Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de julio de 2011 Num: 855

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Al pie de la letra
Ernesto de la Peña

Historia de un niño
Miltos Sajtouris

Mariátegui y el ensayo
de interpretación

Gustavo Ogarrio

Latitud
Jorge Valdés Díaz-Vélez

Tres poetas urugalos: Lautréamont, Laforgue, Supervielle
Enrique Héctor González

Elvira Gascón o la fecundidad del silencio
Augusto Isla

Elvira Gascón
Juan Rulfo

Dos sonetos para Elvira
Rubén Bonifaz Nuño (1969)

El cuerpo dice lo que
el alma calla

Ricardo Yáñez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


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José Carlos Mariátegui. Foto: José Malanca, 1928

Mariátegui y el ensayo de interpretación

Gustavo Ogarrio

Su canto es íntegramente suyo. Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo, necesita traer una técnica y un lenguaje nuevo también. Su arte no tolera el equívoco y artificial dualismo de la esencia y la forma.
José Carlos Mariátegui sobre la obra de César Vallejo

Cuando José Carlos Mariátegui decidió agrupar en siete ensayos su interpretación de la realidad peruana, en 1928, una tradición ensayística en América Latina había iniciado ya la exploración de problemas como la identidad nacional, cultural y política, la relación traumática del subcontinente con Europa y con Estados Unidos, la crítica a los sistemas políticos definidos por la violencia y la exclusión.

Sin embargo, las lecturas de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, de José Carlos Mariátegui, se concentraron en varios debates que dejaron de lado el tema de la voluntad ensayística del texto. Fue hasta el tercer ciclo de su recepción –según la periodización propuesta por Fernanda Beigel–, el que va de 1991 hasta nuestros días, que los problemas de composición artística en los textos del Amauta fueron abordados, en lo que se conoce como la época de la “revalorización de la faceta estética de Mariátegui”. Además, también fue en este período que se tomó en cuenta, como un criterio para interpretar la obra, una afirmación del mismo Mariátegui: la unimismidad de sus reflexiones. El ensayo fue la mediación genérica y la técnica de interpretación que permitió a Mariátegui unificar el análisis político con sus reflexiones sobre el campo literario y cultural.

El ensayo de interpretación mariateguiano formaría parte también de un cuadro bastante extenso y poco visible de la narrativa de vanguardia. Gran parte de las reflexiones sobre las vanguardias latinoamericanas se concentraron en el género de la poesía. Lo que queremos plantear es lo siguiente: la poca atención que se le ha prestado al ensayo de vanguardia –en general– y al ensayo de interpretación –en particular–, del cual Mariátegui es uno de sus exponentes más notables, impiden completar una reflexión sobre la dimensión epistemológica y estética del ensayo en América Latina durante la primera mitad del siglo XX, sus alcances como registro crítico de la historia latinoamericana y su posible condición de poética de la narración histórica.

Después de un período de censura y percepción contradictoria de sus textos, que va de 1930 a 1959, la obra de Mariátegui fue reivindicada desde el contexto de la Revolución cubana y desde una amplia revisión del marxismo. Durante estos años, los que van de 1960 a la caída del Muro de Berlín, la obra de Mariátegui es estudiada en su tensión básica con tres procesos que se escenifican durante las primeras décadas del siglo XX: la emergencia de un pensamiento democrático radical y antiimperialista, que también surge como una oposición a los regímenes oligárquicos y a las primeras incursiones estadunidenses en América Latina en este siglo; el surgimiento del anarquismo y la lucha obrera en el subcontinente, y la creación y adopción de una perspectiva socialista que culminará en diferentes experiencias de organización política. Sin embargo, la recepción de los textos del Amauta era predominantemente política.

En su libro Hacia una crítica cultural latinoamericana, Patricia D’Allemand dedica el primer capítulo a analizar los alcances del ensayo de Mariátegui titulado “El proceso de la literatura”. D’Allemand ve en este texto un momento fundacional de nuestra crítica cultural, así como las “bases para el desmonte de perspectivas universalistas y eurocéntricas”, al afirmar que el ensayo de Mariátegui se puede comprender de manera más acabada desde la articulación entre vanguardia política y vanguardia estética.

D’Allemand asevera que el ensayo de Mariátegui es también una exploración de la relación entre la literatura y las clases sociales que la producen. El intento de articular la dimensión sociopolítica y socioeconómica a la dimensión cultural del capitalismo y el imperialismo es el rasgo que le da su sentido de perspectiva global a los ensayos de Mariátegui. En todo el libro de Mariátegui se percibe una voluntad de que los ensayos, vistos en conjunto, pudieran constituirse en una interpretación crítica, aproximativa y siempre precaria de la totalidad peruana y latinoamericana.


José Carlos Mariátegui escribiendo una de sus Cartas de Italia, destinadas a El Tiempo de Lima, en Roma, Italia

Es en el campo del ensayo de interpretación donde ocurren estos movimientos de composición narrativa de Mariátegui, esta fusión entre la perspectiva de análisis de la vanguardia estética y la vanguardia política, ejemplificadas en la articulación que Mariátegui propone entre el surrealismo, las literaturas indígenas y el ideal de interpretar la totalidad de un horizonte político y cultural.

¿Cómo se podría enfrentar el viejo –y a veces estéril– debate sobre la legitimidad marxista de la obra de Mariátegui o el argumento que le recordaba al Amauta sus devaneos “pequeño burgueses”, si su obra dio origen a un tipo de crítica y de interpretación del capitalismo en América Latina y de los pueblos indígenas sumamente innovadora, cuya profundidad epistemológica todavía no alcanzamos a vislumbrar y cuyo género discursivo en el que se expresa se encuentra prácticamente inexplorado? ¿Cómo valorar el hecho de que Mariátegui haya asumido el ensayo de interpretación como el género que le permitía explorar y construir una visión global sobre los problemas del Perú y de América Latina?

Para ver con mayor claridad otros rasgos del ensayo de interpretación mariateguiano es necesario detenerse en las primeras páginas de los Siete ensayos. En ellas, Mariátegui advierte sobre su carácter aproximativo e inacabado: “Ninguno de estos ensayos está acabado: no lo estarán mientras yo viva y piense y tenga algo que añadir a lo por mí escrito, vivido y pensado.” Los ensayos entran en tensión con siete ámbitos de la historia de Perú, que ya habían sido trabajados previamente en diferentes artículos por Mariátegui: la evolución económica de Perú, el “problema del indio”, el “problema de la tierra”, la instrucción pública, el factor religioso, el regionalismo y el centralismo, y el “proceso de la literatura”. En el primer ensayo se puede leer: “En el plano de la economía se percibe mejor que en ningún otro hasta qué punto la Conquista escinde la historia del Perú. La Conquista aparece en este terreno, más netamente que en cualquier otro, como una solución de continuidad.” Para Mariátegui, la primera aproximación a la realidad peruana deberá reconocer la permanencia de la colonización y de estructuras de sometimiento imperialista que también se expresarán en otros ámbitos. La Conquista es un hecho que sigue ocurriendo, sólo que con diferentes modalidades y estrategias. Una de ellas se encuentra en el centro de los problemas de constitución de las literaturas indígenas y de su relación traumática con la formación de lo nacional:

Destruida la civilización incaica por España, constituido el nuevo Estado sin el indio y contra el indio, sometida la raza aborigen a la servidumbre, la literatura peruana tenía que ser criolla, costeña, en la proporción en que dejara de ser española. No pudo por esto surgir en el Perú una literatura vigorosa... Era fatal que lo heteróclito y lo abigarrado de nuestra composición étnica trascendiera a nuestro proceso literario.

Mariátegui encuentra en la poesía de César Vallejo un paradigma de lo que implicaría que una literatura nacional expresara en su interior una voz indígena, aunque esta voz se manifieste a través de la mediación del código escrito; una literatura peruana, en el “sentido indígena”:

Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza. En Vallejo se encuentra, por primera vez en nuestra literatura, un sentimiento indígena virginalmente expresado. Melgar –signo larvado, frustrado– en sus yaravíes es aún un prisionero de la técnica clásica, un gregario de la retórica española. Vallejo, en cambio, logra en su poesía un estilo nuevo. El sentimiento indígena tiene en sus versos una modulación propia.

Pero, ¿en qué consiste esta “modulación” indígena que actúa en la composición de la poesía de Vallejo? ¿Cómo expresarla en términos de perspectiva literaria? Después de aclarar que analizar solamente el simbolismo de la poesía de Vallejo no sirve para emprender una interpretación completa de su obra, Mariátegui puntualiza que en esta poesía también actúan y son asimiladas técnicas del expresionismo, dadaísmo y surrealismo. Finalmente, Mariátegui localiza el elemento indígena en la obra de Vallejo:

Uno de los rasgos más netos y claros del indigenismo de Vallejo me parece su frecuente actitud de nostalgia... Vallejo es acendradamente nostálgico. Tiene la ternura de la evocación. Pero la evocación en Vallejo es siempre subjetiva. No se debe confundir su nostalgia concebida con tanta pureza lírica con la nostalgia literaria de los pasadistas. Vallejo es nostálgico, pero no meramente retrospectivo. No añora el Imperio como el pasadismo perricholesco añora el virreinato. Su nostalgia es una protesta sentimental o una protesta metafísica. Nostalgia de exilio, nostalgia de ausencia.

Para Mariátegui, el inicio de esta escisión de lo nacional con lo indígena, que nace con la Conquista, es también el comienzo de una escisión expresada en términos literarios: “Nostalgia de exilio, nostalgia de ausencia.” Esta constelación de problemas que arrancan con la Conquista, también son el motivo de las aproximaciones y de los planteamientos abiertos de Mariátegui, lo que le da a sus ensayos una dimensión epistemológica no concluyente o que renuncia a las aspiraciones del tratado o del sistema filosófico, que aspiraría a establecer los límites de un régimen de verdad estable y dominante. Mariátegui nos muestra que la comprensión e interpretación de la totalidad política y cultural está destinada a la adversidad permanente, desde la aproximación y lo inacabado; una de las estrategias para cercarla fue el ensayo de interpretación.

¿Qué nos lleva a plantear que el ensayo mariateguiano se puede leer también como una poética de la interpretación de la historia y como una política de la literatura?

Bastaría con evocar el carácter intertextual ensayístico de los Siete ensayos para plantear las posibilidades de una dimensión estética y, al mismo tiempo, política de la obra de Mariátegui. La recepción y asimilación crítica de un pasado ensayístico latinoamericano, la voluntad de darle forma a esta serie de relaciones intertextuales, son algunas de las operaciones que se escenifican en la escritura mariateguiana. Desde los estudios indigenistas que sostenían “puntos de vista humanitarios y filantrópicos”, hasta ciertos ensayos sobre la literatura de Perú que sostenían una visión colonialista, hispanista, criolla u oligárquica del proceso de la literatura, Mariátegui se apropia críticamente de su propia tradición ensayística y la transforma al enmarcarla en una interpretación global y de larga duración sobre Perú, lo que le da a sus ensayos su vocación de género de interpretación.

Sin embargo, el ensayo como género de interpretación también cuenta con otros pasados. En el contexto en el que escribe Mariátegui se da una polémica sobre los usos del periodismo como horizonte de interpretación de las realidades nacionales y latinoamericana. La polémica deja ver dos maneras de entender las intervenciones en la prensa escrita: por un lado se plantea un “periodismo de empresa” y por el otro un “periodismo de ideas”. Mariátegui ve a este último como una mediación discursiva para alcanzar las dos orillas de una modalidad de la interpretación: intervenir en los debates de la época y construir al mismo tiempo un pensamiento en íntima relación con una perspectiva de largo plazo sobre la transformación estructural de Perú. El trabajo ensayístico de Mariátegui se expresa también sobre otra ambigüedad del género: la prosa ensayística en América Latina poseía ya una dimensión artística, una voluntad de interpretar la realidad mediante la exploración estética de sus problemas y contradicciones, el ensayo empezaba a ser considerado como un género de creación artística; por otro lado, el ensayo contaba con una larga tradición de interpretación y debate político, por lo menos a partir de las luchas independentistas y de su difusión en lo que se dio por llamar el “diarismo”. Mariátegui hereda esta ambigüedad, dirige la fuerza del ensayo político y literario hacia los terrenos de la interpretación global de Perú y de América Latina y, casi por añadidura, contribuye a formar un espacio crítico del sistema político y cultural de la época.

Aníbal Quijano entiende la obra de Mariátegui como parte de la emergencia de una “racionalidad alternativa”, una racionalidad cuya fuerza descansaba en su interpretación crítica del capitalismo –y su dimensión colonial– y en el hecho de poner esta reflexión al servicio de un proceso de organización política y cultural con claros rasgos de resistencia.


José Carlos y sus cuatro hijos: Sandro, José Carlos, Sigfrido y Javier. Foto: Malanca

Los textos de Mariátegui configuraron dos movimientos de composición ensayística. Por un lado, hicieron consciente el hecho que nuestras literaturas fueron construidas y analizadas en íntima relación con la permanencia de perspectivas imperialistas, en el “proceso de la literatura” operaba una política de interpretación de rasgos colonialistas. Además, Mariátegui también deja en claro que lo nacional y lo latinoamericano tendrían que interpretarse, aproximativa e inacabadamente, desde la escisión económica y cultural que produjo la Conquista; un hecho de largo plazo, que sigue ocurriendo, de alguna manera, en procesos como la literatura y en la formación de los sistemas políticos y económicos latinoamericanos.

¿Los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana alcanzan a configurar una poética del ensayo? Una racionalidad alternativa tendría que expresarse o crear un género alternativo. Este género, en el caso de Mariátegui, fue sin duda el ensayo de interpretación. Sólo por la creación o modificación radical de un género discursivo, por la estrategia de presentación de los ensayos –que va del ensayo socioeconómico, con el que abre el libro, al ensayo literario que remata y articula gran parte del movimiento conceptual de los textos– y por una posible dimensión artística planteada en su intertextualidad ensayística, el estatus epistemológico y narrativo del libro merecen un amplio debate, una reflexión sobre su condición de poética de interpretación histórica de la realidad peruana y latinoamericana.