Poza Rica, Ver., Cuando la ciudad todavía no ha terminado de recuperarse de los daños que le causaron las inundaciones de hace más de una semana, la basura amenaza con volverse un nuevo frente de conflicto, pues todos los desechos que algunos vecinos quieren sacar de sus casas a costa de lo que sea, otros ya no están dispuestos a recibirlos.
La pugna entre lado y lado ha comenzado a generar roces y desacuerdos, y mientras los habitantes de Poza Rica se debaten entre la solidaridad, la desesperación y la urgencia, la basura sigue amontonándose en las calles.
La crisis en esta ciudad está todavía muy lejos de resolverse. Basta ingresar a colonias como la Lázaro Cárdenas, la Morelos o la Infonavit Gaviotas para darse cuenta de que sigue habiendo calles con densas capas de lodo que llegan a la altura de la rodilla, y pilas de desechos que nadie acierta a acomodar en algún sitio.
Juntos, para bien y para mal
Ana Hilda Reyes tiene su casa en la colonia La Floresta, cuyos vecinos realizaron hace unos días un bloqueo de vialidades para exigir que las autoridades entren ya a sacar la basura.
Los pobladores incluso contrataron por su cuenta una retroexcavadora particular –a un costo de 2 mil 500 pesos la hora–, pero la magnitud del desastre es tal, que prefirió no ingresar, cuenta la mujer.
“¡Estamos desesperados, porque así no podemos avanzar! Varias vecinas no han podido sacar sus cosas y el olor ya es muy fuerte”, dice con angustia Ana Hilda, quien hace unos días tuvo una infección en el ojo, luego de que le cayó lodo mientras hacía labores de limpieza.
Érika Vázquez, también habitante de La Floresta, señala que los lugareños se vieron obligados a instalar una barricada en la calle, hecha con basura, para evitar que el lodo siga invadiendo algunas casas, porque si no se retira el líquido contaminado, “es imposible que haya más higiene. ¡Viera el mosquero que hay!”.
La mujer entiende los daños que le causa a otros tirar los escombros en sus predios, pero también resalta la urgencia de que las autoridades resuelvan el problema como sea.
“La gente está molesta (por recibir basura) y tiene razón, por eso el gobierno se la debería llevar un poco más retirado, aunque gaste más gasolina. Vamos a perjudicar a otros, pero nosotros no tenemos la culpa”, dice.
Ignacio de la Barrera, habitante del fraccionamiento Óscar Torres Pancardo, tiene claro que el tiradero de basura que se habilitó hace algunos días en el campo de futbol del Andador Hidalgo, adyacente a su casa, “es un foco de infección, pero es algo que no podemos evitar”.
Por eso, llama a no perder la calma: “paciencia y a solidarizarnos todos. Esto es por etapas y no nos puede ganar la impaciencia. Es un bien colectivo y un mal colectivo”.
Algunos de sus vecinos del fraccionamiento no piensan igual. Al ver las enormes góndolas que desde las 7 de la mañana vienen a tirar basura lodosa al campo de futbol que ha cuidado con esmero por décadas, el enojo desborda a Félix Cabrera.
“Da tristeza y da coraje, porque nosotros tenemos limpiecitos los campos, y que vengan y destruyan... ¡llevamos años trabajando aquí!”, dice el hombre, quien a duras penas se controla para no reprochar al marino que opera un trascabo bobcat que amontona los desechos.
Félix, uno de los cuidadores del campo de futbol donde juegan los equipos infantiles Lobos y Petroleritos, se queja de que se haya instalado el tiradero de basura en este campo deportivo, sólo porque está en una zona céntrica, cuando los vecinos de otros barrios sí se organizaron para impedir la entrada de escombros a sus terrenos.
“Ya nos dimos un agarrón”
En el mismo fraccionamiento, un hombre que prefiere sólo identificarse como Héctor, también observa con desazón cómo crece el botadero de desechos a unos metros de su casa, porque “descomponen algo para arreglar otra cosa; abren un hueco y cierran otro”. Por el tema de la basura, “ya nos dimos un agarrón con los vecinos de Poza Rica Lázaro (Cárdenas, colonia aledaña). Nosotros cerramos ahí porque una privada de aquel lado está haciendo trabajos de limpieza, pero vinieron a decirnos que no seamos inhumanos ni insensibles”.
Tras seguir el consejo de cerrar las calles para evitar el paso de los camiones, “al otro día nos llegó la Guardia Nacional para que desa-lojáramos y empezó otra vez (la llegada de basura). Ya nos abrimos, porque no nos vamos a meter en problemas”. Aunque sabe que en este momento la emergencia obliga al uso del campo de futbol como botadero de desechos, “lo único que pedimos es que cuando acaben, no se vayan los marinos y nos digan ‘ahí les dejamos todo el changarro’. ¡Imagínate, lo vamos a tener de monumento a la inundación todavía de aquí a diciembre!”.
La inconformidad por el vertimiento de basura llega a los alrededores de Poza Rica. En el municipio vecino de Coatzintla, ubicado a poco más de cinco kilómetros, los lugareños se organizaron para impedir que los enormes camiones con desechos llegaran a descargar a sus campos.
En un predio ubicado muy cerca del panteón Santísima Trinidad, las góndolas tiraron escombros durante dos días, hasta que los habitantes de las colonias División de Oriente, Salvador Allende y López Mateos salieron a las calles para exigir que cesara el traslado y colgaron mantas con la frase: “No se limpia una ciudad ensuciando otra”.
“Con la pena, vas p’atrás”
Un elemento de la policía local que pidió no ser identificado explicó a este diario que los camiones pesados “ahorita ya no están ingresando llenos, sólo vacíos, porque todo lo que viene, le damos retorno. Les decimos: ‘con la pena, hermano, pero vas p’atrás’”.