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Washington busca la guerra

25 de octubre de 2025 08:16

El gobierno de Donald Trump envía señales cada día más alarmantes sobre su determinación de agredir a Venezuela a fin de imponer un cambio de régimen e instalar una administración títere, así como de facilitar el ascenso o la consolidación de la ultraderecha en todo el hemisferio mediante una combinación de amenazas armadas y extorsiones económicas. Ayer, el Departamento de Guerra anunció el envío del Grupo de Ataque del Portaviones Gerald R. Ford y su ala aérea embarcada al área de responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos; esto es, al norte de Sudamérica. Lo anterior implica la presencia del propio portaviones, de las 75 aeronaves que transporta, y de toda la panoplia necesaria para sus operaciones: tres destructores, un buque de reabastecimiento, un buque de carga seca y un buque de la guardia costera. Sólo el Gerald R. Ford transporta a 4 mil 600 militares, a los que se suman las tripulaciones de las naves auxiliares.

El argumento de que todos estos buques se despliegan con el objetivo de “desmantelar las Organizaciones Criminales Transnacionales (TCO) y contrarrestar el narcoterrorismo en defensa de la patria” no resiste el mínimo análisis. Por principio de cuentas, podrían desplegarlo ante las costas estadunidenses, con lo cual se reduciría el costo de mantener largas cadenas de suministro y se evitaría todo roce diplomático. Los miles de soldados embarcados para asesinar a 43 personas y hundir 10 lanchas en dos meses pudieron haber prestado un servicio mucho mayor a su patria monitoreando las aduanas terrestres y aeroportuarias, verdaderos puntos de entrada de los estupefacientes. Ante todo, en vez de gastar miles de millones de dólares en operar sus flotas, Washington podría hacerse con ingentes recursos combatiendo el lavado de dinero que se lleva a cabo en su sistema financiero, donde sus propias autoridades estiman que el crimen organizado blanquea 300 mil millones de dólares al año. Si las “Organizaciones Criminales Transnacionales” no pudieran cobrar y mover las ganancias de sus actividades, quedarían inmediatamente paralizadas; pero es evidente que a la Casa Blanca no le interesan ni la salud de sus ciudadanos, ni la legalidad del dinero que circula por sus bancos y empresas.

El tono bélico de esta escalada es tan manifiesto que incluso el presidente de Brasil, Luiz Inácio da Silva (quien no disimula su animadversión hacia Nicolás Maduro), criticó los bombardeos de Estados Unidos sobre lanchas en el Caribe, señalando que “si se convierte en moda, cada uno creerá que puede invadir el territorio ajeno y hacer lo que quiere”, con lo que la región se volverá una tierra sin ley. Su asesor especial y ex canciller Celso Amorim advirtió que una intervención externa, sea armada o con servicios de inteligencia, no es el camino para decidir quién va a gobernar Venezuela, un problema que sólo atañe a los venezolanos. Asimismo, alertó sobre el peligro de incendiar América del Sur y llevar a la radicalización de la política en todo el continente.

Al mismo tiempo, Washington transparenta su añoranza de ver en Bogotá a la oligarquía colombiana siempre presta a seguir sus directrices y poner el territorio andinocaribeño a disposición de sus tropas y sus agencias de espionaje. En este sentido, ayer el trumpismo elevó sus ataques contra el presidente Gustavo Petro a la imposición de sanciones por “permitir el florecimiento de los cárteles de la droga y negarse a detener esta actividad”, una acusación para la que no presentó prueba alguna, como tampoco lo hace en sus constantes diatribas contra México, Venezuela y otras naciones que cuentan con gobiernos celosos de su independencia y soberanía.

En América del Sur no hay ninguna guerra que justifique sitiar el subcontinente con una serie de flotas de ataque y desembarco, pero cada día queda más claro que la Casa Blanca está decidida a iniciar una conflagración, sin importar lo absurdo de sus pretextos. La comunidad internacional, y en particular las sociedades latinoamericanas y caribeñas, deben cerrar filas en rechazo a la intención trumpiana de sumergir a la región en la barbarie con tal de desviar la atención de su propia ineptitud y entregar cantidades ingentes de dinero al complejo militar-industrial que parece ser el único sector cuya prosperidad interesa al magnate.

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