En “La verdad sobre Hernán Cortés”, el señor Armesilla del que hablábamos hace 15 días dice que visitó México invitado por su amigo Diego Ruzzarin y visitó la tumba de Cortés en la “catedral primitiva de la ciudad de México” (sic), “un genio militar que derrotó a los aztecas” (de eso ya hablamos: las no menos de 14 derrotas de un “genio militar”). Así que decidió, pues, tras “mostrar” los horrores de la vida en la América indígena, contar la “Verdad” (siempre con mayúscula), de Cortés.
¿Fuentes? Otra vez Marcelo Gullo, el empleado de Fujimori y Milei premiado por la corona de España de quien también ya nos hemos ocupado, el arquitecto Iván Vélez, de la “fundación Gustavo Bueno” (casa matriz de Armesilla) y, por supuesto, su otro introductor en México, el más inaudito de los falsificadores de la historia, Juan Miguel Zunzunegui. Y así, con cuatro libros de propagandistas, ningún historiador, sin el más elemental análisis de fuentes primarias, Armesilla nos lanza La Verdad: lo primero que hay que decir, dice, es “la inmensa alegría” que el 13 de agosto de 1521 sintieron los indígenas oprimidos por la civilización o régimen o tribu o cosa más sanguinaria y genocida de todos los tiempos: los mexicas.
“Ahora viene lo bueno”: Cortés “no había cruzado el océano para hacerse rico”, sino para alcanzar la gloria. No hay ni una mención al exterminio de los taínos y los caribes, en los que tan “brillante” parte tomó el joven Cortés, que “quería más”. Y aparece el verdadero sustrato de todas estas personas, desde la marquesa Carmen Iglesias, preceptora del rey, hasta el “marxista” Armesilla: había que evangelizar, llevar la verdadera religión a los “salvajes” y, así, desembarcó en Yucatán, “hoy en México donde los aztecas o mexicas extendían su cruel dominio sobre otras tribus, como los tlaxcaltecas, los texcococanos (sic) o los cholultecas”.
Y suma y sigue: “Al frente de las fuerzas indígenas iba una mujer, doña Marina, que había sido esclava sexual tanto de los mexicas como de los mayas” (pero no de los españoles, aunque aclara perfectamente Fernanda Núñez Becerra: “Malinalli-Tenepal, Malinche, Malitzin, doña Marina, mujer e indígena, madre y puta, traidora y útero simbólico de la nación mexicana, personaje ambiguo y desconocido, así es como se nos presenta a la Malinche… No sabemos a ciencia cierta ni su nombre, ni su origen, ni su vida, a excepción de los momentos en que sirve de ‘lengua’ y de ‘vagina’ al conquistador, macho”, y añade Frances Karttunen, lo dice sin eufemismos: “Una vez en manos de los españoles, las mujeres recibían un bautizo sumario y las repartían entre los hombres para que les proporcionaran servicios sexuales.
Esa yuxtaposición del sacramento cristiano con la violación es ofensiva para nuestra sensibilidad actual, pero los españoles del siglo XVI la tomaban con mucha naturalidad”). “Y esta es La Verdad de la Conquista de México, una conquista que en realidad la realizaron los propios indígenas realizada por uno de los grandes capitanes… de extrema audacia, y extrema inteligencia, política y militar”. Por fin, en el minuto 10, cita una fuente original, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, “que es una antología atribuida a Bernal Díaz del Castillo” y se ha llegado a dudar si no era Hernán Cortés (sobre esta otra patochada, olvidándonos de la palabra “antología”, también hemos escrito: https://elpresentedelpasado. com/2020/01/30/bernal-diaz-del-castillo-autor/). Y reitera una y otra vez sobre “300 españoles” (llegaron a ser al menos 10 veces más) y “la conquista de Mesoamérica”, reduciendo esa superárea cultural a México-Tenochtitlan, tal como lo inventó Cortés en su carta de 1520.
Pero espera: “la parte más importante del video es la que sigue”: ¿qué sucedió después de la caída de Tenochtitlán? Lo que ocurrió fue que los españoles mezclaron su sangre con los vencidos y los “liberados”. Y con esto termino la segunda vuelta de tuerca al señor Armesilla, con estas fuentes franciscanas de tradición indígena: Anales de Tlatelolco: “Los cristianos buscaron en todas partes a las mujeres; les arrancaron las faldas y se echaron sobre sus cuerpos, sus bocas, sus vaginas, su cabello”.
Códice florentino: “Los españoles tomaban cosas a la fuerza de las personas. Buscaban oro; no les importaban nada el jade, las plumas preciosas o las turquesas... y escogieron y se llevaron a las mujeres bonitas”. Códice Aubin: “Ninguna otra cosa tomaban sino el oro y las mujeres más hermosas”. Fray Bernardino de Sahagún: “Los españoles y sus amigos pusiéronse en todos los caminos y robaron a los que pasaban, tomándolos el oro, y las mujeres y mozas hermosas, y algunas de las mujeres por escaparse disfrazábanse poniendo lodo en la cara, y vistiéndose de andrajos; también tomaban mancebos y hombres recios para esclavos, pusiéronlos nombres de tlamacazque, y a muchos de ellos los herraron en la cara”.