coreografías presentadas al concurso y de más de un mes de discutir profusamente, los miembros del jurado: Silverio Orduña, Rosario Manzanos, David Domínguez, Alma Rosa Cortés, Nidia Cervantes, Adriana Álvarez y quien esto escribe, tuvimos la oportunidad de hacer un ejercicio de análisis, investigación, argumentación y contraargumentación, que se prolongó por largas sesiones, no exentas de acalorados puntos de vista cuando no se llegaba a posturas en común. En estos tiempos, cuando todo pareciera girar alrededor del caos que se vive en el país, nuestra experiencia analizando una por una cada obra presentada en las semifinales fue más que grata.

Como estamos cansados –en lo político– de votar y saber que nuestro voto puede estar perdido en alguna alcantarilla o escondido en una bodega, asumimos con naturalidad que la discusión y el consenso eran el camino para llegar a una coincidencia total.


Himno

En la danza, como en la vida misma, el todo no es la suma de las partes. Las coreografías son un arte vivo, representan más que conjuntar música, escenografía, vestuario, iluminación y ejecución. Son múltiples posibilidades de expresión, de lograr en el escenario la permanencia de lo efímero, de trascender la búsqueda permanente de la técnica en la interpretación, para crear atmósferas y universos dramáticos que nos inviten, nos provoquen, nos transformen, nos hagan pensar y, en el mejor de los casos, nos conmuevan.

En esta edición del certamen, del “Premio” como se le llama coloquialmente, hemos decidido reconocer a una obra madura, en la que Ruvalcaba usa la sencillez, mas no la simpleza, en el trazo coreográfico, y que posee un lenguaje de movimiento radicado en el poder del cuerpo, en la vitalidad de los bailarines y las posibilidades físicas del ser humano. Himnos de ciudad, según el jurado, es muestra de que la disciplina y la técnica constituyen la base para crear un lenguaje corporal contemporáneo. La propuesta aprovecha los elementos de la danza para abordar una problemática cotidiana y los pone al servicio de la reflexión sobre el individualismo, característico de las grandes ciudades.

El jurado asegura que Ruvalcaba, a lo largo de su trayectoria, ha consolidado un estilo dancístico que debe ser reconocido dentro la comunidad artística del país.

La obra logró integrar intérpretes con capacidades técnicas virtuosas que no sólo implicaban el lucimiento técnico, sino la explosión de sensaciones y sentimientos.

En Himnos de ciudad se destaca el uso de forma coherente de los impulsos del movimiento y su significación; la danza no es utilizada para “dibujar” una anécdota, sino para crear un universo propio que se fundamenta. Así, la confrontación de la sencillez espacial y la complejidad corporal sugieren armonía y equilibrio. Al mismo tiempo, la obra refleja al propio Ruvalcaba inmerso en sus contradicciones –y expiaciones–; él es cada uno de sus bailarines.

Resalta asimismo que el tiempo al que se sujeta la pieza siempre es utilizado de forma precisa y cada acción desemboca en una acción dramática de mayor complejidad. El ritmo invita a permanecer expectante y preguntarse qué va a suceder después de cada secuencia: ¿hasta dónde van a llegar esos seres tan próximos y tan elusivos?

Por su parte, la iluminación permite la concentración del espectador en el cuerpo y el movimiento. El resultado es una introspección profunda en la que un ser individual, tal vez egoísta e indiferente a su entorno, trata de sobrevivir al vértigo que le impone una vida que parece no ser la suya.

Óscar Ruvalcaba recibió de La danza del Lápiz, de un grupo orgullosamente universitario, un diploma de la UNAM y un cheque por 50 mil pesos como reconocimiento a su talento.

Ruvalcaba nos recordó que, como decía Nietzsche, “lo bello siempre estará por encima de lo grandioso”.