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AMLO: revuelo innecesario

01 de diciembre de 2025 07:26

El ex presidente Andrés Manuel López Obrador difundió ayer un video de una hora con motivo de la publicación de su más reciente obra, Grandeza, en la cual hace un repaso de la historia mexicana a contrapelo de los relatos eurocéntricos. En la grabación, el fundador del Movimiento Regeneración Nacional hiló un discurso con tres ejes: su vida en el retiro en su finca de Palenque, el balance de su sexenio (2018-2024) y la ratificación de su respaldo a su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, a quien consideró –como ha hecho antes– una mandataria excepcional.

El mensaje de López Obrador suscitó un interés acaso desmesurado tanto entre sus partidarios como en sus adversarios. Entre los primeros es visible la impronta que el primer periodo de la Cuarta Transformación dejó en millones de personas, quienes nunca habían experimentado una cercanía con el titular del Ejecutivo como la que construyó el ex presidente en décadas de recorridos por el país y en el ejercicio diario de su conferencia de prensa matutina, una institución que, con sus aciertos y errores, creó una interlocución inédita entre poder público y ciudadanía. Para el segundo grupo, la reaparición ratificó un fenómeno que sólo existe en sus mentes: una suerte de nuevo Maximato en el que las decisiones de Palacio Nacional se interpretan como órdenes emitidas en Palenque, y el sexenio de Sheinbaum Pardo encarna nada más que una farsa para disfrazar la larga sombra del caudillo.

Además de la inadmisible misoginia que subyace a esta última lectura, la importancia concedida al libro y a las palabras del tabasqueño refleja el innegable peso de la figura presidencial en la historia política de México. Siglos de desequilibrio entre los poderes del Estado hacen inevitable que los actos de quienes detentan o detentaron el Ejecutivo federal sean leídos con suspicacia como intentos de prolongar mandatos o influencias más allá del término constitucional. En este sentido, la ciudadanía ha tenido en Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón el peor ejemplo de políticos que usan su condición de ex presidentes (de facto, en el caso del michoacano) para empujar agendas personales, proteger los intereses de las corporaciones a las cuales sirven y buscar, de manera afortunadamente infructuosa, la desestabilización del país.

En contraste con esos individuos, López Obrador ha mantenido un sano silencio desde el final de su sexenio a fin de facilitar el trabajo de su sucesora y quitar toda razón de ser a los señalamientos de caudillismo. Si él mismo se desmarca de toda actividad política, lo peor que pueden hacer sus simpatizantes es investirlo de una autoridad que ya no tiene ni desea tener. En cuanto a las derechas políticas, mediáticas y empresariales afanadas en ver imposiciones transexenales donde no las hay, están en su potestad de no entender los profundos cambios experimentados en México y de seguir leyendo la realidad con las anteojeras ideológicas que las mantienen distantes del sentir popular.


 

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